El Desván del Escritor > Historias Susurradas
Pequeños relatos [+18]
Yvaine:
Aquà vengo a compartirles una historia que comparto en mi blog, y de donde salieron los nombres para Yvi y Slade. En realidad surgió como un pequeño relato de una entrega, pero terminó convirtiéndose casi en una mini saga con pequeños aportes cada semana. Es por esa misma razón que no tiene un tÃtulo exacto y lo he recopilado como Pequeños relatos. Todos son de clasificación +18. Espero que les guste. 032
Pequeños relatos I
[...]
Sientes las gotas deslizar por tu piel y sabes que nada, ni siquiera esa agua helada, puede calmar el fuego que te cubre. Porque estás enloqueciéndote para retener tus instintos de ir a por ella, que está a solo metros de ti. Sabes que, si la tienes cerca en esos momentos, perderás la cordura y nada te detendrá. Y quieres, deseas, anhelas profundamente, que sea ella quien de el primer paso esa vez.
Apoyas ambas manos sobre los azulejos celestes y agachas la cabeza. Tienes que tranquilizarse o todo se irÃa al carajo. Justo, en ese instante, escuchas como la puerta del baño es abierta. Giras y logras ver, tras el cristal, su perfecta y pequeña figura. Ella se está desvistiendo y no puedes evitar soltar un ronco gruñido.
Apenas, unos segundos después, la tienes a tu lado bajo el agua.
—Estás jugando con fuego—murmuras al mismo tiempo que tomas entre tus manos su rostro—. ¿Estás dispuesta a quemarte?
—Ya estoy quemándome—susurra y pasa los brazos tras tu cuello.
No necesitas escuchar más. Tenerla totalmente desnuda, empapada y pegada a tu cuerpo hace que pierdas cualquier auto control. La levantas en brazos y la aprisionas contra la pared. Ella tiembla ante el frÃo contacto de los azulejos pero luego tu calor la cubre. Seguidamente, haces que ella rodee tu cintura con las piernas y ambos gimen al sentir sus sexos rozar.
—Alec…—Ella te llama, al mismo tiempo que esconde su rostro en tu cuello—. Soy pesada…—dice y tú no puedes evitar sonreÃr.
Con una mano rodeas su estrecha cintura y con la otra te apoyas contra la pared.
—En este momento solo quiero hacerte el amor.—Besas su cuello y murmuras suavemente—: DeslÃzate hasta que quede dentro de ti…
—¿Qué? —Te mira entre asombrada y tÃmidamente.
—Hazlo—gruñes besándola con fervor—. Después deja que yo haga el resto…—Te pegas más a ella y escuchas su suave gemido al sentir tu erección.
Esperas que ella se deslice y asà lo hace segundos después. La escuchas gemir cuando tu duro miembro ingresa en su húmeda intimidad.
—Carajo…—gruñes roncamente—. Eres adicción pura…
Las embestidas comienzan. Primero lentas, porque necesitas saborear cada sensación de placer, y después aceleran. Ella sube y baja entre tu cuerpo y la pared, mientras el agua continúa cayendo sobre ambos.
Quieres sentirla por completo, hacerla una contigo. Intensificas el empuje sobre ella y el vaivén de caderas se vuelve más duro y delicioso.
Ella quiere gritar por el éxtasis que la cubre, pero lo único que atina a hacer es morder tu hombro. Gruñes con ferocidad desde lo profundo de tu garganta y embistes con más fuerza, tanto que el agua chapotea a causa del golpe que su pequeña espalda hace contra los azulejos. Te lame y besa la herida mientras su cuerpo se estremece por la llegada al clÃmax. Y tú no tardas mucho en seguirla. Das la última embestida y sientes como todo tu ser se libera.
Ambos continúan abrazados bajo el agua. Ella sigue encadenada a tu cuello con el rostro escondido en tu hombro y sus piernas aún te mantienen prisionero.
—Cariño…—susurras—. Me has mordido…
Su suave risa cubre el ambiente. Despacio, y solo un poco, se aleja de ti para mirarte.
—Es que… No quise gritar—dice tan bajo y con vergüenza que no puedes evitar reÃr suavemente—. No es gracioso—protesta.
—Hazlo también la próxima vez—dices mientras juntas tu frente con la de ella.
Entonces, su melodiosa risa se hace presente nuevamente. Cierras los ojos y disfrutas de ese momento.
Porque sabes que, antes del amanecer, ella se irá y deberás volver a fingir que la detestas. Y es que, puede haber una tregua entre sus clanes, pero la guerra sigue presente allà fuera. Amenazando el futuro que intentas construir para ambos. Un futuro donde tú, el rey, un lobo, desea tener a su reina, una vampiro, eternamente.
[...]
Yvaine:
Pequeños relatos II
[...]
Estabas teniendo una importante charla con tu Beta, cuando la puerta del despacho se abre de par en par y la ves de pie en el umbral. Su cabello negro, con reflejos azulados, está pegado a su pálido rostro a causa de la lluvia que ha caÃdo sobre ella. Una lluvia que aún sigue desatándose en forma de tormenta. Frunces el ceño e intentas encontrar una buena razón de porqué ha ido hasta allÃ. Sin embargo, no logras hallarla y prefieras preguntar.
—¿Qué demonios haces aquÃ, Yvaine?
Ella te ignora y cruza el despacho a paso firme hasta colocarse delante de ti.
—Te he hecho una maldita pregunta—dices entre dientes poniéndote de pie al mismo tiempo.
Gruñes cuando, en vez de contestarte, sus manos golpean el escritorio. A tu lado, Duncan, el mejor Beta que hasta tenido en siglos, sisea entre dientes dispuesto a saltarle. Él sabe que si le pone un dedo encima lo matarás, pero tampoco dejará que ella se lance sobre ti. Su deber es protegerte y lo hará aunque eso signifique atacar a tu compañera.
Asà que, alzas el brazo para detener su intento de movimiento y niegas con la cabeza. Él entiende y, no tan de acuerdo, retrocede varios pasos para autocontrolarse.
—Yvaine, sabes que no pueden verte aquÃ. ¿Por qué has venido?
Sus labios, carnosos y adictivos, se mueven formando una lÃnea. Parece que busca las palabras correctas para hablar. Pero no lo hace y tú ya tienes suficientes problemas como para que las cámaras de seguridad la detecten y los de seguridad aparezcan en menos de dos minutos para arrancarle la cabeza.
—¿Tú los enviaste? —Su voz, suave y helada, corta el silencio como una filosa daga.
—¿De qué mierda estás hablando?
Bordeas el escritorio para acercarte. Sin embargo, ella levanta una mano para establecer un muro entre ambos.
—DÃmelo, Alec…—espeta. Y sabes que está enfadada porque sus ojos verdes brillan con intensidad—. ¡DÃmelo! ¿Tú enviaste a la manada a matarlo?
Tu mandÃbula cruje ante la fuerza que haces y conviertes tus manos en puños. Tarde o temprano sabÃas que se enterarÃa, pero no imaginaste que lo harÃa tan pronto y menos que lo primero que harÃa serÃa buscarte a ti como culpable.
—¿Ya te has enterado?
Pregunta estúpida. Lo sabes y ella también, hasta Duncan.
—Era mi padre, Alec.
SonrÃe. Una de esas sonrisas tristes y hasta casi irónicas.
—No fui yo, Yvaine. Eso intento descubrir.
—¿Qué? —Su sorpresa es grande y tú te identificas con ella. Horas antes has estado en la misma situación.
—Tengo un traidor en mis filas—explicas.
Ella suspira y agacha la mirada. Aprovechas para acercarte y aprisionarla entre tus brazos. Su suspiro provoca corrientes eléctricas por todo tu cuerpo. Besas su cuello, su mejilla y luego sus labios. La besas con necesidad y deseo. Y es cuando te das cuenta de lo mucho que extrañas probar su boca. De que ella recorra tu cuerpo con sus labios. Añoras con ferocidad sentir su cuerpo pegado al tuyo.
Pronto, muy pronto. Te repites, como cada noche que se ven a escondidas.
Escuchas murmullos en el pasillo. La han visto. Las cámaras de seguridad la han detectado y los centinelas vienen a cazar al intruso.
—Debes irte—susurras entre beso y beso. Acaricias su rostro—. Cuando esto se calme te buscaré.
Ella asiente y, antes de esfumarse como por arte de magia de allÃ, besa el interior de tu mano.
Suspiras y te masajeas el puente de la nariz.
—Esto es una mierda—murmuras—. Una mierda.
Duncan sale al pasillo a despejar el lugar avisando que todo es una falsa alarma y luego ingresa otra vez.
—¿Qué mierda harás cuando ella se entere de la verdad? —su pregunta resuena en tus oÃdos y se clava en tu pecho—. Porque ambos sabemos que la princesita vampiro no se quedará tranquila cuando descubra que su amante dejó paso libre a los traidores para que asesinaran a su padre, al Adalid Vampiro.
—¿Y qué iba a hacer? —Siseas entre dientes—. Él iba a matarla, se habÃa enterado de lo nuestro.
—Eso es una simple y patética excusa.
No contestas. Sabes que en parte es verdad. Era ella o su padre. Y no era muy difÃcil para ti decidir. La opción más conveniente era como matar dos pájaros de un tiro. El Adalid Vampiro caÃa, algo muy a tu favor, e Yvaine seguirÃa a salvo.
Lanzas todo lo que se encuentra en el escritorio para descargar tu furia y la sed de sangre te cubre como un manto rojizo. Los matarás, lenta y dolorosamente. Matarás a cada traidor con tal de seguir envenenándote con aquellos adictivos labios.
[…]
NÃobe:
Qué raro se me hace leer en segunda persona. Nunca, o muy pocas veces, lo habÃa visto y, bueno, me parece una manera interesante de contar las cosas. Desde luego a ti, Yvi, se te da de lujo 026 Me encanta... ¿El resto está subido al blog o vas a ir subiéndolos, enteros, poco a poco aquÃ? 009
Yvaine:
En el blog llevo hasta la parte cinco, pero los iré subiendo aquà también 028
Gracias por leer, NÃobe 024
NÃobe:
Entonces los leo por aquÃ, que blogspot me pone de los nervios 020
Gracias a ti por subirlos 032
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