Deprecated: preg_replace(): The /e modifier is deprecated, use preg_replace_callback instead in /home/cronica2/public_html/foro/Sources/Load.php(225) : runtime-created function on line 3

Deprecated: preg_replace(): The /e modifier is deprecated, use preg_replace_callback instead in /home/cronica2/public_html/foro/Sources/Load.php(225) : runtime-created function on line 3
Imprimir Página - El guerrero de mi destino- Loralaine McInners

Cronicas Oscuras

El desván del escritor => Tu Diario => Mensaje iniciado por: shey en Julio 13, 2010, 18:39:19



Título: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 13, 2010, 18:39:19
Hola!!! comenzaré a colgar capis de esta novela que publiqué en Editora Digital hace unos meses bajo el seudónimo de Loralainne McInners

Es dehighlanders con un travel time y paranormal

Espero que os guste, esta fue mi primera novela oficial jejjejejee

y pasó de todo para poder acabarla pues se fue la luz cuando menos debía....  emo 112


http://editoradigital.com.ar/br/shop/7-novelas-espanol/97-loralaine-mcinners-el-guerrero-de-mi-destino.html (http://editoradigital.com.ar/br/shop/7-novelas-espanol/97-loralaine-mcinners-el-guerrero-de-mi-destino.html)

Esa es la dire donde se puede adquirir, o donde podeis ver la portada

un beso





ahora si comienza la historia


.........................



(http://img268.imageshack.us/img268/3268/elguerrerodemidestino.th.jpg) (http://img268.imageshack.us/i/elguerrerodemidestino.jpg/)

Uploaded with ImageShack.us (http://imageshack.us)

PRÓLOGO


Cuentan las leyendas que en la época en que los highlanders corrían libres por sus tierras la barrera que separaba el mundo de los mortales del mundo mágico se resquebrajó.
La brecha que apareció permitió el paso entre los dos mundos.
Con el paso de los meses, el tránsito de seres del mundo mágico cesó, quedando irremediablemente atrapadas en nuestras tierras decenas de hombres y mujeres que poseían poderes asombrosos.
Los líderes de varios clanes no tardaron en ofrecerse para acoger a los refugiados en sus tierras. La esperanza de utilizar el poder mágico que presentían en aquellas criaturas para su propio beneficio nubló sus mentes y sus corduras.
No tardó mucho tiempo en surgir sangrientas rencillas entre los clanes. En cuestión de unos pocos años, centenares de guerreros murieron bajo el filo de la espada enemiga ensangrentando las fértiles tierras de las highlands.
Los miembros de la raza mágica, llamados así mismos Vaniors, contemplaron con desolación la destrucción y el caos que imperaba a su alrededor. Presenciar esas muertes, todo ese dolor.
No dudaron en tomar una decisión.
En lo alto de una colina se reunieron los Vaniors atrapados en este mundo. Miembros de las cuatro casas cooperaron, por primera vez en su historia, para abrir el puente entre los mundos. Utilizaron todo su poder en debilitar, por unos instantes, la barrera.
El cielo comenzó a llorar cuando la silenciosa procesión de poderosos Vaniors penetró por la brecha a su tierra. Detrás dejaron las familias que formaron durante los años de paz, para poder seguir manteniendo el equilibrio de poder en este mundo.
Cuando pasó el último de ellos a sus tierras, la brecha se cerró y la magia desapareció de nuestro mundo.
¿O quizás no?
Uno de los cuatro clanes que los acogieron, logró pactar con los Vaniors que vivían en sus tierras. Obtuvieron así unos extraños pergaminos, escritos a mano en la antigua lengua mágica. Se decía de ellos, que poseían tal poder que quien los utilizase tendría al mundo a sus pies.
Por suerte para la humanidad, tan solo los descendientes de una unión entre un mortal y un Vanior sería capaz de leer lo que en los pergaminos estaba escrito.
A través de un complejo ritual, los poseedores de los pergaminos abrirían el puente entre los dos mundos, desequilibrando de nuevo la balanza entre los clanes.
Durante años docenas de guerreros murieron durante la búsqueda de los escritos. El deseo de poseerlos les corrompió hasta tal punto, que llegaron a matarse entre ellos.
Lo que ninguno de estos desdichados sabían era que aquel que osara invocar el poder oculto en los textos mágicos tendría que pagar un precio muy alto a cambio?.su alma
??.Su corazón.


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 13, 2010, 18:41:30


(http://img268.imageshack.us/img268/3268/elguerrerodemidestino.th.jpg) (http://img268.imageshack.us/i/elguerrerodemidestino.jpg/)

Uploaded with ImageShack.us (http://imageshack.us)


CAPÍTULO 1

Highlands 1134 d.C, actual  isla de Lewis


La tensión se podía palpar en aquella estancia del castillo. Nadie de los presentes se atrevía siquiera a toser, permaneciendo atentos al transcurso de la asamblea a la que estaban asistiendo, atraídos por la curiosidad y la expectación. Todos los que se habían podido librar  esa tarde de realizar sus tareas, se habían acercado hasta el gran salón para poder vivir en primera mano la importante reunión.
Esa tarde se discutía si aceptaban o no, los planes que había expuesto Gaerth McLeod.
El clan estaba dividido. Unos consideraban que los planes eran descabellados y otros, por el contrario, los veían como la única solución posible a los actuales problemas. Sin embargo, se podía decir, sin riesgos a equivocarse, que en lo único en que coincidían todos los presentes era, en que la decisión que se tomase ese día podría llegar a cambiar el destino e incluso la historia del clan. Por ello nadie quería perder ni el mínimo detalle de lo que aconteciese.
Al menos debía de haber unas cincuenta personas apiñadas en el salón, atentas a las expresiones que mostraban los venerados seanachaidh? al deliberar, después de haber escuchado durante una hora las propuestas del joven Gaerth.
En medio de aquel gran salón, ignorando las curiosas miradas de los presentes, y a tan solo unos pasos de la mesa que presidían los miembros del Consejo de Seanachaidh se encontraba de pie y cruzado de brazos el hijo del laird, Gaerth McLeod protagonista absoluto de esa tarde.
Para los miembros del clan, el joven Gaerth sería el siguiente laird McLeod Oscuro, al ser el hijo legítimo del actual laird y por tanto su único heredero.
Los extraños, en cambio, cuando se encontraban cara a cara con Gaerth McLeod tan solo veían la apariencia externa que mostraba.
No se sentían tentados en conocer el interior de la bestia. Para ellos, el highlander Oscuro apodado por todos el Ángel Caído, tan solo era un hombre de gran envergadura y mirada fría.
 Sus cerca de dos metros, sus hombros anchos y sus brazos poderosos, capaces de romperle el cuello a un hombre con sus manos, provocaba temor y admiración a partes iguales, allá donde fuese, manteniendo alejados de él tanto a sus admiradores como a sus enemigos.
Y esa tarde no iba a ser diferente.
Los presentes a la asamblea mantenían una prudencial distancia en torno al Ángel Caído. Nadie se atrevía a acercarse lo suficiente a Gaerth.
Quizás fuese por la expresión terrorífica que mostraba su rostro, capaz de alejar despavorido hasta el más acérrimo y experimentado guerrero, o bien eran por culpa de sus extraños ojos plateados, tan parecidos a la plata fundida siempre fríos y carentes de sentimientos o compasión.
 Tan solo un joven de largos cabellos azabaches y mirada brillante, vestido de una manera completamente diferente si se comparaba con los demás, se mantenía muy cerca de un malhumorado Gaerth.
El joven no parecía que perteneciese a aquel lugar, vistiendo unos apretados pantalones de cuero oscuro y una camisa de lino blanco bajo un chaleco de cuero a juego con los pantalones. Su postura y sus gestos arrogantes parecían gritar a los presentes que se atreviesen a increparle por haber osado vestirse a la manera inglesa, en lugar del habitual kilt negro y el trozo de tartán sobre el hombro derecho que utilizaban los demás hombres.
 El inglés, al contrario que su compañero, sonreía de vez en cuando al observar visiblemente divertido, las miradas desconfiadas y temerosas que les dirigían la mayoría de los presentes. 
En otras ocasiones, los grititos de miedo y los temblores que presenciaba en la gente de su alrededor molestaba a Gaerth.  Se sentía insultado cuando los miembros de su clan corrían despavoridos apartándose de su lado, como si él fuese capaz de alzar su espada sobre ellos, cuando lo que juró ante la tumba no consagrada de su madre, era proteger a cada uno de los McLeod Oscuros hasta el día de su muerte.
Pero esta tarde, hacían bien en temerle.
Gaerth se sentía como un animal salvaje enjaulado a la fuerza siendo observado por todos y a punto de provocar una estampida. El que le hiciesen esperar más de tres horas, obligándolo a aguantar aquella farsa de asamblea, le estaba volviendo loco. Sentía que estaba al límite.
Si no fuera por el trato que realizó con el joven inglés nunca habría expuesto sus planes ante el Consejo. Antes se habría cortado una mano que pedirle ayuda al laird.
Pero Gaerth le había jurado a Hugh hacía una semana que iba a mantener las apariencias y las viejas costumbres del clan solicitando una audiencia, encontrándose así cansado y al límite de su paciencia de tanta comedia.
No dejaba de darle vueltas a la misma idea, tal vez hubiese sido mejor dejarle vía libre a la creciente lujuria de su hermano pequeño, aunque eso significase borrarle los recuerdos a la mitad de los padres con jóvenes hermosas a su cargo, que le exigían cuentas al sucumbir sus ?frágiles e inocentes? hijas a los encantos del bastardo del laird.
Controlar la lujuria del joven le estaba resultando a Gaerth una tarea propia de titanes. Le era casi imposible hacerle entender al muchacho testarudo que reprimiese el instinto de meterla. ¿Es qué acaso Hugh no podía mantener en buen recaudo su verga por un tiempo?
Durante las continuas peleas verbales que tenían acerca de este espinoso tema, Gaerth siempre acababa sufriendo un punzante dolor de cabeza y luchando contra la ira y la incredulidad que sentía cuando su hermano no dejaba de darle la razón mientras sonreía orgulloso y se disculpaba de sus acciones al afirmar que eran las mujeres las que lo acosaban hasta el cansancio en busca de sus ?grandes dotes artísticas?  atraídas la mayoría de ellas por el peligro que suponía entablar una relación con él.
Al escuchar las sartas de sandeces que salían de la boca del joven, le entraban a Gaerth unas terribles ganas de partirle la cara a Hugh, y de paso romperle una pierna al endemoniado muchacho para asegurarse así que mantuviese su espada envainada una larga temporada y no saltase de cama en cama en busca de aventuras.
A pesar de que Hugh, en tan solo cinco años, se había convertido en su mejor guerrero considerándolo muchas veces su mano derecha junto a su amigo Duncan, pocos eran los que se olvidaban que era un bastardo. La mayoría de los McLeods Oscuros nunca llegarían a confiar plenamente en él observando con atención todos los movimientos que hiciese el joven inglés, siendo también analizados todos sus comentarios esperando así encontrar una buena excusa para expulsarlo definitivamente de las tierras de los McLeods Oscuros.
Gaerth suspiró y cerró los ojos.
Quizás hubiese sido mejor no exigirle a Hugh que se mantuviese célibe por dos semanas a cambio de la audiencia, si de todas maneras Gaerth estaba seguro que el inglés no iba a ser capaz de cumplir su parte del trato, y él en cambio llevaba tres horas aguantando los incesantes murmullos que había a su alrededor.
Tanto ruido estaba acabando con él. Le estaba destrozando el férreo control que mantenía en su cuerpo.
Los molestos murmullos aumentaban de intensidad por momentos, alcanzando cotas máximas de ruido comenzando a provocarle un punzante dolor de cabeza.
Siempre era igual, después de que se descontrolase su capacidad de escuchar los murmullos, le aparecía un fuerte dolor que se extendía desde sus ojos hasta su nuca, rompiéndole la cabeza en dos.
Murmullos que tan solo unos pocos ?elegidos? poseían la capacidad de escuchar, ya que en realidad la sala en la que se encontraban estaba tan silenciosa que se escucharía sin problemas la caída de una aguja al suelo.
Gaerth McLeod era uno de los pocos afortunados que podían escuchar los pensamientos ajenos como si de sus propias ideas o sensaciones se tratase. Si se le podía llamar ?afortunado?, la verdad, al pobre hombre que no tenía intimidad alguna dentro de su propia mente.
 Cuando el poder se desbordaba era incapaz de mantener su mente cerrada, absorbiendo los recuerdos y sentimientos de los extraños como si de una esponja se tratase.
Gaerth arrugó el ceño dolorido, moviendo la cabeza de un lado para otro en busca de paz, en busca del silencio.
Un silencio que no encontraría mientras permaneciese en esa sala atestada de personas. Era imposible que bloquease su mente cuando estaba cansado rodeado de hombres y mujeres que no dejaban de acribillarlo con sus miradas fijas y penetrantes que acompañaban a la avalancha de pensamientos. En momentos como ese Gaerth deseaba escapar lejos del castillo acercándose al mar. No sabía muy bien por qué pero desde niño el contemplar las aguas del mar le tranquilizaba. El suave siseo de las olas al golpear contra las rocas y el salado olor de la brisa marina le relajaba vaciándole la mente. Era como si el mar lo purificase de todos los sentimientos y sensaciones ajenas que hubiese recopilado durante todo el día. Cuando salía del mar empapado y aterido por el frío, se podía escuchar con total claridad, sin sentir ninguna presencia extraña invadiendo su mente.
Pero no se podía escapar de la sala al menos aún no.
Por todo lo sagrado, que esta maldita farsa finalice pronto. Pensó Gaerth gritando en su mente para poder llegar a escucharse entre tantos murmullos.
De nada le servía lamentarse, el quejarse no iba a solucionar nada.  Ni siquiera le reconfortó saber que casi la totalidad de los presentes, incluyendo también a varios miembros respetables del Consejo que dejaron sus mentes completamente abiertas estaban más que hartos de estar en la audiencia, casi tan hartos y cansados como él.
Gaerth suspiró agotado y cambió de postura.
A su izquierda sintió el roce de Hugh.
Sobresaltado por el toque del joven, Gaerth abrió los ojos y lo miró.
Su hermano pequeño estaba mirándolo a su vez con preocupación, interrogándole con la mirada.
¡Qué perspicaz! Pensó Gaerth sonriendo. Hugh debía de haber percibido el malestar que estaba sintiendo. El que te hayas dado de cuenta puede ser un problema. Lo que menos me interesa es que interrumpas la audiencia alargando esta tortura.
 Decidido a tranquilizar al joven para mantenerle callado Gaerth negó con la cabeza restándole importancia a su malestar, fijando  a continuación la mirada en los rostros arrugados y tan familiares de los miembros del Consejo. Alguno de ellos, en otra etapa más feliz de su vida, habían sido sus maestros mostrándole las maravillas que había en el mundo a través de las leyendas y los cuentos populares que le narraban al calor de las hogueras.
Fue en ese momento cuando percibió con claridad un extraño cosquilleo tan suave como el aleteo de una mariposa golpear sus barreras mentales. Ese cosquilleo solo podía significar una cosa, alguien intentaba de una manera muy poco sutil penetrar en sus recuerdos más profundos, ocultos bajo capas y capas de fuertes barreras mentales.
 Gaerth miró asombrado a su alrededor en busca del intruso.
Después de unos segundos encontró al culpable.
Como no podía ser de otra manera, el culpable no era otro que un alocado muchacho miembro del Círculo de guerreros mágicos al que Gaerth pertenecía desde adolescente.
Era el único que conocía que tuviese las agallas suficientes o mejor dicho la estupidez extrema de intentar invadir su mente.
¡Hugh Forrester! Maldito demonio.¡Te exijo que me expliques que haces intentando entrar en mis recuerdos! vociferó Gaerth tomando al joven por sorpresa.
Hugh lo miró con temor y algo parecido a la admiración reflejado en sus ojos dorados.
Visiblemente sobresaltado Hugh se apartó casi una zancada de él, intentando esconder el bochorno que sentía al saberse descubierto, mientras desviaba la mirada de un lado para otro, sin llegar a posarla en ningún momento sobre Gaerth.
A pesar de tener ya veinte años, Hugh seguía comportándose como un niño.
Una de las principales reglas del Círculo era no penetrar en mentes ajenas sin el consentimiento expreso del que se vaya a ser analizado y definitivamente Gaerth no le daría nunca su consentimiento a Hugh para hurgar a gusto en sus recuerdos y en sus sentimientos más profundos. El joven estaba cometiendo una falta grave y al ser cogido in fraganti no tenía escapatoria alguna.
 Sería duramente castigado.
Hugh tenía que seguir las estrictas normas del Círculo si quería seguir viviendo entre ellos, en las tierras de los McLeods Oscuros.
Varios hombres y mujeres de la sala temblaron de miedo al observar la siniestra sonrisa que cruzó el rostro de Gaerth. Los ojos del hijo legítimo del laird brillaban con tal intensidad que parecía que los rumores de que era el hijo del diablo por el que corría sangre de la raza maldita de los Vaniors, eran ciertos. Más de uno se persignó desviando la mirada, alejándose unos pasos  de la alta y oscura figura que estaba parada en medio del gran salón.
Nadie negaba el poder que parecía emanar  del joven heredero. Todo en él, era siniestro y puro poder.
Siempre vestido con un plaid y un kilt negro como la noche y un sporran? teñido de un color rojizo oscuro que asemejaba sangre recién vertida.
Su porte era de un antiguo guerrero de gran poder, con el corazón frío como las aguas de las misteriosas aguas del mar que rodeaban las islas.
Y poderoso era como se sentía en esos momentos Gaerth, al saborear el triunfo.
El motivo, muy simple, Hugh le debía una.
Lo había sorprendido faltando a una de las normas que juró cumplir la noche en que entró a formar parte del Círculo. Se merecía un buen castigo, y Gaerth ya tenía en mente lo que le iba a exigir. Imaginando como se lo tomaría el joven al escuchar lo que le exigiría, Gaerth fijó su mirada en Hugh y le requirió con voz calmada.
Hugh Forrester. Acércate. Le transmitió mentalmente.
El joven se acercó carraspeando, mirándolo fijamente a los ojos.
Entonces cogió por sorpresa a Gaerth cuando comenzó a contarle lo que pensaba que le iba a hacer como castigo por su precipitada acción.
 ¿Y ahora que? Vas a mandar que me cuelguen por las orejas de la torre más alta del castillo, o tal vez prefieras ?maestro? que me quemen las palmas de las manos y las plantas de los pies con hierros candentes,..o?
¡Pero mira que tenía imaginación el muchacho!
 Definitivamente Hugh, era capaz de crear historias asombrosas repletas de batallas sangrientas en cuestión de minutos. Si no fuese tan buen guerrero, lo podía recomendar como Am Bard ? al Consejo.
 ¡Basta Hugh! sabes tan bien como yo, que en nuestras tierras eses tipos de torturas no se llevan a cabo, por?muy tentadoras que suenen, muchacho.   
El aludido resopló audiblemente ante el tono de burla que utilizó su ?querido hermano mayor? para dirigirse a él.
Estaba harto que le hablasen como si fuese tonto, o que aún lo tratasen como si aún fuese un niño. ¡Qué ya casi tenía veintiún años, casi, por diez meses!
De ti me espero lo peor McLeod. Después de todo, el mundo te considera hijo del propio lucifer, y?
Las fuertes carcajadas de Gaerth le interrumpieron.
 Hugh le observó atentamente.
Nada en su postura, cruzado de brazos como estaba y con el rostro inexpresivo podía revelar a nadie que por dentro Gaerth se estaba partiendo de risa, a su costa.
Deja ya de reírte de mi, Gaerth. Maldito seáis todos los highlanders con vuestro retorcido sentido del humor.
Una onda de poder le golpeó con deliberada fuerza en el centro del pecho. Hugh se tambaleó un poco y miró con evidente disgusto a su ?atacante?.
A regañadientes reconoció que se había sobrepasado al acusar de cretinos retorcidos a ?todos los highlanders? y meterlos a todos en la misma cuadra. Durante los cinco años  en que había vivido en estas tierras lo primero que había aprendido fue que los highlanders eran unos hombres muy orgullosos, siempre dispuestos a defender, con sus puños y el filo de sus espadas, su honor y sus tierras.
Su hermano mayor era un buen ejemplo de ello, un orgulloso montañés que no dudaba en dejar salir a la fiera que escondía en su interior con tal de defender sus tierras, su clan. 
A pesar de que  le debía mucho a Gaerth,  Hugh no se sentía capaz de dar su brazo a torcer. No se iba a disculpar por nada del mundo, o al menos esta tarde no. Si no se imponía, demostrando a todos que ya no era un muchacho, no podría vivir tranquilo entre los orgullosos y guerreros McLeods Oscuros.
No estaba ni ciego ni sordo. Podía escuchar con claridad los comentarios denigrantes y malintencionados, que cuchicheaban cuando él pasaba cerca.
Comprendía que no iba a ser uno de ellos, no hacía falta ser muy listo para darse de cuenta de que nunca le iban a aceptar.
Lo más irónico era que el verdadero motivo del rechazo no era que fuese un bastardo si no por ser medio inglés. El que su madre (si se le podía llamar a esa rubia caprichosa que lo trató durante sus primeros quince años de vida, como si de un mozo de cuadra se tratase) fuera inglesa, le había dictaminado su futuro. Su sangre inglesa siempre le perseguiría, un estigma que le cerraba las puertas a la total aceptación por parte de los miembros del clan.
Sonriendo para sí mismo, Hugh se decidió a enviarle un mensaje, aprovechando la conexión mental que dejó abierta Gaerth.
Le llamarían cobarde e inmaduro, si supiesen que prefería atacar que hablar directamente de un tema, o que su actitud desapasionada que mostraba a veces y que daba a entender que no le importaba lo que ocurriese a su alrededor, viviendo como si el mañana no existiese, eran fruto de una infancia destructiva y muy dolorosa.
Gaerth observó los cambios que se veía en el rostro de su hermano, una mezcla de sentimientos desde la sorpresa, la ira hasta la tozudez. Cuando bajaba la guardia, el rostro de Hugh era como un lienzo recién pintado. Mostraba a los que lo mirasen con detenimiento todo lo que estaba sintiendo. Tendría que enseñarle a no manifestar lo que sintiese, a que lograse crear una barrera impenetrable con la que ocultar en lo más profundo de su ser los pensamientos y sensaciones que le surgiesen.
Antes de que pudiese reprenderle lo golpeó por sorpresa una imagen enviada mentalmente por Hugh.
Gaerth cerró los ojos y permitió que el mensaje se abriese paso en su mente. Pero lo que vio lo dejó atónito, sin palabras y en una encrucijada. No estaba muy seguro de si reír o echarse a gritar todas las maldiciones conocidas y por conocer.
El testarudo de su hermano en lugar de disculparse o utilizar la estrategia de cambiar con ?sutileza? de tema, lo que había hecho era enviarle la imagen de una cerda embarrada de tierra, mordisqueando su plaid encima de su cama.
Luchó contra la risa con todas sus fuerzas pero cuanto más se contenía, más burbujeante eran las ganas de reírse.
No lo pudo remediar, en cuestión de segundos las profundas carcajadas de Gaerth resonaron por todo el silencioso salón, atrayendo las miradas de los presentes. Todos, sin excepción le miraron como si fuese la mismísima encarnación del demonio puesto que no daban crédito a lo que estaban contemplando. Nadie podía comprender como el futuro señor, que se suponía que estaba esperando el veredicto, se pudiese estar riendo con fuerza, doblándose en dos presa de fuertes temblores. Sobre todo cuando habitualmente nunca mostraba abiertamente lo que sentía. Su rostro, casi siempre, era una máscara inexpresiva impidiendo ver a su través.
¡Era algo inaudito!
Una anécdota que sería recordada y comentada por todos en los años venideros. Una fabulosa historia cantada por los Am Bard en las noches de frío, relatando a los que quisiesen escuchar como Gaerth McLeod se volvió loco una tarde de Agosto.
A su lado Hugh se reía acompañándolo en el espectáculo que estaban montando.
? Gaerth McLeod, desea comentar alguna cosa más al Consejo. 
Exigió Angus McLeod alzando su rasposa voz para hacerse escuchar.
El viejo hombre era muy respetado por todos. A sus cerca de sesenta inviernos fue testigo del asesinato del anterior señor, a manos de una avanzadilla de soldados MacKenzies. Las malas lenguas contaban que fue el propio Angus quien sostuvo a Alasteir McLeod, acompañándolo en sus últimos minutos de vida. Lo que si fue cierto, y no producto de años de cotilleos, era que desde el momento en que se enterró a Alasteir y se nombró a su hijo Malcom como nuevo laird, Angus dejó de ser soldado. Se dice que Angus juró ante la tumba de su amigo que nunca más alzaría una espada, avergonzado por su debilidad y su falta de previsión. Gracias a sus conocimientos de lenguas antiguas y su talento para memorizar la historia del clan y las leyendas locales, logró hacerse un hueco dentro de gremio de los seanachaidh llegando a ser con los años, su portavoz. En un futuro él sería quien presidiría  la ceremonia de nombramiento de Gaerth como señor de las tierras McLeod Oscuros.
Sus largos cabellos blanquecinos y su apergaminado rostro engañaba a muchos, que se dejaban guiar por el decrépito aspecto del portavoz, subestimándolo, al final, los ?pobres? eran golpeados con el bastón que siempre portaba Angus.
Gaerth entrecerró los ojos al escuchar el tono de reproche que utilizó el anciano para dirigirse a él. Le habría gustado gritarle hasta desgañitarse, pero se contuvo. Obligó a su cuerpo a serenarse, inhalando en pequeñas bocanadas, relajando los músculos y alejando, a su vez, de su mente la escena que le provocó el ataque de risa.
Cuando se calmó le gritó a Hugh que seguía riéndose a su lado, utilizando la conexión mental.
 ¡Basta Hugh! Deja de reír. 
? Y bien, Gaerth McLeod. Estamos a la espera.
Reiteró el anciano seanachaidh golpeando la mesa dos veces con su bastón.
Gaerth lo fulminó con la mirada y le contestó con frialdad tragándose la retahíla de maldiciones que le venían a su cabeza.
? Ningún problema.?  Por ahora, pensó ?  Prosigan.
Al escuchar a su hermano, Hugh guardó silencio.
No podía creer lo que oía. Gaerth se había tragado las ganas de exigirle a Angus una respuesta clara, manteniéndose de brazos cruzados y con la cabeza alta mirando fijamente al portavoz ignorando los abucheos que le dirigieron los que estaban en contra de sus planes.
Por todos los demonios que habitaban el infierno, que no sabía que hacer.
Hugh observó, a su vez, a los miembros del Consejo.
 No le hacía falta poseer el don de la adivinación para conocer la decisión que esos ancianos iban a tomar. Le bastó mirar los rostros encarnados y malhumorados de los doce seanachaidh, para saber, sin riesgos a equivocarse, que la propuesta les iba a ser denegada.
Suspiró resignado.
Le debía a Gaerth mucho, nunca deseó fallarle, pero por desgracia e inconscientemente, lo había hecho.
Dispuesto a animarlo, como fuese, comenzó a comentarle con voz lastimera, bombardeándole al mismo tiempo la mente con diversas escenas subidas de tono, recuerdos de una noche loca de hacía un año. En ellas, Gaerth podía ver a un grupo de mujeres de dudosa reputación más que dispuestas a retozar con Hugh.
Hugh sonrió al recordar aquel extraño día.
Aprovechando que Gaerth y los soldados que los acompañaron estaban asistiendo a una reunión de clanes, muy probablemente para discutir que hacer con los ingleses que comenzaban a asentarse en la frontera arrasando los campos de pastoreo,  se había alejado del punto de reunión acercándose al pueblo. No tenía nada en mente sobre lo que podía hacer esa tarde, hasta que las vio. Las cuatro mujeres casi le saltaron encima en cuanto lo divisaron. Le invitaron, arrastrándolo literalmente, al pequeño cuarto que compartían para atender a sus clientes. Hugh sopesó, durante unos?tres segundos, si seguirles el juego  o no. Al final venció su ?espada? a la razón y a la precaución. Puestos a elegir el modo de pasar el día, que mejor manera que sumergirse en las profundas, deliciosas y húmedas cavernas de las mujeres que vagar aterecido de frío por los senderos del lugar.
Con tanto que hacer, con tanto que disfrutó se le pasó el tiempo volando. Cuando quiso darse cuenta había pasado cerca de un día desde que se alejó de Gaerth.
Las mujeres casi lloraron cuando lo vieron levantarse para recoger sus ropas y prepararse para marcharse, protestando enérgicamente dispuestas a impedir su marcha, hasta que Hugh les tiró encima del catre una pequeña bolsita con monedas de oro. Sólo entonces quedaron  más que satisfechas con su visita.
El que no estuvo tan contento al verlo llegar, fue Gaerth, que más divisarlo le envió una bola de energía estampándolo contra un árbol. No dijo ni una palabra acerca de su desaparición, sólo esperó a que se levantase el joven del suelo y bramó a sus hombres que se pusiesen en marcha, camino a casa.
Te aprovechas de tu nivel ?maestro?. El único perjudicado en todo esto soy yo.
Gaerth volteó la cabeza y traspasó con la mirada al muchacho, al tiempo que alejaba las escenas de sexo que le estaba enviando.
 ¡Perjudicado tú! No me hagas reír de nuevo, inglés. ?  Bramó mentalmente ? Deja de enviarme esos recuerdos tuyos.
Pero mira que llegas a ser cruel McLeod. Sólo quería que vieses a lo que me vi obligado a abandonar. Acaso no recuerdas el trato que me hiciste aceptar ? suspiró Hugh moviendo la cabeza de un lado a otro- Que estragos hace la edad.
¡Hugh Forrester! Te exijo que dejes de decir sandeces y ten más respeto a tus mayores. Gritó Gaerth.
 Ahora suenas como uno de ellos, Gaerth. Sólo te estaba recordando el trato.  ? Relató Hugh ignorando los gritos de su hermano mayor ? Ese maldito trato por el que tú soportabas esta reunión,.. Y yo? dos semanas enteras sin desenvainar mi ?espada? ¡Ahhhhhh! ? Suspiró trágicamente? A lo que me vi obligado a renunciar.
Gaerth bufó con incredulidad ignorando los comentarios que se escucharon por el salón.
¡El muy libertino! No dejaba de reírse de él.
Escuchándolo, Gaerth comenzó a sentir unas terribles ganas de golpearle la cabeza con la funda de la espada que llevaba sujeta con una correa de cuero a su cintura. Estamparle la funda en ese cabeza dura hasta borrarle esa absurda sonrisa que mostraba en esos momentos.
 Maldita sea la hora en que te escuché, Hugh. Tengo que soportar todo esto?., y seguro que mañana retozarás con alguna criada.  Masculló entre dientes Gaerth.
Que poca fe tienes depositada en mí. Lo prometí y lo pienso cumplir.  Sentenció el joven.
 Te doy tres días, Hugh?  le interrumpió Gaerth ? No durarás más.
Tendría que ofenderme, por lo que me acabas de decir, maestro. Pero, me veo en la obligación de darte la razón. ¡No lo puedo negar! Las mujeres me persiguen, seduciéndome con esas sonrisas tan sugestivas y sus movimientos de cadera tan sensuales? Me acosan. ?  se rió con fuerza, cuando consiguió serenarse continuó diciéndole ?  Y no voy a ser ningún estúpido, Gaerth. Con gusto me dejo querer.
Gaerth resopló audiblemente. Estaba harto. La paciencia se le había agotado.
 Por la sangre de mis antepasados que te obligaré a cumplir tú parte del trato, inglés.  Le amenazó.
Antes de que pudiese replicarle Hugh, el portavoz se levantó alzando los brazos exigiendo silencio.
Al momento en que vio como se levantó Angus, Gaerth cortó la conexión que permitió mantener a Hugh, levantando de nuevo las barreras protectoras alrededor de sus recuerdos y de su mente.
Se hizo el silencio en el salón. Todos observaban expectantes al anciano seanachaidh.
? Adelántate Gaerth McLeod, y escucha nuestra respuesta.
Gaerth caminó dos pasos y se cruzó de brazos de nuevo, expectante.
? Tras deliberar durante largo tiempo tu propuesta hemos llegado a la conclusión que?.
¿A que han llegado? ¿Qué han decidido? ¡Demonios! Que lo suelte de una vez. Pensó bufando Gaerth, cerrando los puños con fuerza. 
? Es inaceptable tu propuesta.
Gaerth los miraba con la boca abierta.
 No lo podía remediar.
 Tanto tiempo esperando, debía de haber escuchado mal. Tenía que ser eso.
 ¿Es que acaso no veían lo mismo que él?, ¿el peligro que suponía la desventaja numérica en la que se encontraban?
Muchos de sus guerreros habían muerto luchando valientemente por salvar a sus familias, salpicando las aguas con su sangre derramada.
Como si lo hubiese preguntado en alto, o mostrado  con sus gestos su disconformidad el viejo Angus se explicó.
? El principal motivo de nuestra decisión no es otro que el peligro que entraña el ritual? carraspeó nervioso el portavoz desviando su mirada de los penetrantes ojos del joven que lo observaban desde el centro de la sala, donde llevaba tres largas horas esperando el veredicto. ? Todos sabemos lo que supondría. No es aceptable que expongas a más peligros al clan.
? ¡Más peligros! ?  gritó Gaerth consternado por las palabras del anciano.
 ¡Como podían creer que él haría algo en contra de su clan!  Era inconcebible, que  pudiesen pensar que los dañaría intencionadamente. Si no fuese un hombre mayor le retaría por sus ofensivas palabras. Pensó Gaerth.
 Así que se tragó la indignación y les rugió
? ¡Estamos siendo atacados! Solo lo haría por el clan. Por el bienestar de todos nosotros.
? ¿Estás seguro de tus palabras joven? ? preguntó Angus tomando asiento de nuevo.
? Que insinúa, anciano. ? replicó Gaerth rugiendo en su interior la rabia y el poder que pedían a gritos ser liberados.
? Pasaré por alto tus malos modales, propios de tu edad Gaerth McLeod. ? le recriminó el seanachaidh. ? Como nuestro futuro señor no debes dejarte llevar por los sentimientos. ? levantó su mano acallando una posible réplica por parte del aludido. ?  Lo que pretendemos decir, y que conste que hablo en plural pues somos muchos los que opinamos de la misma manera, es que todo lo haces en tu propio beneficio, y no pensando en el clan como pretendes hacernos creer.
Gaerth enrojeció de rabia al escuchar las graves acusaciones que profirió el anciano contra él. Cuando se disponía a contestarle, escuchó los gritos de su hermano.
Hugh al ver como estaban acusando a su hermano de esa manera tan atroz, no lo pudo soportar, acabó gritándole a Angus, aun sabiendo que posiblemente Gaerth luego le vendría con alguna clase de castigo, que sumando a la que tendría que cumplir por haber intentado hurgar en sus recuerdos, y a se veía castigado sin ?deliciosas natillas? al menos durante dos meses.
? ¡Cómo se atreve viejo! Retire inmediatamente sus palabras.
? ¿O si no que, sassenach?? Me escupirás. ? las risas de los presentes acompañaron a la rotunda afirmación del anciano, provocando en el joven Hugh un rubor de rabia que cubrió sus mejillas. ?  Con tu patética actuación demuestras lo que todos los highlanders opinamos.  ? cogió de nuevo el bastón de madera y golpeando con él en el suelo, alzó la voz y dijo con un deje de recochineo. ? Los ingleses sois unos niños. Malcriados. Inútiles. ?  Al ver que iba a responderle el joven bastardo, le indicó ? Estás delante del Consejo. Ten más respeto. Tu permanencia en las islas depende de tu comportamiento. Cuando causes más problemas te irás lejos para no volver jamás. Nunca has sido bienvenido y nunca lo serás. Un highlander nunca olvida. Ni perdona. Que no se te olvide. Tú llevas sangre inglesa por tus venas. Siempre recordaremos eso. No importa el papel que desempeñes en estos momentos. Siempre podemos encontrar un sustituto que acepten los otros guardianes. Tú presencia...
? Ya basta Angus. Es  suficiente. ?  le interrumpió el laird. Se había callado hasta el momento por respeto a su amigo Angus. Pero ya no podía dejar que la situación llegase a esos extremos.
Gaerth entrecerró los ojos y observó con atención a su padre.
Estaba seguro de que el laird se traía algo entre manos. Debía esperar sacar algún beneficio con su intervención, ya que nunca antes había mandado callar a su estimado amigo y padrino Angus McLeod. Era la primera vez,? y parecía que Gaerth no era el único sorprendido después de la intervención del señor de las islas.
Todos los presentes desde las criadas a los soldados, contemplaban asombrados al laird, sin poder creerse lo que había acontecido.
Tan solo Hugh Forrester, odiado y despreciado por muchos miembros del clan e ignorado por otros tantos se atrevió a poner fin el molesto y tenso silencio que les envolvía después de la imperiosa orden que profirió Malcom McLeod.
? No hacía falta su intervención, laird McLeod. ? Repuso con frialdad Hugh, provocando sofocadas exclamaciones de perplejidad ? Me basto de sobra para defenderme de las viles acusaciones y perjuras del viejo portavoz.
Remató al tiempo en que se cruzaba de brazos y fijaba su vista al rostro del laird, tan familiar para él. Sin ir más lejos lo veía cada día, al mirarse Hugh en el pequeño espejo que le regaló Meg. El mismo rostro, un estigma que recordaba a todos que, sin duda alguna, era el hijo bastardo de Malcom McLeod.
Angus McLeod resopló  al tiempo en que su pálida tez adquiría un extraño color púrpura y sus ojos se dilataban. En su mano derecha sostenía el bastón con el que golpeaba enérgicamente la mesa.
¡Qué alguien le quite esa vara! ?  Se quejó Hugh para sus adentros?  Esta ya parece más una actuación de trovadores y músicos que una reunión seria.
? ¡Cómo se atreve, sassenach del demonio! ? bramó de nuevo el anciano golpeando con más ganas la mesa, que temblaba con cada golpe.
Los compañeros de mesa del portavoz se agarraban  a sus sillas apartándose prudencialmente de la mesa por si la mesa de madera caía al suelo a causa de los continuos golpes.
?Tenga más respeto hacia sus mayores?? continuó gritando Angus, levantándose de su silla y aporreando la mesa sin fijarse en el lamentable aspecto que estaba comenzando a presentar el bastón  ? y?.
Te dije que sonabas igual que ellos, Gaerth. Murmuró mentalmente Hugh, esperando que su hermano pudiese llegar a captar sus pensamientos a pesar de las fuertes barreras mentales que había levantado Gaerth alrededor de su mente para protegerse.
 Ni se te ocurra compararme con ellos, Hugh. Escuchó el joven como desde la lejanía. Su hermano le había contestado manteniendo en pie las barreras mentales, incapaz de guardarse para sí mismo la réplica.
Hugh sonrió, ladeando el labio, al escuchar la contestación de Gaerth. Disputas verbales como esas, le alegraban el día.
Unos cinco minutos después, Hugh no se estaba enterando de nada de lo que le estaba gritando Angus. Solo escuchaba como un murmullo algo molesto que aporreaba sus oídos.
? Exijo que sea expulsado de nuestras tierras este cabrón malnacido.
El coro de voces de algunos de los presentes no tardó en hacerse notar, despotricando contra el joven que se erguía con cada palabra en su contra.
? Si, tiene razón el portavoz. ? gritó un soldado a la derecha de Hugh.
? Que se vaya el inglés. ? bramó un cazador que sostenía en sus manos un cuenco con whisky con el que salpicó a los que lo rodeaban al alzarlo para enfatizar sus palabras.
Gaerth dirigió su mirada hacia los que en esos momentos gritaban en contra de Hugh, dejando a todos claro su malestar. No podía evitar sentir cierta decepción al ver la desaprobación que mostraban tan públicamente contra el joven muchacho.
Posó su mano izquierda en la empuñadura de su espada, dejando clara su intención de defender al joven aunque fuese a la fuerza y a continuación les dijo a todos con voz fría y cortante sobresaltando a más de uno con la helada determinación que mostraba el tono de su voz.
? Nadie expulsará a Hugh. Estas tierras son su hogar.
? Te equivocas. Es un sassenach, no pertenece a estas tierras. ? le contestó Donald, la mano derecha de su padre mientras se acercaba hasta donde estaban ellos en dos zancadas. ?  Es el hijo reconocido del Conde Forrester, el maldito malnacido que se atreve a invadir las tierras de nuestra querida highlands.
Gaerth arqueó una ceja y le dirigió una mirada llena de ira.
 Acaso el amigo de su padre  pretendía burlarse de él. Que  Gaerth fuese joven, no significaba que fuese estúpido. Todos sabían que la abuela de Donald McLeod fue inglesa pero parecía que ese tipo de detalles se olvidaban cuando convenía.   
 Logró reprimir una carcajada, fruto de la ironía de la situación, y le contestó con frialdad dejando salir a flote parte de su poder.
? Olvidemos nuestros antepasados, que oportuno Donald. ?Sonrió con sorna ?No saquemos secretos sucios a relucir,.. pues más de uno caeréis en vuestras propias trampas. ? les gritó, exigiendo con su profunda voz que le contestasen, pero  nadie dijo ni una palabra? Si llegáis a expulsarlo, exigiré que se busque familia por familia a quienes posean sangre inglesa por sus venas, por muy diluida que esté con el paso de los años, y se cumpla con ellos esta extraña propuesta que queréis aprobar.
? No será necesario Gaerth.
Contestó su padre, acercándose hasta donde estaba Gaerth, quedando así de espaldas al Consejo. Con algo de inseguridad en sus gestos posó una mano en el hombro de su hijo y le dijo con voz firme.
? Nadie va a expulsar al muchacho. Esta noche los ánimos están caldeados. No es momento para gritarnos a la cara nuestras disconformidades. ? Giró y miró a los presentes?  Es mi última palabra. No toleraré discusiones de este tipo.
? Aparta tu mano de mí, señor. ?  murmuró entre dientes Gaerth al tiempo en que se separaba de golpe de su padre. La mirada que le dirigió hizo palidecer hasta al más valiente. Pero Malcom McLeod ni siquiera se inmutó manteniendo una postura relajada. Cruzado de brazos, sostuvo la fría mirada que le dirigía su hijo.   
  Tranquilo Gaerth. Le transmitió mentalmente Hugh.
Gaerth le miró por encima del hombro y asintió, dejando con la palabra en la boca a su padre que se disponía a contestarle, posiblemente por el público rechazo de su hijo mayor.
Ignorando los comentarios que provocaron al dar media vuelta, y darle la espalda deliberadamente al laird y a los miembros del Consejo, comenzaron a caminar con paso firme hacia la salida.
Hugh caminaba al lado de Gaerth manteniendo el paso de éste. Ambos estaban impacientes por dejar atrás el salón.
Los que estaban apiñados en la entrada se apartaron de inmediato al verlos avanzar hacia ellos, dejándoles pasar, al mirar la decisión y el aplomo de sus gestos.
Al cabo de unos minutos y sin darse cuenta ya habían llegado al patio, agradeciendo ambos la brisa de la noche que les enfrió los ánimos.
Con cada paso que daba Gaerth, el molesto murmullo que siempre parecía estar presente en su mente cuando se hallaba rodeado de personas, bajó de intensidad llegando a escucharse con claridad.
Gaerth miró al cielo y entrecerró los ojos preocupado al ver lo tarde que era. 
No les quedaba mucho tiempo.
No podían perder esta oportunidad de oro.
Al fallarles el plan A, tendrían que amoldarse al plan B.
La luna estaba en lo alto del estrellado cielo, iluminando la noche. La magia se podía notar en el ambiente.
 Parecía que todo estaba a su favor, como si la magia elemental los llamase, dispuesta a prestarles su ayuda.
Como dirían los Am bard??
?Los cinco bailarían a la luz de la luna, iluminados únicamente por los deseos que colmaban  sus corazones. Invocando al protector con el antiguo cántico escrito en el principio de los tiempos en la olvidada lengua de los dioses celtas?.
Nada iba a salir mal o eso esperaba.
Lo tenían todo calculado.
Someterían al guerrero que apareciese por el portal, y  lo utilizarían para que luchase contra sus enemigos.
Verían cumplidos todos sus deseos...
Destruirían al clan MacKenzie.
Los malditos MacKenzies pagarían por todo.
No tendrían piedad.
Ojo por ojo.
Sangre por sangre.
Los MacKenzies obtendrían lo que repartieron tan libremente.

Sangre, dolor, muerte, destrucción.

Había llegado la hora de la venganza.



Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 13, 2010, 18:42:38




(http://img268.imageshack.us/img268/3268/elguerrerodemidestino.th.jpg) (http://img268.imageshack.us/i/elguerrerodemidestino.jpg/)

Uploaded with ImageShack.us (http://imageshack.us)


CAPÍTULO 2

Los estaban siguiendo.
Gaerth podía percibir con total claridad los caóticos pensamientos del soldado que seguramente les habría puesto el Consejo para vigilarlos. Lo poco que sacó en claro al revisar la mente del hombre era que su nombre era Niall y que era el hijo pequeño de uno de los cazadores.
El pobre se estaba arrepintiendo al haberse presentado como voluntario para realizar esta ?fácil? misión. Se suponía que los tenía que observar sin ser visto ni oído, e informar a su señor si los vigilados salían de las murallas del castillo. Sin embargo su misión no estaba resultando tarea fácil.
 Pobre iluso. Pensó Gaerth, divertido al escuchar los pensamientos del soldado.
Gaerth se detuvo y silbó una antigua tonadilla utilizada por los guerreros del Círculo para avisar a sus compañeros de un posible peligro.
Al escucharla Hugh, se paró en seco a su lado mirándolo con cara curiosa a la espera de órdenes.
Preguntando a continuación.
Gaerth, ¿sucede algo?
Hugh aún tenía que mejorar y mucho sus dones como receptor de pensamientos, si no había conseguido escuchar los entremezclados y caóticos pensamientos del joven Niall.
Un guerrero del Círculo no podía cometer un error de esa envergadura. Despistes como este le podría costar la vida en un futuro.
Hugh,.. ¿Acaso no has percibido que nos están siguiendo? 
¡Qué! ¿Pero desde cuando?
Desde que salimos del salón.  Le contestó Gaerth.
Hugh entrecerró los ojos y se concentró.
Gaerth esperaba que fuese lo suficientemente fuerte mentalmente como para localizar al intruso, sobre todo una vez que se le indicó su presencia.
Nada. No lo siento  ?se disculpó? ¿Pero de verdad está cerca?
Gaerth contó hasta cinco intentando calmarse.
Últimamente tenía que reconocer, que la paciencia no era su fuerte. Por nada que le hiciesen o le dijesen saltaba como una fiera salvaje.
Está muy cerca de nosotros. Observa bien, Hugh.
Le dijo al tiempo en que le señalaba el lugar de donde procedían los murmullos, con un movimiento de cabeza. Si cerraba los ojos Gaerth podía ver a Niall oculto detrás de unos arbustos, a unos metros de ellos, como si de una lagartija asustadiza se tratase.
¿Está ahí atrás? Preguntó Hugh al tiempo en que entrecerraba los ojos atisbando el lugar señalado.
Hugh, a veces me sorprendes de una manera que?? reprochó con sorna Gaerth? Te señalo ese lugar por gusto,.. es que sufro un extraño mal que hace que se me mueva la cabeza a su antojo.
Hugh carraspeó nervioso, y dijo en voz baja.
?No hace falta que seas tan sarcástico, hermano.
?Pues no me des motivos para serlo, inglés? le contestó Gaerth.
Los dos se sobresaltaron al escuchar con claridad crujidos de ramas a sus espaldas.
Ahora si lo escucho.
? Bravo, inglés? murmuró Gaerth cruzándose de brazos? Cuando se escucha sin problemas hasta sus pisadas, has sido capaz de localizarlo. Si hasta mereces un premio y todo.
Gaerth, a veces eres odioso.
?Lo que tú digas, Hugh? concedió al tiempo en que se ponía delante de su hermano pequeño y lo miraba a los ojos. ?  Sólo espero que aprendas las lecciones que te imparte el odioso de tu hermano, recuerda que ya no estás en Inglaterra.
Hugh asintió con la cabeza de mala gana.
Gaerth mientras tanto esperaba escuchar la respuesta mordaz que le tendría preparada el joven,?pero no fue la voz de su hermano la que escuchó fuerte y clara en su mente.
Maldición. ¿Dónde estáis? Llevamos esperando más de una hora.
No podía ser? ¿o tal vez sí?
Ante la duda??
¡¿Meg?! Preguntó sorprendido.
No, soy el lobo feroz. ?Masculló entre dientes Meg ? ¿Cuándo estaréis aquí?
Gaerth esbozó una sonrisa.
Meg nunca iba a cambiar. Siempre directa, sin pelos en la lengua, y con una asombrosa capacidad de doblegar a los demás a su voluntad. Siempre conseguía sorprenderlo.
En media hora estaremos ahí. Comentó cortando la conexión a continuación, cabeceando a los lados regresando a la realidad.
Cuando abrió los ojos, se encontró a Hugh parado enfrente de él, en la misma postura malhumorada en que lo dejó.
Mira que suerte, ante él estaba un candidato perfecto para ocuparse del problemilla.
Dejaría que se ocupase el muchacho del soldado.
? Hugh, deshazte del problema.
El joven se revolvió inquieto.
? ¿Por qué?
? Meg, acaba de contactar conmigo. Están esperándonos todos a las puertas del templo, bastante impacientes. ?   Y no les culpo, una hora en la intemperie sacaba de sus casillas a cualquiera. ?  Llevan esperando más de una hora, debemos ir a su encuentro sin demora. 
Hugh sopesó durante unos segundos las palabras de su hermano.
Al final, alejó de su mente las posibles réplicas y se concentró en la misión. Lo verdaderamente importante esa noche, era concluir el ritual sin contratiempos y atraer a este mundo al guerrero, lo demás ya encontraría un momento más adecuado para hablar seriamente con Gaerth. 
? Bien. ? concedió al tiempo en que agarraba con fuerza la empuñadura de su espada. ? Dame cinco minutos.
Gaerth sonrió y lo miró con un brillo extraño en sus ojos, que bien podía ser considerado orgullo.
? Conociéndote Hugh, con tres minutos tendrás más que suficiente.
? Sí, señor. ? susurró Hugh, levemente abochornado por el inusual halago de su hermano. Espada en mano tomó rumbo hacia el lugar donde se suponía que se encontraba el soldado.

Gaerth percibió el miedo que sintió en esos momentos el soldado al ver avanzar hacia él al joven inglés, con la espada en alto y aullando al viento.
Cerró los ojos y se permitió vagar por la mente del joven soldado.
El pavor que sentía Niall le nubló el sentido. Lo presenció todo como si sus ojos fuesen los del joven soldado, como se acercaba Hugh a éste.
Los movimientos de Hugh eran fluidos, elegantes, como si se moviese a cámara lenta. Sus cabellos bailaban libres al son de su marcha. Sus ojos celestes relucían como dos piedras preciosas atrayendo la mirada de un asustado Niall.
El grito de guerra que profirió Hugh petrificó todavía más al soldado, que temblando visiblemente desenvainó su espada en un vano intento de defenderse de la furia salvaje que mostraba en esos momentos el inglés.
A ojos de Niall, Hugh parecía un antiguo héroe de otros tiempos dispuesto a partirle en dos con su pesada espada.
Todo ocurrió en cuestión de segundos.
Niall alzó su espada intentando defenderse.
Hugh saltó sobre Niall golpeando con su espada hacia abajo atacándolo.
El brillo que produjo el entrechocar de las espadas le recordó a Gaerth que el joven soldado no era más que una marioneta en aquella macabra partida de ajedrez. Un peón dispuesto a la guerra, enviado por el rey para asustar y de paso retrasar a los escurridizos caballos, y por todos los infiernos, que no se iba a dejar vencer en esta batalla.
Gaerth no tardó mucho en captar el ruido del golpe que propinó Hugh al soldado.
Segundos después se escuchó con claridad un segundo golpe seco, producido probablemente al golpear el cuerpo desmayado del soldado contra el suelo. El problema se había solucionado satisfactoriamente.
Siempre podía confiar en Hugh, era un muchacho muy concienzudo en sus misiones.
¿Dónde estáis?
Gaerth soltó un suspiro cansado.
Ya vamos Meg, paciencia.
Su respuesta no se hizo esperar.
¡Paciencia! masculló con sorna Meg Estamos agotados y prácticamente congelados, con este maldito frío tan húmedo. Maldición, ¡no me siento los pies!
Gaerth escuchó como la joven resopló audiblemente.
Gaerth. Estamos a punto de?
Callarte, Meagan. Sentenció la voz de un hombre
¿Duncan?  Preguntó la joven Meg  No te metas en conversaciones ajenas.
Cuanto ataques de esta manera a nuestro señor Meagan, sí voy a entrometerme.
Con voz furiosa la joven le gritó al llamado Duncan.
Traidor, fornicador tramposo?
Gaerth sacudió la cabeza dolorido y cerró los ojos.
Los gritos que se estaban profiriendo los dos Guardianes, le estaban acribillando la mente. Lo más curioso de todo esto, era que seguramente ambos guardianes estuviesen el uno al lado del otro, esperando en  el acordado punto de reunión y curiosamente, estaban utilizando la conexión mental como medio para airear sus trapos sucios.
Arpía venenosa.
Gaerth abrió los ojos y los fijó en la luna.
Como era posible, en nombre del cielo, que esos dos fuesen pareja. Eran como el día y la noche, siempre discutiendo.
Si algún día Gaerth se decidía en buscar esposa elegiría a una muchacha callada y obediente, que no le saltase al cuello cada vez que no estuviesen de acuerdo con él. Deseaba que le diesen la razón al darse cuenta de que las decisiones que él tomase eran las más adecuadas. Tenía muy claro que por nada del mundo se emparejaría con una mujer de lengua afilada y humor llameante.
Cerdo estúpido.
Gaerth suspiró.
Esos dos no iban a cambiar.
Los conocía a ambos desde niños.
Se crió jugando con ellos en los patios imitando a sus mayores alzando unos palos como si fuesen espadas, corriendo a todos lados juntos imaginando participar en la búsqueda de fabulosos tesoros, combatiendo en sangrientas batallas contra dragones que tenían prisioneras en sus cuevas a frágiles doncellas atemorizadas por las bestias.
¡Cuantas tardes disfrutó de increíbles aventuras junto a sus tres mejores amigos! Aunque ahora, veinte años después era más preciso decir sus dos amigos y su amiga. Puesto que el escuálido y escurridizo Meg, resultó ser una bella muchacha llamada Meagan.
¡Qué astuta resultó ser la joven!
 Ninguno de ellos sospechó nada acerca de la verdadera naturaleza del valeroso Meg.
Bien es cierto que era más bajito que ellos, y no poseía mucha fuerza física. Pero como ellos, corría despreocupada por los campos y se subía a los árboles sin temor de alcanzar las ramas más altas.  Aprendió a blandir la espada  como un guerrero compensando la falta de fuerza con la agilidad y la flexibilidad que poseía.
Fue uno de ellos, hasta que llegó a la pubertad.
Sólo entonces les sorprendió a todos.
Gaerth no supo que era una mujer hasta que una tarde  se acercaron hasta él, Duncan y Meg, ambos cogidos de la mano. Al ver sus rostros relajados por la felicidad que les embargaban asimiló lo que hasta entonces sus ojos no querían dar crédito. Por como se miraban estaba claro que eran pareja. La ternura de su sonrisa le confirió suavidad al ovalado rostro de la joven, enmarcando sus rasgos femeninos. Había que reconocer que ayudó mucho ver las curvas que presentaba la mujer, al haber dejado atrás los apretados vendajes que oprimían sus pechos. 
Gaerth enseguida aceptó de buen grado tan singular unión.
No se pudo decir lo mismo de los demás miembros del clan.
Muchos fueron los que opinaron que se debía expulsar a la pareja por haberse mantenido oculta la verdadera naturaleza de Meagan.
 Les fue inconcebible que dos de los Guardianes que velaban por la herencia mágica del clan fuesen pareja, y más increíble aún que uno de ellos resultase ser una mujer.
Según las normas del clan, y las viejas costumbres, era inaceptable que las mujeres portasen armas o que participasen activamente en las batallas, y Meg como buena Guardiana que era, luchó varias veces en su corta vida con tal de proteger el pergamino que estaba ligado a su sangre.
Al clan no les quedó otra que aceptar a Meagan como guerrera y Guardiana del pergamino del Sur y a Duncan como su compañero y Guardián del pergamino del Este.
Al fin y al cabo la herencia mágica estaba vinculada con los lazos de sangre.
Los cuatro pergaminos que protegían el clan se pasaba de padres a hijos. Tan solo los descendientes de las cuatro familias que firmaron con su sangre el pacto original, eran capaces de recibir el poder que transmitía los pergaminos a sus protectores.

Tunante desagradecido, esta noche tú?
Gaerth no aguantó más esa absurda discusión y acabó explotando, gritándoles a su vez intentando hacerse oír entre tanto insulto y maldiciones.
¡Callaos los dos! Es absurdo que discutáis por todo, y haced el favor,? para la próxima vez no utilicéis la comunicación mental para deciros lo que pensáis de vosotros. ¡Demonios! Me importan poco vuestras peleas conyugales. 
Se hizo el silencio.
En esos momentos Gaerth vio como se acercaba Hugh guardando su espada en la funda.
Así que les comunicó a los Guardianes sintiendo que la conexión aún estaba abierta y que tan solo se habían callado seguramente abochornados por su lamentable actuación.
Hugh ya solucionó el problema que nos atrasaba, en quince minutos ya estamos a las puertas del santuario. Y, por todo lo que queráis esta noche comportaos. Nada puede salir mal. Si fallásemos,... podríamos perder nuestras vidas.
Pedimos disculpas por hacerte partícipe de nuestras discusiones, señor? comenzó a decirle Duncan con voz calmada como si estuviese pensando mucho lo que le tenía que decir? Mas compréndenos señor, tenemos los ánimos por los suelos. Estamos impacientes y nerviosos.
 Tened paciencia y guardad vuestras energías para el ritual.
 Sí, señor.
Al acabar de responderle, cortaron la conexión.
Gaerth se apartó de la roca donde se había apoyado cuando comenzó a escuchar la avalancha de insultos de sus Guardianes en su mente.
Cruzado de brazos, esperó a que su hermano se acercase hasta donde estaba él.
Antes de que le preguntase donde y como había dejado al soldado pues no quería por nada del mundo que el Consejo tuviese una buena excusa para echar definitivamente de las tierras a Hugh, el joven le comentó en voz alta y agitada.
? Solucionado, Gaerth. Lo dejé sin sentido detrás del arbusto desde donde nos espiaba. Cayó rendido a mis pies nada más empezar la pelea. ?  Movió la cabeza al tiempo en que proseguía? ¡Qué decepción! Pensé que podría tener una buena pelea antes del ritual para así poder relajarme y quitarme el estrés de encima, y el muy cobarde soltó su espada cuando lo acorralé detrás de los arbustos. Si casi se meó encima del miedo.
Gaerth entornó los ojos.
Que humor más retorcido tenía su hermano.
Primero busca excusas para no aceptar la misión y luego se lamentaba que no se hubiese alargado más la lucha, que no se hubiese enfrentado ante un buen guerrero con el que poder lucir sus habilidades con la espada.   
Inglés caprichoso.
Gaerth se descruzó los brazos y se acercó hasta el joven, colocando una de sus pesadas manos en el hombro derecho del muchacho. Pudo sentir como saltó sobresaltado Hugh  ante la familiaridad de aquel gesto.
Mirándolo a los ojos le dijo.
? En marcha pues, el Santuario nos espera. ? Bien hecho hermano.   
Inmediatamente después de decir esto se apartó de él y puso rumbo a las antiguas ruinas que había en una zona de la isla llamada Callanish.
En dos zancadas Hugh se puso a su lado manteniendo el ritmo de la caminata.
Pasados unos minutos rompió el silencio diciendo con voz apagada sin mirarle a la cara.
? Sigue alabándome de esa manera hermano, que acabaré?  ? se hizo el silencio entre ambos. Gaerth se giró y miró el perfil del joven, el titubeo, la confusión que mostraba su expresivo rostro. ? Pensando que estás enfermo, Gaerth.
Gaerth rompió a reír.
? ¡Qué! ? Exclamó Hugh sorprendido por el repentino ataque de risa que le dio a su hermano mayor ? ¿Qué te hace tanta gracia?
? Tú.
? ¡Cómo te atreves a reírte de mí! Nada más y nada menos que en mi propia cara.
? No lo tomes a mal inglés. No me río en tu cara, me río contigo.
? Estás mal de la vista, montañés. ? Repuso con sorna Hugh?  Ya que no estoy riéndome.
? Según lo mires. ?dijo Gaerth, aumentando el ritmo de la caminata, subiendo deprisa una empinada cuesta.
? Se...según lo mire,?no...no te comprendo, Gaerth. ? dijo Hugh entre bocanada y bocanada de aire, un poco agotado después de la pelea y al intentar mantener el paso de Gaerth.
? No hables, Hugh. Guarda tus fuerzas para luego. No vaya a ser que te agotes y solo consigas balbucear cuatro palabras mal dichas y en lugar de un guerrero traigamos a una simple mujer, o incluso a un niño.
El aludido rechinó los dientes y aceleró la subida de la cuesta, adelantando a Gaerth, realizando un esfuerzo sobrehumano con tal de alcanzar antes la cima.
Sonriendo Gaerth continuó el ascenso un poco más pausado ahora que no tenía que marcar el ritmo a Hugh.
Al llegar a la cima  Gaerth fijó su mirada más allá del horizonte.
Desde donde estaba parado podía ver el castillo  iluminado levemente por la luz de la luna y las antorchas que pendían de los puestos de vigilancia en las torres.
Más allá de todo ello, estaba el mar. El infinito y oscuro mar. Tan lleno de misteriosas y fabulosas criaturas mágicas.
Dejó vagar la mente, aprovechando que su hermano estaba apoyado contra una roca intentando recuperar el aliento después del esfuerzo que hizo al subir corriendo como un poseso la empinada cuesta.
Al fijar su mirada en las misteriosas aguas del mar recordó lo que le sucedió a los pocos días de haber cumplido los cinco años.

??????????????????????????????..

Siempre fue un niño muy inquieto travieso, un verdadero demonio como lo llamaba su niñera.  Y veinte años después tenía que darle la razón a la buena mujer.
Como muchas otras noches, Gaerth se había escabullido de su cuarto aprovechando que su vieja niñera estaba dormida. Cuando comenzaban los fuertes ronquidos, tenía vía libre para salir del cuarto sin ser descubierto.
Sin mucho cuidado se había puesto el plaid y había cogido la pequeña espada de madera que le había regalado su padre por su cumpleaños.
Según su padre había llegado el momento en que se tenía que entrenar junto a los demás jóvenes para llegar a ser un gran líder y guerrero.
Estaba deseoso por demostrarle a su padre el dominio que tenía con la espada. Bajaría por tanto, al patio, y durante una hora o dos entrenaría duramente para mejorar con la espada y así sorprender a su padre.
Una hora después ya no estaba tan contento, y no le parecía que hubiese sido una buena idea el bajar al patio.
Bullía de rabia y de vergüenza al ver en que lamentable estado se encontraba,..y en cambio el maldito muñeco de paja que había colgado en un poste de madera y que se utilizaba para practicar las estocadas con él, no hacía más que balancearse de un lado para otro sin el más mínimo rasguño. Estaba intacto moviéndose de un lado a otro por la fuerza del viento que se levantó. Parecía que se estaba burlando de su debilidad, de su falta de fuerza y destreza.
Fue denigrante.
Muñeco 1- Gaerth 0.
Cuando se disponía a sentarse en el suelo para recuperar fuerzas o al menos que le dejasen de temblar las piernas, vio salir a su madre.
       La mujer se había internado en las sombras, sin escolta. El verla escabullirse en la oscuridad del bosque recordó las  palabras que repetía sin cesar el laird a sus hombres, cuando estos bajaban el ritmo de las estocadas, cansados tras horas de duro e intenso entrenamiento.
<<? debemos ser cada vez más fuertes, más poderosos? En nuestra mano queda la seguridad de nuestras mujeres e hijos. Imaginad que tenéis delante al bastardo que secuestro a vuestra mujer para utilizarla sin remordimientos contra vosotros, como moneda de cambio? Imaginad,.. y golpead con todas vuestras fuerzas?.¡ Golpead los sacos con más brío!...>>
Decidido a defender a su madre, agarró la espada con más fuerza y comenzó a caminar rumbo al bosque.
Estaba decidido, iría tras ella la buscaría y la pondría a salvo.
Sin darse cuenta y siguiendo siempre las pisadas que había dejado su madre, se encontró en la cima de un acantilado. Era de poca pendiente, aunque para un niño de cinco años le parecía que era el más alto del mundo.
Sujetando la espada a su cinturón de cuero que le había regalado su madre bajó con cuidado y sin buenos resultados el acantilado.
Acabó rodando cayendo encima de unos brezales con espinas. Las magulladuras que se hizo esa noche le duraron más de una semana.
Cuando estuvo a punto de saltar a la playa y ponerse a buscar a su madre, unas carcajadas guturales le sobresaltaron.
Antes de aquella noche ya creía en la magia, como cualquier niño de su edad que se había criado escuchando los cuentos y  las leyendas que les relataban sus maestros. Pero aquella noche su pequeño mundo se amplió.
Descubrió que los seres mágicos si existían de verdad, que posiblemente todo lo que les contaban los ancianos podía ser verdad.
Como en las leyendas, de las frías aguas del mar surgió un ser, que se reía con fuerza al tiempo en que avanzaba hacia la orilla.
Nunca pudo olvidar ese primer encuentro con un ser mágico. Pues ese hombre que había salido del mar completamente  desnudo era un kelpie.
La piel húmeda del kelpie brillaba en tonos dorados bajo los reflejos de la luna, contrastando con el frío plateado de sus largos cabellos que se movían libres acariciando sus hombros y su espalda con cada paso que daba.
Lo que más le impactó no fue su belleza etérea del ser, si no sus ojos. Esos espeluznantes ojos completamente blancos, brillantes como dos luciérnagas.
Tan solo pudo observarlo desde lejos con la boca abierta y recordando las palabras de su niñera, una mujer muy supersticiosa y religiosa que le contaba también historias de seres fantásticos las noches en que protestaba disgustado por ser obligado a acostarse temprano.
       
... si te sumerges tanto tiempo,.. Podrás toparte con una criatura que come humanos,? especialmente mujeres? las atrae con su belleza hipnotizándolas con su mirada y  se las lleva hasta las profundidades del mar,.. Saboreando la lenta y agonizante muerte del mortal, para luego comerse sus entrañas y su corazón? los kelpies... son malvados por naturaleza y?

????????????????????????????..

? Gaerth continuamos.
La voz de su hermano le devolvió a la realidad.
Gaerth sacudió la cabeza sepultando en lo más profundo de su mente los recuerdos de aquellos días. Tenía que estar sereno y con el ánimo calmado si quería que el ritual saliese bien. Los sentimientos nublaban la mente, y podían llegar a truncarle sus planes e incluso costarle su vida.
Debía centrarse y dejar de soñar despierto.
Tenían una misión que cumplir.
? En marcha.
Quince minutos después estaban llegando a las puertas del lugar sagrado, en Callanish.
Utilizarían la peculiar colocación de las grandes piedras  de más de cuatro metros de altura para acumular la energía que irradiaba el suelo.
Se decía que el antiguo círculo de piedra era el asentamiento más antiguo de toda las highlands. Muchos historiadores  databan su construcción a los años de los primeros castillos, muchos otros decían que probablemente ya estaban ahí cuando llegaron los romanos a combatir contra los pictos.
Fuese cual fuese su historia, nadie podía negar que el lugar era mágico.
Las treinta y dos piedras que componían la cruz celta y que formaba parte de este sagrado lugar estaban situadas en un montículo que se asomaba al Loch Roag.
Trece de las piedras forman un círculo en el interior donde se encuentra el altar de piedra para los sacrificios. En esa piedra tendrían que dibujar los pertinentes símbolos para garantizar la seguridad de todos ellos, pues nunca se estaba del todo seguro de sí lo que se invocaba era pacífico o no. Si la suerte no estaba de su lado, podrían llegar a invocar a un ser mágico de naturaleza tenebrosa, dispuesto a acabar con ellos por haberlo traído a la fuerza a un mundo que no era el suyo.
Para llegar hasta el altar tenían que recorrer un largo pasillo de más de diecinueve piedras, todas orientadas hacia el norte.
Este bello lugar fue utilizado según las leyendas, por los hechiceros que vivieron en las islas hace ya más de tres siglos. Honraban en él, la belleza y la salvaje esencia de la madre naturaleza.
A unos pasos de la piedra que daba la bienvenida al pasillo principal del las ruinas, se encontraban sentados en unos troncos caídos tres figuras oscuras envueltas en unas capas de un color azabache.
Gaerth entrecerró los ojos y los identificó.
Como suponía ya estaban esperando los tres Guardianes, ocultos con sus capas oscuras para pasar desapercibidos de miradas extrañas.
De los tres fue Magnus quien los escuchó llegar levantándose al verlos.
Llegó corriendo hasta donde estaban, posicionándose al lado de Hugh.
? Al fin llegasteis.
? No presiones, Magnus. No tienes ni idea que tarde hemos tenido? Masculló Hugh al tiempo en que le palmeaban la espalda en un gesto de compañerismo.
Ambos jóvenes se conocían desde hacía cinco años y desde aquella se habían convertido en inseparables.
Juraron proteger sus respectivos pergaminos la misma noche, convirtiéndose en los Guardianes más jóvenes de la historia. La desgracia y la tragedia obligaron a que se tomase esa difícil decisión.
El que quedasen malheridos de  gravedad los Guardianes de los pergaminos del norte y del oeste aceleró que traspasasen su obligación y el deber de proteger los pergaminos a sus descendientes.     
? ¿Tenéis todo preparado?
? Eso ni se pregunta, señor. ? Contestó con orgullo el joven Magnus ? En el tiempo que empleasteis en asistir a la reunión nosotros dibujamos con la sal que robamos de las... 
? Tomamos prestada, Magnus. La sal que tomamos prestada.
? Lo que digas Hugh ? movió su mano restándole importancia? La sal que ?tomamos prestada?, ? enfatizó ? ya cubre el altar. Si el guerrero se vuelve bravo lo contendrá con su poder.
? Comencemos antes de que alguien venga a interrumpirnos.
Gaerth asintió, cerró los ojos levantando su cabeza hacia el cielo.
Respiró lentamente calmando su corazón. Cuando ya estuvo lo suficientemente despejado y tranquilo gritó al cielo.
? Convoco la niebla que duerme en las profundidades del océano, venid a mí. Cubrid la tierra que piso, la tierra que me rodea. ¡Obedecedme!
Como respuesta a su conjuro un rayo rasgó el cielo nocturno, iluminando el cielo brevemente, haciéndoles temblar al percibir la poderosa magia que se arremolinaba en el ambiente.
El viento comenzó a silbar con fuerza, golpeando sin piedad las ramas de las copas de los árboles. Sus capas se movían salvajes, molestándoles, dejando al descubierto sus rostros al caer hacia atrás las capuchas.
A su izquierda, vieron vibrar las aguas del mar, como salpicaban las rocas con fuerza.
Poco a poco surgió una espesa niebla desde las profundidades del agua, avanzando lentamente hacia donde estaban ellos. Cubrió las rocas, la playa, el sendero que conduce hasta la cima de la colina donde estaban, poco a poco se acercaba una pantalla de humo blanco hacia ellos. Dispuesta a envolverlos, a engullirlos.
Los Guardianes miraron con admiración y temor a Gaerth.
El poder que mostraba en las pocas veces que lo utilizaba era asombroso.
No se  podía ver nada, ni siquiera sus manos que se suponía que las tenían delante de sus narices.  La brillante y blanquecina nada los rodeaba.
? En estas condiciones  me niego a trabajar.
? Ja, ja, ja ? se carcajeó Gaerth al escuchar el lastimero tono de su hermano? La niebla perderá intensidad cuando nos adentremos en el Santuario, Hugh.
? Pues, agárrame hermano e indícame el camino hacia las puertas, que no veo por donde piso y seguro que me acabo tirando precipicio abajo. ? bromeó Hugh tomando rumbo hacia la entrada al círculo de piedras.
Unos minutos después.
? ¡Silencio! ? les exigió Gaerth cansado de la cháchara que mantuvieron los Guardianes durante el trayecto al círculo central del Santuario, sin éxito alguno. Los Guardianes seguían hablando entre ellos ignorando deliberadamente sus palabras.
Gaerth se pasó una mano por el cuello y lo masajeó. Esta noche se le estaba haciendo eterna.
Entrecerró los ojos y lo divisó, la piedra central.
Ya habían llegado.
Gaerth cerró entonces los ojos y alzó sus manos al aire, diciendo a continuación.
? Niebla permítenos ver lo que ocurre a nuestro alrededor, oculta este lugar sagrado solo a ojos extraños.
Más acabar de recitar el conjuro la niebla se despejó.
Para que se callasen de una vez, Gaerth cortó el puente mental que los unía e hizo temblar la tierra en unas suaves sacudidas, ordenando al mismo tiempo que el viento rugiese con fuerza revolviendo la tierra en suspensión en el ambiente tras las sacudidas.
Los Guardianes se dieron por aludidos, callando al momento.
En silencio se acercaron hasta la piedra del sacrificio, resguardándose con sus capas del fuerte viento que los golpeaba sin piedad, haciéndoles toser por la tierra que revoloteaba en el aire. Tan solo Magnus silbaba una tonadilla muy famosa por todos y utilizada por los Am bard durante las fiestas de la cosecha, la marcha de guerra del clan McLeod Oscuro. Todos se callaron al escuchar esa canción, tal vez algo ansiosos pues se sentían como corderos a punto de ser degollados por el matarife de turno.
Hugh  parpadeó varias veces notando como sus ojos lagrimeaban de dolor. La maldita arenilla que los rodeaba le dañó los ojos. Con la vista nublada se paró un instante y se restregó los ojos con sus manos mascullando en inglés unas cuantas maldiciones de cosecha propia.
Con un movimiento de su mano derecha Gaerth hizo cesar el molesto viento.
 Sus Guardianes sacudieron sus capas al ver que el viento se había parado de golpe dejando sus capuchas.
El primero que rompió el silencio fue Hugh que se acercó hasta un montón de piedras que señalaban los puntos cardinales alrededor del círculo, en la zona exterior de la frágil barrera de sal.
? Este es el norte, ¿no?
? Sí. ? contestó Magnus acercándose hasta él. ?  Será mejor que nos coloquemos donde nos corresponden y demos comienzo al ritual antes de que se haga de día.
? No exageres Magnus. ? Dijo Meg, acercándose hasta el montoncito de piedra que señalaba el Sur quedando parada enfrente de Hugh,  separados tan solo por unos cuatro metros de diámetro.
En cuestión de minutos los cuatro Guardianes se hallaban colocados en sus respectivos puestos. Todos cerraron los ojos al mismo tiempo y dejaron vacías sus mentes. Durante unos minutos solo se escuchaba el suave respirar de los cinco.
Antes de comenzar el ritual tenían que vaciar sus mentes de cualquier vestigio de debilidad, alejar los sentimientos de sus corazones. Debían ser libres de las ataduras que suponía pensar en otra cosa durante la invocación. Cuando comenzasen a murmurar las difíciles palabras del conjuro, escrito en una lengua extraña, olvidada hacía tiempo por los habitantes de nuestro mundo, debían ser ligeros como plumas, estar concentrados solo en las palabras, en nada más.
Gaerth los miró durante unos minutos y luego cerró sus ojos, imitándolos.
Según los pergaminos era necesaria su presencia y participación en el ritual. Él sería quien ligase su sangre con el guerrero que apareciese. El vínculo de sangre que formasen mantendría atado al Vanior impidiéndole así cometer una acto de venganza al ser reclutado por la fuerza y con resultado de derramamiento de sangre de inocentes miembros del clan.
Gaerth abrió los ojos y vio a los cuatro Guardianes preparados y dispuestos a comenzar. Estos tenían extendidos los pergaminos delante de ellos. Esos trozos de papel amarillentos se mantenían en el aire a la altura de sus ojos, impulsados con la fuerza de sus mentes y de los poderes que obtuvieron a través de ellos.
Sus rostros no mostraban duda alguna. Con voz monótona comenzaron a recitar lo que allí estaba escrito. Tan solo ellos podían leer sin dificultad las extrañas palabras.
Gaerth esperó a la señal de Duncan. Su amigo sería el encargado de indicarle cuando debía comenzar a entonar su parte de ritual.
En cuanto viese la señal tendría que posicionarse entre el norte y el oeste y verter un poco de su sangre con el cuchillo ceremonial y dejar que su cálida esencia manchase el interior del círculo atrayendo así con la fuerza de sus deseos al guerrero que los salvaría de la destrucción.
Los minutos de espera se le hicieron eternos.
Escuchando con atención llegó a entender frases sueltas del conjuro.

Os invoco?.
Con nuestro poder?.
Obedecerás a tu amo y señor?
Venido de otro tiempo?
Con la misión de enmendar nuestros errores?
La sangre es la vital,.. Vínculo de poder?

Ahora mi señor, es su turno. Le comunicó Duncan.
Gaerth se acercó entonces a la barrera.
 Una vez colocado en su sitio sacó del sporran una daga de plata enjoyada. Con la daga haría el ritual de sangre para sellar el pacto.
Alzó el brazo izquierdo hasta la altura de su pecho y se cortó la muñeca.
No le tembló la voz cuando recitó su parte de ritual.

Seré vuestro amo, vuestro señor. Vendréis a mí para cumplir mis deseos,? no dudaréis en atender mis necesidades. La vida y la muerte me pertenecen, soy señor y dueño de todo lo que te rodea, de lo que te preocupará. Mis deseos, la fuerza de mi magia romperá las barreras que nos mantienen separados. Atravesarás el puente entre los tiempos y vendrás a mí al escuchar mi voz. Estamos destinados a encontrarnos. Seremos  uno en esta vida y en la siguiente, hasta que el contrato que te trajo hasta mí finalice. Obedece, escucha mi voz??..
Aparece.

La fuerza de  la magia se podía sentir con claridad a su alrededor, lamiéndolos, reconociéndolos, saboreándolos, probándolos, comprobando si tenían el suficiente poder para abrir una brecha entre los mundos.
Cuando el  fuerte viento cesó de golpe, se sobresaltaron al ver como unas llamaradas surgieron del interior del círculo.
El poder que sentían aparecer poco a poco era inmenso, descomunal. Un poder que parecía no poseer límite. La columna de fuego se elevó con fuerza hasta alcanzar casi el cielo iluminando la noche.
A pesar de sus años de entrenamiento no pudieron ocultar el  miedo que les producía la invocación, al abrir brechas entre mundos paralelos, jugándose el pescuezo si no acertaban con el mundo en que moraban los Vaniors. Sin intención alguna podían llegar a abrir las puertas de un mundo de demonios ígneos, o de fantasmas devoradoras de almas.
El fuego parecía que protegía una figura que se comenzaba a vislumbrar entre las llamas.
Sólo podía significar una cosa que el guerrero estaba apareciendo ante ellos.
El guerrero estaba tumbado en el suelo con el rostro oculto con unos largos cabellos. Lo poco que permitía ver las llamas les mostró a un ser mágico de pequeña envergadura y constitución débil.
Gaerth sacudió la cabeza incrédulo.
¡Cómo era posible que el guerrero de la leyenda fuese tan pequeño!
Antes de que se diesen de cuenta el pacto ya se había sellado uniendo sus destinos con aquel ser.
La impaciencia los estaban consumiendo, querían ver con sus propios ojos si habían realizado correctamente el ritual, por suerte las llamas que envolvían al guerrero se estaban apagando lentamente ante ellos.
Cuando por fin se apagaron las llamas, lo vieron.
Gaerth gruñó maldiciendo su suerte.
No daba crédito lo que veían sus ojos.
El destino era cruel.  Caprichoso. Malicioso.
El ritual no debió salir bien. En algo debieron fallar, eso estaba claro.
Delante de ellos, el Vanior se revolvía inquieto sin dejar de temblar mientras se cubría la cabeza con sus manos como si la tenue luz le dañase los ojos.
El guerrero resultó ser una mujer.
Una mujer que estaba tirada en el suelo, de constitución pequeña y que aferraba con fuerza contra su cara una cosa blanca que tenía el aspecto de una almohada.
En lugar de presentarse un hombre de constitución fuerte cubierto con una brillante y poderosa armadura para el combate, alzando sus armas y dispuesto para la lucha cuanto antes,  se les aparecía una joven atemorizada y arrodillada en la dura piedra.
Gaerth resopló audiblemente incapaz de creer lo que estaba viendo.
Habían invocado a una niña. ¡Una maldita niña!
Pero cuando la joven alzó la cabeza  y se lo  quedó mirando con sus hipnóticos y brillantes ojos verdes, Gaerth contuvo el aliento.
Se había equivocado al juzgarla tan rápidamente. Esa vanior no era ninguna niña, era toda una mujer. 
Al moverse nerviosa la joven quedó de rodillas frente a él.
Entonces Gaerth se pudo dar el gusto de contemplarla con detenimiento.
El viento removía sus largos cabellos índigos que parecían lenguas de fuego ardiente lamiendo la aterciopelada piel de sus cremosos hombros.
Solo vestía una tela casi transparente con los hombros al descubierto. El tejido que la cubría tan escasamente era de un color parecido a la sangre y se le pegaba a su cuerpo como si fuese una segunda piel.
Gaerth gimió de frustración verla agacharse delante de él permitiéndole  ver toda la belleza de sus curvas.
La joven estaba alterada, respirando con agitación. Ese cuerpo sinuoso estaba quebrando el control que mantenía Gaerth con su cuerpo.
No podía dejar de mirarla, hipnotizado. Seguía con los ojos el subir y bajar del pecho de la joven que respiraba agitada.
Sin poder contenerse, Gaerth deslizó su mirada por la cintura de la joven, deteniendo su inspección en su ombligo donde brillaba contra la dorada piel del estómago de la joven una perla plateada que se movía si la mujer cambiaba de postura.
Después de observarla con detenimiento Gaerth estaba muy tentado de deslizar sus manos por el abdomen de la joven y saborear con su lengua la hendidura de su ombligo jugueteando con sus dientes con la extraña perla plateada que mostraba. 
Los rápidos movimientos de la joven, que azorada ante el penetrante escrutinio del  hombre se tapó con sus manos sus pechos, distrajeron a Gaerth que alzó la vista y se la quedó mirando a los ojos.
¡Qué ojos!
Gaerth,.. Esta mujer? ¿es el vanior que esperábamos?
Gaerth carraspeó con fuerza y buscó con la mirada a su hermano.
El joven no despegaba su vista del cuerpo de la muchacha. No sabía por que pero no le gustaba nada la manera tan depredadora en que observaba su hermano a la joven.
Cerró los puños bramándole a la mente de Hugh.
Te exijo que dejes de mirarla de esa manera.
¿De que manera me dices, hermano?
Como si estuvieses a punto de saltar sobre ella y devorarla. Esa expresión en tu rostro se asemejaba a la de un felino acorralando a un asustadizo ratón.
La risa de su hermano le enfureció más.
Cuando estaba a punto de gritarle a Hugh, Gaerth fijó su mirada en el enrojecido rostro de la mujer. Tuvo que luchar con todas sus fuerzas contra la lujuria que lo quemaba por dentro y que lo había dejado duro como una piedra.
Tan solo deseaba saltar al círculo y arrancarle la tela que la cubría y saborearla a fondo.   
Aturdido por el rumbo que estaba tomando sus pensamientos, Gaerth sacudió la cabeza varias veces.
El vínculo de sangre que había creado a través del pacto debía ser más fuerte de lo esperado pues  nunca antes había deseado a una mujer con tal intensidad.
Con solo verla se sentía derretir por dentro dejándolo tembloroso de pies a cabezas como si de un adolescente inexperto se tratase.
Pero no lo podía remediar, toda ella era exquisita, deseable, alimentando su sola presencia la pasión que le abrasaba.   
Definitivamente no era como se habían imaginado que sería el elegido.
 Su apariencia, su forma de vestir su extraña manera de expresarse  sus proposiciones descaradas.
El ritual de invocación no había salido como esperaban.



Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 13, 2010, 18:43:43





(http://img268.imageshack.us/img268/3268/elguerrerodemidestino.th.jpg) (http://img268.imageshack.us/i/elguerrerodemidestino.jpg/)

Uploaded with ImageShack.us (http://imageshack.us)



CAPÍTULO 3

Londres, 2006.

A Bridgit Woods no le podía haber ido peor el día, era prácticamente imposible que se le complicase más las cosas. Sin ir más lejos, esa misma tarde, en tan solo dos horas, lo había perdido todo.
El cretino de su ex ?jefe seguramente apurado por las pérdidas que estaba sufriendo la compañía familiar que dirigía, había decidido realizar un recorte drástico de la plantilla. Por suerte o por desgracia, Bridgit había sido una de las ?afortunadas? en recibir el gran honor de encontrarse encima de la mesa de su despacho la temida carta de despido.
Bridgit se encontraba esperando a que cambiase de color el semáforo, sujetando contra su pecho la caja de cartón en la que empaquetó sus cosas.
Bridgit se removió inquieta en el sitio golpeando sin pretenderlo a las personas que al igual que ella aguardaban para poder cruzar la calle.
Miró hacia el oscurecido cielo. Los días se habían acortado, a pesar de ser solo las seis y media de la tarde, el cielo estaba oscuro como si ya fuese de noche. Comenzaba a hacer frío.
Estaba a punto de llover e ironías del destino, ella sin paraguas.
Al cambiar el semáforo peatonal de rojo a verde, Bridgit agarró con fuerza la caja pegándola más a su cuerpo y echó a correr haciendo oídos sordos a las protestas de los viandantes que fueron golpeados con la caja.
Sólo tenía una cosa en mente, llegar cuanto antes a la seguridad de su hogar.
Minutos después  a las puertas de su casa, la alcanzó la lluvia.
¡Y vaya manera de llover!
Fue cuestión de segundos lo que tardó en abrir la puerta, pero cuando consiguió entrar dentro de su casa se encontraba mojada, calada hasta los huesos y tiritando de frío.
Antes de llegar al salón se quitó las botas y las lanzó lejos de ella.
Por nada del mundo iba a estropear la alfombra persa que le había regalado su amiga Sylvia las navidades pasadas.
Encendió las luces del salón y dejó el abrigo en el perchero.
? Adiós al abrigo de lana ? musitó Bridgit al tiempo que revisaba los bolsillos del mismo? Tendré que llevarlo a la tintorería. Más gastos innecesarios. ? Se quejó cerrando la puerta del perchero? Y justo cuando estoy sin trabajo.
Después de despojarse de la ropa húmeda y dejarla tirada por el suelo, se dirigió en ropa interior hacia el cuarto de baño.
Con solo pensar en sentir el agua caliente recorrer su espalda, se relajó. Bridgit estaba completamente segura que uno de los mayores placeres de la vida era una buena ducha caliente después de un día nefasto.
Abrió el grifo y esperó.
Mientras se quitó el sujetador y la braga de encaje que llevaba a juego y las dejó en el tambor de la ropa sucia.
Tembló sobresaltada al sentir el choque de temperatura, el agua aún salía fría.
Castañeando reguló los dos grifos para acertar con la temperatura adecuada del agua.
? ¡Ah! Así si. ? suspiró cerrando los ojos sintiéndose envolver por el agua tibia.
Se sentía en el cielo.
Dejó salir todo el malestar y las malas vibraciones que acumuló durante todo el día. Un pequeño ritual, que le había enseñado su madre, cuando era pequeña.
 Al abrir los ojos fijó su mirada en el agua, casi podía jurar que el agua que corría por su cuerpo cambiaba de color al llegar al suelo del plato de la ducha. Amarilla por las envidias ajenas vertidas sobre ella, verde por los proyectos frustrados que vio truncarse de una manera trágica, azul oscuro de su soledad.
Apoyó la frente en los azulejos dejando que el chorro de agua caliente recorriese su espalda dolorida.
Bridgit soltó lentamente la respiración.
¡Qué gusto!, ¡qué calor!
Era un poco irónico que le aliviase el agua, sobre todo al ser ella una descendiente de la casta de los Vaniors de Fuego.
El fuego era su elemento, la fuente de su energía.
Su herencia, su pasado.
Bridgit cerró los puños con fuerza golpeando los azulejos que tenía frente a ella.
Rechinó los dientes, dolorida y enfadada a la vez.
No debía pensar en su pasado, no quería recordar lo que le había sucedido de pequeña en la mansión familiar.
Era demasiado doloroso, pero los recuerdos la asaltaban en cuanto bajaba la guardia. No lo podía remediar. Aunque quisiese nunca podría olvidar la mansión el que vivió de niña. La mansión Vanior era una próspera propiedad de su familia perteneciente a la orgullosa casta de los Woods del norte.  El hogar de su infancia, con sus bellos jardines de rosas de todos los colores que impregnaban con su aroma toda la propiedad, no era más que una masa de amasijos de hierros en el presente.
Una gran propiedad, destruida y reducida a cenizas en tan solo unas horas, junto a decenas de mujeres y niños Vaniors, la noche en que Bridgit cumplió nueve años.
Miles de recuerdos muy dolorosos acerca de su truncada niñez y adolescencia tomaron forma en su mente, empañando la relajación que había alcanzado minutos antes.
Cansada de pensar siempre en lo mismo, Bridgit cerró el grifo y salió de la ducha.
Envuelta en la toalla puso rumbo a la cocina.
Tomaría un chocolate caliente y se acostaría.
Minutos después se sentó en el sofá con una taza humeante en las manos.
Apoyó sus piernas en la mesa de cristal que tenía delante del sofá en medio del salón y encendió la televisión.
Quince minutos más tarde bostezaba cambiando de canales cada pocos minutos. No había nada que le interesase.
 Cuando se hubo acabado la taza la dejó encima de la mesa y se levantó lentamente,  estirándose a continuación.
Ya en su dormitorio tiró la toalla a un lado de la habitación y abrió un cajón de la cómoda.
Sacó uno de esos camisones que le compró su amiga Sylvia como regalo picante en su cumpleaños y se lo puso.
Se miró en el espejo y admiró la seda roja que se pegaba a su piel revelando sus curvas.
Dos vistazos más en el espejo y se acostó en la cama tapándose con la sábana hasta el pecho. Leería un rato la novela nueva que se había comprado, hasta que le entrase el sueño. A ver si sumergiéndose en la historia del atormentado vampiro Rodelsfen que aspiraba a conseguir un alma gracias al amor de una mortal, se olvidaba aunque fuese por unas horas, del nefasto día que había tenido.
Bridgit era una apasionada de las historias de vampiros. A pesar de renegar en el amor, le gustaba leer de vez en cuando libros de temática romántica paranormal. Sus favoritas eran las historias de vampiros que capturaban el amor de una mortal para poder sobrevivir a la pesadez de los siglos de existencia o la de licántropos que secuestraban a mujeres de fuerte carácter al oler en ellas la compañera para toda la vida.
Quizás fuese que ella sabía que la magia existía de verdad, que la existencia de otras razas no eran solo cuentos o leyendas urbanas que se pusieron de moda en Occidente después de aparecer la novela de Bram Stocker.
Para Bridgit, esos seres eran tan reales como ella misma. Existían los licántropos, los vampiros, los fantasmas, las criaturas que habitaban los mares, los brujos, los vaniors.
 Por ello, le hacía gracia la manera en que se imaginaban hoy en día las escritoras a esos seres concediéndoles características humanas, como la pasión, el sacrificio, la compasión o incluso el amor, cuando en realidad, más de la mitad de esos seres no eran más que unos animales salvajes sin sentimientos algunos. O al menos eso era lo que le enseñaron en la Academia de magia a la que asistió junto a los demás  niños y niñas vaniors. Al cumplir los cuatro años, sus padres la enviaron a la Academia. Recordaba con cuanta ilusión asistía a esas clases ya que al igual que su padre, o que sus hermanos, quería ser una buena guerrera, una buena cazadora y protectora.
Pero como pasa en la vida real, los sueños no dejaban de ser solo sueños.
Sueños de infancia, en la que se veía como una Vanior cazadora siempre dispuesta a salvar a su familia de los ataques de las otras casas de Vaniors.
Sin embargo, a sus veinticuatro años ninguno de esos sueños se mantenía ya en pie. Ya no soñaba con ser la mejor Vanior, la más poderosa, la que más hechizos supiese. Tan solo quería conseguir un buen trabajo, en el que no se preocupase de si continuaba en el puesto o no, y que con el sueldo que ganase pudiese comprarse un piso en aquella ciudad. 
Doce páginas después, se estaba quedando dormida. Cuando estaba a punto de apagar la lamparilla de noche, sonó el teléfono. 
Estuvo tentada a no cogerlo. Pero algo en su interior le dijo que atendiese la llamada, y eso fue lo que hizo.
? ¿Sí?
Tan solo escuchó un grito de alegría. Algo intrigada Bridgit volvió a preguntar.
? ¿Quién eres?
? Brie, ¿cómo no me reconoces?
Bridgit suspiró y le contestó a su amiga.
? Sylvia como quieres que te reconozca chica, si lo único que escuché fueron unos gritos de alegría? ¡Podría ser cualquiera!
? Sí,...claro. ? repuso con petulancia Sylvia desde el otro lado del teléfono.
? ¿Qué deseas?... ¿Te pasó algo?
Después de jadear por la sorpresa le dijo Sylvia.
 ? ¡Cómo lo sabes! ¡Eres una bruja! Estoy segura.
 ? Lo que digas Sylvia. ? nunca le había hablado de su verdadera naturaleza a su amiga. Nadie sabía que pertenecía a otra raza. ?  Pero hasta tú lo habrías supuesto,.. si yo te llamase cerca de las doce de la noche y con voz llena de preocupación?.
? ¡Tanto se me nota!
? Sí.
? Bien. ?  Carraspeó nerviosa? Te llamaba por que estoy metida en un buen lío.
? Suelta, que hiciste esta vez. ? preguntó Bridgit. Su amiga a pesar de su buen carácter, a veces parecía que se transformaba y podía llegar a ser una fiera. En su juventud ya había sido detenida dos veces a causa de no querer mostrar su documentación a los agentes que se la pidieron y gritarles que era unos abusones y unos comprados. A ver en que lío andaba metida esta vez.
? Me acosa un sanguinario vampiro, Brie.
Bridgit nunca se esperó esa respuesta.
No lo pudo remediar, se echó a reír con fuerza. 
Después de quince minutos intentando calmar a su amiga, que se enfadó cuando la escuchó reír, Bridgit pudo colgar el teléfono. Le escocía la oreja derecha al llevar tanto tiempo con el auricular pegado a ella.
Apagó la luz de la lamparilla y cerró los ojos, pero no conseguía dormir.
Estaba preocupada por su amiga, lo que le contó Sylvia le había tomado por sorpresa. Los detalles que describió del ataque que sufrió a manos del vampiro eran demasiado reales para ser solo fruto de la imaginación. Estaba claro que un vampiro de verdad la acosaba.
Bridgit se giró y agarró la almohada buscando una postura cómoda para descansar.
Sylvia estaba en peligro de muerte.
Sólo se le ocurría un motivo algo razonable por el que un vampiro persiguiese a Sylvia y era que ese ser quería eliminarla. Según recordaba, los miembros de la raza vampírica eran muy recelosos, siempre manteniendo oculta su presencia, su propia existencia. Quien rompiese el pacto de silencio sería eliminado, si un mortal los viese tenía que ser eliminado inmediatamente.
Cuando comenzase a salir los primeros rayos de sol, saldría con el coche rumbo al apartamento de Sylvia. Utilizarían la ventaja de los mortíferos rayos del sol, en su favor. Durante esas horas diurnas podían empaquetar en cajas las cosas de su amiga y salir pitando antes de que el sol se pusiese.
Algo más relajada, cerró los ojos. A los pocos minutos el sueño la envolvió sumergiéndola en la oscuridad.
Bridgit se dejó llevar, rezando todo lo que se acordaba para que los malos sueños no la acosasen esa noche y la dejasen descansar tranquila.
Cuando el reloj que había colgado en medio de la habitación, cerca del armario empotrado dio la una de la madrugada, Bridgit se despertó.
Toda su habitación se movía.
Los fuertes temblores sacudían su cama, asustándola. Medio adormilada Bridgit se sentó en la cama agarrando con fuerza la almohada. Estaba confusa, creía que en aquella zona los terremotos no eran frecuentes. Y si en el telediario no dijeron nada, ¿cómo era posible que hubiese un terremoto así de repente?
No sabía muy bien que hacer. Todos alguna vez habían leído o visto en documentales que en caso de sufrir un terremoto había que cerrar las llaves de gas y de agua, no bajar a la calle en los ascensores un montón de reglas que se debían seguir pero que a la hora de la verdad no se recuerda ni la mitad de ellas. 
Cuando se iba a levantar y colocar debajo del marco de la puerta, una intensa luz la envolvió.
Cerró los ojos dolorida, la luz la estaba dejando ciega.
Gritó. Gritó con fuerza pero no escuchaba su voz.
Entreabrió un ojo y vislumbró unas ráfagas de fuego que la envolvían. Ahora si que estaba aterrada. Esperaba que todo fuese un sueño, una mala pesadilla fruto de la preocupación. 
Sepultó su rostro en la almohada protegiéndose del fuego que lamía su piel.
De golpe unos cánticos fuertes y claros resonaron en su mente.

Ven a nosotros?????..
Obedécenos?????
Eres mía?????.
Mía?.

Era extraño.
Conocía esas palabras.
 Nunca las había oído antes, pero en su interior las conocía, como si siempre estuviesen ahí, grabadas en su corazón.
 No podía negarse, no podía escapar,... tenía que ir a su encuentro, debía obedecer.
El tiempo pareció transcurrir muy lentamente, en cuanto sintió que los temblores cesaron se aventuró a mirar a su alrededor.
Para su sorpresa ya no se encontraba en su cómodo colchón sino tirada en el suelo rodeada de fuego que la enjaulaba en una prisión circular.
Con curiosidad estiró la mano y la deslizó sobre la columna, para  alegría suya el fuego no la quemaba.
Al moverse encontró esparcidos por el suelo unos polvos de un color blanco. Cuando los quiso tocar se quemó.
Retiró la mano dolorida y miró con recelo y temor al círculo del suelo.
Si no los podía tocar estaba atrapada.
Alguien la había capturado. Pero si no era un sueño? ¿Por qué no la quemaba el fuego?
Ya dudaba de todo. ¿Era un sueño o no era un sueño?
¿Estaba siendo secuestrada o solo era un producto de su mente?
Antes de que siguiese torturando con las dudas el fuego se apagó.
En cuanto alzó la vista las llamas se apagaron del todo. Fue entonces cuando lo vio dejándola con la boca abierta.
Ante ella se encontraba el hombre más hermoso que había visto en su vida. Parecía uno de esos modelos de ropa interior que contemplabas casi babeando en los folletos de propaganda, preguntándote interiormente si esos hombres eran reales o solo era el resultado de un buen programa de ordenador.
El sex symbol estaba casi desnudo, tapado tan solo con una ridícula tela negra con la que se envolvió la cadera y parte del hombro.
Un dios que debería medir cerca de los dos metros de altura dueño de unos bíceps que no conseguiría rodear con sus manos aunque quisiese. La melena azabache que poseía el hombre  se movía al viento ocultándole por momentos su rostro.
Cuando Bridgit consiguió verle el rostro, se sorprendió al ver la expresión de la cara del extraño. La mueca de su rostro era bastante cómica, con los ojos abiertos como platos la nariz aguileña fruncida al tiempo en que arqueaba las cejas mientras apretaba la mandíbula con fuerza. Solo sus rosados labios se abrían y se cerraban en un movimiento de incredulidad.
¡Qué labios! Pensó la joven admirándolos. Daba gusto contemplarlos, tan rosados y húmedos que pedían a gritos que los besase, mordisqueándolos suavemente hasta hacer enloquecer a su dueño.
Casi rió al verle jadear de sorpresa cuando ella cambio de postura y quedó sentada con las piernas entreabiertas cara él. Ese hombre pedía a gritos que se le tirase encima y le arrancase con los dientes la ropa que llevaba puesta.
Bridgit cerró los ojos y buscó vestigios de magia, pero no halló nada. Solo sentía un deseo carnal como nunca antes había sentido. Ese hombre no tenía aspecto de vampiro, ni de otra oscura criatura de la noche.
Abrió los ojos de nuevo y lo miró fijamente.
¡Qué bíceps!...Ummm, que cuerpo?
Pasó la lengua por los resecos labios, humedeciéndolos. De nuevo se escuchó un jadeo de parte del hombre.
Bridgit  sonrió traviesa.
¡Lo había avergonzado!
Pero no le dijo nada. El sex symbol comenzó a entonar la canción que escuchó en su mente cuando aún estaba en su cama. Las mismas palabras, la misma voz.
Abrió los ojos sorprendida y se levantó dejando olvidada en el suelo la almohada. Avanzó un paso hacia él y estiró la mano.
Quería que parase, el calor que sentía en esos momentos era abrasador, más incluso que el deseo y la lujuria que sintió al verlo por primera vez.
Podía sentir como bullía su poder, como exigía a gritos en su mente y en su corazón ser liberado, que aceptase su verdadera naturaleza, su herencia.
Bridgit sacudió la cabeza asustada.
Antes de que alcanzase la barrera invisible que la separaba de él, el pecho le comenzó a palpitar doblándola en dos por el dolor.
Fue en ese momento cuando Bridgit comenzó a gritar a pleno pulmón.
El tirón que sentía en el pecho aumentaba cada vez más. El dolor se sumergía poco a poco en sus carnes abriéndola, dejándola malherida y sollozante ante sus captores.
Bridgit se dejó caer al suelo exhausta. Oprimiendo sus manos contra su pecho. Comenzó a sollozar con fuerza.
Estaba perdiendo el control de su cuerpo.
De golpe su magia se liberó.
Alzó los brazos y gritó.
De su cuerpo salió una columna de fuego y a su alrededor chisporroteó las ráfagas de fuego. Las llamas se elevaron hacia el estrellado cielo iluminando la noche. La tierra tembló al sentir tal despliegue de poder.
Ella no sentía lo que sucedía a su alrededor solo dejó salir el torrente de llamas que había en su interior. Solo quería olvidar, sumergirse en la nada. Dejar que el fuego purificase su alma, quemase a los que la dañaban.
No escuchó los jadeos de sorpresa y temor que se elevaron a su alrededor.
Los Guardianes la contemplaban con asombro, y algo temerosos al haber desatado esa furia mágica. Esperaban que las barreras aguantasen ese inmenso poder que se estaba manifestando delante de ellos.
De la misma manera en que se desató la magia ésta desapareció de golpe, dejando en el aire un vestigio débil de poder.
No fue hasta que el fuego cesó, cuando Gaerth acabó de recitar la última parte del pacto.
Para poder continuar con el ritual tuvo que cerrar los ojos.
Cuando la vio estirando las manos con mirada suplicante y los ojos llorosos, estuvo a punto de dejar de recitar el complicado conjuro y acudir en su auxilio. Aún con los ojos cerrados, le asaltaban la imagen de las mejillas sonrosadas surcadas por las lágrimas y los gritos de dolor que estaba profiriendo la joven. Le dolía tanto como a él. No quería hacerla sufrir, no deseaba que fuese tan doloroso.
Así que tuvo que serenarse y vaciar su mente, pensando en esa mujer, como si solo fuese un instrumento, un arma para alcanzar sus objetivos, para consumar su venganza.
El poder que vio brotar de la joven era inmenso.
Tal vez la había juzgado precipitadamente, al considerarla una débil muchacha, y algo atolondrada por la sarta de estupideces e incoherencias que inundaron su mente al imaginarle como un dios del sexo.
Por todos los dioses, si que tuvo que hacer mano a todo su autocontrol para no gemir de placer, al ver las imágenes que invadían la mente de la joven.
Por que para desgracia de su control, si que era imaginativa la mujer, con todas esas complicadas posturas, y los extraños aparatos que tenía a veces en sus manos la joven para torturarle y hacerle suplicar que lo dejase sumergirse dentro de ella.
Tan solo las carcajadas de sus acompañantes lo sacó del trance de lujuria que lo sumergió la mujer.
No lo pudo remediar, jadeó de sorpresa y deseo al verla humedecer sus rosados labios con su lengua.
Sacudió la cabeza y dejó de pensar en todo lo que le haría a la joven. Debía pensar en ella como la guerrera que había parecido por el círculo para llevar a cabo su venganza, nada más.
Cuando finalizase lo que le exigiría, la enviaría de vuelta al mundo del que salió. No deseaba tener a esa tentación cerca de él. Lo volvería loco en tan solo unos meses. Ya se veía jadeando como un perro en celo, detrás de esa perra.
Al igual que la joven minutos antes, un fuerte dolor sacudió el cuerpo de Gaerth. Con la mano sobre su pecho jadeó de dolor y buscó con la mirada a la muchacha. Esta su vez lo miraba con una súplica silenciosa en sus ojos.
Como si el destino lo arrastrase Gaerth bajó su brazo intentado alcanzar a la joven. Antes de poder rozarla, la mujer calló al suelo desmayada, resonando el golpe en el silencio de la noche. Gaerth dio un paso hacia atrás, agarrándose con fuerza su pecho, arrancándose su plaid de un tirón, como si deseaba que lo que lo quemaba vivo desapareciese de su piel. Se tambaleó durante unos segundos y cayó.
Antes de que su hermano se golpease la cabeza con alguna de la rocas que había desperdigadas por el suelo, Hugh  corrió hacia su encuentro y lo sujetó por los hombros, depositándolo con cuidado en la tierra.
 Entonces Hugh se levantó y contempló a los demás Guardianes que se acercaron hasta la joven, deshaciendo la barrera de sal con sus botas.
Tenían que llevar  a los desmayados hasta un lugar seguro.
A Gaerth lo dejarían en su cuarto.  El pobre hombre tenía muy mal despertar, y por el dolor que transmitió su contorsionado rostro, ninguno de ellos querría estar cerca de él, cuando este se despertarse por la mañana o se podían ver volando ventana abajo, al ser golpeados por Gaerth con una bola de poder.
¿Y la joven? Hugh movió la cabeza, confuso. No sabía muy bien que hacer con ella. Ya se le ocurriría algo, lo primordial era regresar a casa, descansar.
En silencio se repartieron las tareas, llevando a cuestas a los desmayados. Comenzaron a descender la cuesta rumbo al pueblo.
Sumergido en sus pensamientos, Hugh sonrió al recordar como el envarado de su hermano se había sonrojado al escuchar las palabras de la joven. Estaba seguro que esa descarada muchacha iba a causar mucho revuelo en el clan. A pesar de que su inglés era muy extraño, con un acento que no reconocía, todos habían conseguido entender lo que pensó sobre Gaerth.
Sin dejar de sonreír Hugh siguió avanzando, acompasando su paso con el de Duncan mientras cargaban el pesado cuerpo de Gaerth.
Definitivamente, el destino lo dicta una mujer. Jugando caprichosamente con todos nosotros.  Los próximos días van a ser muy interesantes. Pensó Hugh  mientras comenzaba a avanzar de regreso al castillo cargando con su hermano ayudado por Duncan y seguido por los otros dos Guardianes que custodiaban el tesoro dormido en brazos de Magnus.


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Valnelia en Julio 14, 2010, 12:12:06
Gracias wapa.    emo95

Prometo leerlos cuando tenga un poco de tiempo, sé que me lo regalaste hace tiempo y aun no lo leí, pero de esta no pasa...     emo 103


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Valnelia en Julio 14, 2010, 12:13:16
Me encanta la portada, tan oscura.    emo95


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Vanne en Julio 15, 2010, 06:22:03
Gracias

Me los leereeeee, tu sigue poniendo maaaaaaas jajajaa..  emo_94 emo_94 emo_94


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: THE DARK QUEEN en Julio 15, 2010, 09:39:29
sip, yo tambien se ve interesante pero, esperare a que pongas  porque despues me engancho y tengo mas para leer.. me encanta!!!!!!


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 15, 2010, 10:03:31
Gracias chicas!!! prometo que la colgaré entera, poco a poco pues estoy sin internet en casa pero bueno, a finales del verano seguro que ya la habeis leído completa

un besito

 


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Kira en Julio 15, 2010, 10:18:14
al final del verano?  emo 106 eso es muuuuuuuuuuuuucho tiempo de espera  emo 108  ¿alguien me regala un poquito de paciencia?  emo 105
 emo 039


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Valnelia en Julio 15, 2010, 10:56:36
Cuando tengas tiempo, wapi, estaremos esperándola.    emo_94

Amos, kira, ¿que le falta al final del verano, mes y medio?    emo 026


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Kira en Julio 15, 2010, 11:29:05
para unas cosas es poco tiempo, para otras........... una eternidad  emo 108
 emo 039


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: THE DARK QUEEN en Julio 15, 2010, 19:10:39
 emo 108


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 16, 2010, 10:56:17
al final del verano?  emo 106 eso es muuuuuuuuuuuuucho tiempo de espera  emo 108  ¿alguien me regala un poquito de paciencia?  emo 105
 emo 039

jejeje si que es mucho tiempo, pero es que en agosto me voy semana y media a londres a casa de una amiga, así que esa semana no colgaré nada

y el libro tiene mas de 20 capis

intentaré colgar dos capis de cada vez

y recordad....quiero comentariossssssssssssss jejejjee

muchos besosssss


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Kira en Julio 16, 2010, 11:36:46
si quieres comentarios, no te preocupes q los tendras, ahora no me responsabilizo de q tipo sean  emo 109
 emo 039


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 17, 2010, 12:58:00
CAPÍTULO 4


Highlands, 1134 d.C .Al día siguiente de la invocación.

La luz de la mañana penetraba entre las rendijas de las descosidas y viejas cortinas del cuarto. La austeridad y el orden, imperaban en aquella sombría estancia del piso superior del castillo. Apenas lucía unas pieles de oso como único adorno, extendidas en el suelo del cuarto amortiguando así el frío que penetraba por las losas de piedra que cubría el suelo. Al pie de la gran cama matrimonial había un baúl de madera tallado con motivos florales y lo que parecía el anagrama de un nombre escrito en una lengua extraña.
Cuando los cálidos rayos del sol alcanzaron el rostro del hombre que se hallaba durmiendo en la cama, era cerca del mediodía. La actividad en el castillo era más que evidente, con el ir y venir de las criadas y el alboroto provocado por los soldados que se hallaban en el patio de armas. Una de las ventajas de tener el dormitorio orientado hacia el patio donde se entrenaban los soldados a diario, era que se podía evaluar, sin ser visto, la actividad de estos y sopesar su nivel. Pero en días como el de hoy, Gaerth no encontraba ninguna ventaja el poder escuchar con total claridad el entrechocar de las espadas y los insultos que se gritaban los soldados entre ellos.
El día que consiguió dormir a pierna suelta, sin despertarse sobresaltado durante la madrugada acosado por las pesadillas, le tenían que despertar. Definitivamente el mundo se había vuelto en su contra.
? Mandaré quemar esas malditas cortinas comidas por los bichos. ? se quejó al tiempo en que giraba el rostro para poder quedar de espaldas a la ventana.
Cerró los ojos e intentó ignorar los gritos que provenían del patio y el molesto canturreo de las criadas que paseaban por los pasillos.
Un nuevo día le saludaba y él lo único que deseaba hacer era despejar su mente y dejarse llevar por la oscuridad.
Desgraciadamente debía levantarse e ir a buscar a Hugh.
Su mente estaba en blanco. Después de la quemazón que sintió en el pecho y el dolor agudo que oprimió su corazón no recordaba nada más.
Tenía que preguntarle si la invocación se había completado con éxito.
Suspirando se incorporó muy lentamente hasta quedar sentado en la cama, apoyando la espalda contra el cabecero de madera. Las sábanas de lino se deslizaron por su cuerpo hasta quedar amontonadas en su cintura.
 La imagen que mostraba Gaerth era salvaje, demoledora. Sus cabellos estaban sueltos desperdigados por sus hombros y su espalda. Los marcados músculos estaban cubiertos de una fina capa de sudor, recorriéndole muy lentamente pequeñas gotitas por su abdomen, hasta perderse en el montón de tela de lino.
Cuando se dispuso a levantarse de la cama lo encontró, sobre su pecho.
Un extraño símbolo de un color azabache brillante.
La forma del dibujo no se podía identificar bien por la falta de iluminación, así que se movió por la cama hasta quedar sentado sobre una intensa ráfaga de luz.
? ¡Un dragón! ? exclamó asombrado deslizando sus dedos sobre las líneas negras.
Gaerth examinó detenidamente la imagen, siguiendo con las yemas de sus dedos el contorno del dragón. Parecía muy real, como si de un momento a otro esa criatura fuese a remontar el vuelo extendiendo sus alas. El extraño dragón mantenía la mandíbula abierta, mostrando sus afilados colmillos, amenazante con las garras rodeándole el pezón izquierdo sujetándose con fuerza en torno a su corazón.
Gaerth sacudió la cabeza y buscó en su mente si la aparición de marcas en su cuerpo formaba parte del ritual. Pero no encontró nada.
Abrió los ojos y miró a su alrededor.
? Poco importa ahora. ? murmuró apartando las sábanas que lo cubrían hasta la cintura y se sentó en el borde de la cama posando los pies en el suelo.
El que tuviese una marca con forma de dragón, le suponía un pago muy pequeño por haber concluido con éxito la invocación.
Se palmeó la rodilla y se levantó avanzando hasta la ventana.
De un solo tirón descorrió las raídas cortinas y la brillante luz del mediodía le golpeó la cara.
Entrecerró los ojos, molesto con tanta claridad parpadeando un par de veces.
Dio un paso hacia atrás, y relajó los músculos estirándose lánguidamente apoyando a continuación sus manos en su cadera. Fijó la mirada al frente. Más allá del patio y de las murallas, se podía vislumbrar el mar con sus aguas azules celestes y brillantes por la luz del sol.
En ese preciso instante fue cuando hizo acto de presencia una criada que portaba en sus brazos unos cuantos troncos de madera. Por el cansancio que denotaba su agitada respiración y las marcas de hollín y sudor que manchaba su rostro y su vestido, se podía deducir que era una de las mujeres que se encargaban de abastecer de madera las habitaciones.
El grito estridente de la mujer resonó con fuerza en la habitación, retumbando por las esquinas.
? ¡Ahhhhhhh!
Gaerth se giró un poco, mirándola por encima de su hombro. La mujer lo miraba a su vez con la boca abierta y los ojos desorbitados. Al bajar la vista la mujer dejó caer los troncos,  ruborizada  y tragando con dificultad.
La profunda voz de Gaerth la sobresaltó más.
? ¿Desea algo?
La criada levantó la cabeza y lo miró a los ojos durante unos segundos, desviando enseguida la mirada abochornada.
? Na?nada, se?señor.
No recordaba que fuese tartamuda. Pensó Gaerth, algo incómodo al no poder girarse del todo para enfrentarse cara a cara con la mujer.
? Ve?venía a poner madera y?
Gaerth se movió un poco dejando ver su perfil, cansado de mirar por encima de su hombro. Se cruzó de brazos y enarcó una ceja esperando a que la buena de la mujer se decidiese a salir de su cuarto.
Tras un jadeo de sorpresa, la mujer continuó diciendo con dificultad.
? Y? ¡dios mío!..Per?perdone usté,..señor yo?
Sin mediar palabra, la criada dio media vuelta, recogió sus faldas y se escabulló rápidamente de la habitación dejando la puerta entreabierta.
Gaerth rompió a reír.
Sin dejar de carcajearse se acercó a la puerta y la cerró  de un golpe, girándose a continuación para ir hasta la cama, en busca de su kilt y su plaid. Mejor vestirse, no vaya a ser que alguna otra criada se atreviese a entrar en su habitación para limpiarla y se repitiese la escena de antes. 
Una vez vestido fue hasta el baúl de madera que había a los pies de la cama. Al abrirlo cogió su espada. La ató a la cintura con una funda de cuero y caminó hacia la puerta saliendo al pasillo.
Después de unos pasos por los silenciosos y oscuros pasillos escuchó el eco de risas a lo lejos. Seguramente fuesen los soldados que estaban comiendo en el comedor los causantes de tal jaleo.
Gaerth apuró el paso hambriento llegando al comedor principal del castillo situado en la planta baja cerca de las puertas de entrada. En cuanto entró en aquella habitación, las risas y las bromas que hasta hacía unos minutos retumbaban por todo el castillo se silenciaron de golpe.
Todos y cada uno de los presentes le miraban con la boca abierta mostrando una expresión entre el miedo y la incredulidad.
Sorteó varias mesas hasta llegar al sitio que siempre ocupaba en la mesa principal. Desde el sitio que ocupaba podía controlar las entradas y salidas de las que allí comiesen. Le gustaba sentirse seguro, tener la espalda cubierta al quedar contra al pared.
Alcanzó de las bandejas, que estaban desperdigadas por la mesa, unos trozos de pan de maíz y jamón de cerdo cocido a fuego lento en el horno con una pizca de sal.
Los primeros bocados de ese manjar le supieron a gloria.
Hasta que no entró en el comedor no se había percatado del hambre que sentía.
En medio del manjar uno de los soldados se aventuró a preguntar en alto lo que muchos de ellos pensaban y no se atrevían a preguntar.
? ¿Qué le ha sucedido, señor?
Sin saber si le preguntaban a él o no, Gaerth levantó la mirada fijándola en el soldado que estaba a unos pasos de él.
Para consternación suya, el soldado lo miraba directamente.
¿Se suponía que le preguntaban a él?
¡Era imposible que ya hubiesen descubierto que habían traído a este mundo al vanior!
Gaerth guardó silencio.
A los pocos segundos su propio padre lo sorprendió cuando le preguntó preocupado.
?  Hijo, ¿qué te ha sucedido?
Gaerth no supo que contestar.
Estaba tan sorprendido que se había quedado mudo. No acababa de asimilar la honda preocupación que notó en la voz de su padre. El que ese hombre se preocupase por él era algo que no comprendía, que no llegaba a asimilar del todo.
Gaerth siguió callado, esperando a ver como seguían las cosas. Él no iba a dar el primer paso. Aparentaba una tranquilidad que distaba mucho de sentir.
El que no estaba tan tranquilo era el propio laird, que esperaba a que su hijo se dignase a contestarle. Al ver que el joven no tenía intención de responderle, Malcom suspiró resignado sepultando la decepción que sentía en el fondo de su corazón. Parecía que los intentos por acortar la distancia que lo separaba de su heredero no servían para nada. Cada vez que se decidía a dar un paso hacia una posible reconciliación, lo único que conseguía era ver como su hijo se alejaba cada vez más.
? ¡Contesta al menos a tu laird! ? les interrumpió la potente voz del hombre de confianza del laird.
? Como no sé a que se refiere no tengo por que responder. ? acabó diciendo Gaerth aliviado al ver que las preguntas no se referían a las consecuencias de la invocación.
 Le preguntaban acerca de él, de su persona. Por suerte había comprobado antes de traspasar las puertas del comedor que el plaid estuviese colocado adecuadamente sobre el hombro izquierdo ocultando eficazmente el tatuaje. Si le hubiesen visto el tatuaje la mitad del comedor, estarían a esas horas levantados y gritándose entre ellos como si hubiesen visto al mismísimo demonio. 
Uno de los soldados presentes en el comedor se levantó al escuchar las palabras de Gaerth.
? Estará de broma, no señor. ? dijo el hombre mirando al joven heredero con el ceño fruncido.
? Apoyo a Dagan, es imposible que no lo haya visto. ? gritó otro de los soldados golpeando la mesa con la jarra que balanceaba en la mano derecha.
¿Qué no vi lo qué? Se han vuelto todos locos. Pensó Gaerth mirando intrigado a su alrededor.
Al ver que no iba a sacar nada en claro de todas aquellas preguntas extrañas, Gaerth decidió que ya había tenido más que suficiente. Lo más sensato era irse, buscar a Hugh y comprobar si todo había salido bien.
Sin decir una palabra se levantó y caminó hacia la salida avanzando con rapidez.
Antes de que saliese Gaerth escuchó la voz del laird gritarle para hacerse oír en medio del griterío.
? Cuando regrese de visitar el molino hablaremos, hijo.
Sonriendo Gaerth se giró y cabeceó afirmativamente, respondiendo para sorpresa de su propio padre.
? Sí, laird. A vuestro regreso hablaremos.
Te presentaré a la vanior y os expondré mi plan de defensa, padre. Pensó con sorna Gaerth esbozando una sonrisa, algo siniestra para los que la contemplaron, ya que los que lo vieron se revolvieron en sus sitios y desviaron las miradas bajando las cabezas a las rebanadas de pan que había en la mesa delante de ellos.

De camino a la cabaña de Hugh, Gaerth vio como varias mujeres corrían asustadas de él, ocultando a sus niños en sus casas. Los campesinos lo miraban con desconfianza agarrando con fuerza los crucifijos de madera que tallaban con sus propias manos y que llevaban colgados del cuello.
Con la cuarta mujer que escapaba despavorida de él, Gaerth comenzó a enfadarse. Estaba muy tentado a palparse su cara a ver si le había salido algún cuerno o alguna mancha extraña o bulto en su rostro. No era normal que escapasen así de él.
Fue cuestión de minutos lo que tardó en llegar a la cabaña de su hermano. La pequeña casa de madera en la que vivía Hugh estaba alejada de las demás cabañas de la zona. Se distinguía sin problemas al ser la única cabaña decorada con unas cortinas de un color indefinido en sus ventanas.
Gaerth entró en la cabaña sin pararse a golpear la puerta.
Con el pomo de la puerta entre su mano y medio cuerpo fuera de la cabaña, Gaerth quedó petrificado al ver lo que vio.
Para sorpresa suya, delante de él estaba comiendo su hermano pequeño, sentado sobre unas pieles de oso esparcidas por el suelo. Pero lo que más sorprendió a Gaerth no fue la tranquilidad que aparentaba el joven inglés, si no encontrarse cara a cara con la guerrera.
La joven estaba sentada muy cerca de Hugh con las piernas cruzadas en una extraña postura. Para desgracia suya, la mujer seguía vistiendo ese ridículo vestido transparente con el que apareció. Al menos tuvo la decencia de cubrirse parcialmente con una de las capas de Hugh.
Tentadora.
Atrayente.
Prohibida.
Esa mujer era peligrosa.
¡Maldición!
Estaba perdido.

Bridgit se sobresaltó cuando entraron en la cabaña sin previo aviso. Casi dejó caer la cerveza caliente que estaba bebiendo encima de ella del susto.
Cuando se había despertado esa mañana, Bridgit había gritado hasta casi desgañitarse al encontrarse con un par de ojos celestes que la miraban fijamente a los ojos y a escasos centímetros de su rostro.
 Al hombre que la despertó de esa manera y que luego le comentó con un inglés bastante raro que se llamaba Hugh Forrester, le había llevado más de cinco minutos calmarla y explicarle a grandes rasgos donde se encontraba.
No fue hasta que sintió el ambiente moderadamente caldeado cuando se aventuró a salir de la cama sentándose en una de las pieles que esparció el hombre por el suelo. 
Y cuando por fin, se encontraba relajada y sorbiendo con satisfacción esa especie de cerveza tibia, hizo su apareció el salvaje, entrando en el cuarto como si fuese un toro bravo dispuesto a lidiar con los que se enfrentasen a él.
Estúpido. Imbécil. Pensaba la joven enfadada mientras agarraba con fuerza la jarra hasta casi destrozarla entre sus dedos.
Pero nada de lo que tenía pensado gritarle a ese hombre brotó de su garganta. Quedó muda de asombro al verle la cara.
Nadie, nadie podía variar así de aspecto de un día para otro. Además en esta época no existía ningún medio físico para cambiar de apariencia sin recurrir a la magia o a la cirugía.
Magia.
Lo miró fijamente.
Ese hombre debía poseer poderes mágicos, no había otra explicación posible.
Aunque,..ahora que lo miraba bien?..
El salvaje no tenía pinta de hechicero o brujo,? quizás fuese un mestizo que intentaba jugar con su herencia.   
Si creía que lo iba a ayudar, o que le iba a enseñar a utilizar sus poderes ese hombre lo tenía claro. Ni loca iba a poner sus poderes al servicio de aquel salvaje. Ya encontraría la manera de escapar. Siempre había conseguido salir airosa de los problemas, esta vez no iba a ser diferente.
 
Gaerth no podía apartar la mirada de la mujer. Por suerte para él, el kilt ocultaba bastante bien sus atributos que comenzaban a despertar bajo el escrutinio al que estaba siendo sometido por parte de la joven.
Sonrió al verla temblar.
Estaba seguro que miedo no le tenía, sus ojos desafiantes y su postura rígida y dispuesta al ataque se lo gritaba a la cara. Pero la mujer temblaba en su presencia, Gaerth esperaba que esos temblores fuesen de placer, no de miedo.

Tan concentrado estaba Gaerth observando a la mujer que  no vio como su hermano se atragantó con la bebida  después de mirarle a la cara, tiraba la jarra al suelo y se levantaba quedando de pie a pocos pasos de él.
Lo que sucedió a continuación pasó muy deprisa.
 Hugh se acercó corriendo a su hermano, quedando plantado frente a él. Lo miró con auténtica incredulidad y asombro, y sin previo aviso y tomándolo por sorpresa le metió un dedo en el ojo. 
Gaerth aulló de dolor echándose hacia atrás, tapando su ojo derecho con la palma de su mano y mirando con rabia  al atolondrado de su hermano.

Minutos después.
? Pásame la botella. Y deja de murmurar entre dientes, inglés.
Hugh alzó la cabeza y fulminó a su hermano, mostrando un ojo amoratado.  Le palpitaba la zona donde Gaerth le golpeó con un fuerte puñetazo. Hugh estaba cabreado, su hermano había actuado muy precipitadamente, golpeándole de esa manera después de echarse hacia atrás distanciándose de él tras su metedura de pata. Por que eso era lo que había pasado, una simple equivocación, fruto de la curiosidad. 
Gaerth en cambio, no mostraba el malestar que sentía. Mantenía un ojo cerrado y por sus mejillas aún se percibía un fino rastro de lágrimas. Bebía tranquilo sentado cerca de la joven. Por dentro, maldecía a la familia inglesa de Hugh. Le escocía el ojo a rabiar. Le había echo daño al meterle el dedo golpeándole en medio del iris. No estaba seguro de por que motivo se atrevió a hacer algo tan estúpido su hermano, no tenía ningún sentido. Al ver el moratón que comenzaba a surgirle en el lado derecho de la cara, le calmó un poco los ánimos. De nada le sirvieron a Hugh, las disculpas que escupió entre balbuceos incoherentes después de darse cuenta de lo que había echo,.. esas simples palabras huecas no iban a calmar a Gaerth.
Sin dudarlo le lanzó un buen derechazo tirándolo al suelo del golpe.
Ese atolondrado tenía que aprender a comportarse. No podía ir por ahí metiéndole los dedos en los ojos de la gente, sin siquiera pararse a pensar en el daño o el malestar que podía causar.
Curioso por la extraña reacción de su hermano, y algo mosqueado por las palabras de los soldados y de su padre, Gaerth decidió hacer la pregunta que le rondaba la mente desde hacía unos minutos.
? En nombre del Cielo, Hugh. ¿Qué te llevó a meter tu dedo en mi ojo?
Pero no fue Hugh quien le contestó, ya que aun estaba enfurruñado.
Quien respondió a su pregunta fue la joven, con una voz melodiosa y algo ronca, que le  provocó  a Gaerth unos pequeños temblores.
? El color de tus ojos. ?  comentó Bridgit levantando la vista de su jarra. Extendiendo su mano y le retiró un mechón de cabello rebelde que le caía a Gaerth encima de la mejilla ? Es diferente al de ayer. Ahora son de un color,..ummm Mejor míralos tu mismo, cielo.
Gaerth la miró desconcertado.
Al final, decidió seguir el extraño consejo de la mujer.
Tendiendo su mano hacia donde estaba sentado Hugh bramó con voz autoritaria y potente.
? ¡Pásame el maldito espejo que tienes escondido en tu baúl, Hugh!
? No sé de que me hablas, Gaerth.
El futuro laird siseó bajando su voz, sobresaltando a los presentes.
? No estoy para tus juegos infantiles, inglés. Coge el espejo que te regaló Magnus el verano pasado y dámelo de una maldita vez. ? bajando la voz acabó murmurando entre dientes. ? Quiero ver lo que os sobresaltó a todos.
? Bien, hermano. Como ordenes.
Hugh cumplió la orden de su señor, en silencio. Le lanzó el pequeño espejo después de sacarlo de uno de sus baúles y esperó a ver como reaccionaba su hermano.
El gritó que profirió Gaerth levantaría hasta los muertos.
Bridgit apuró la copa hasta el fondo, tragando de golpe el dorado líquido.
Hugh esquivó las miradas asesinas que le dirigió su hermano después de mirarse en el espejo.
Y todo por nada,?. O eso creía el inglés, ya que??..
Gaerth estaba asombrado, completamente anonadado y muy pero que muy molesto.
Lo que le estaba sucediendo no entraba en sus planes, nadie le había contado que le podía suceder esto.
 Ahora si que no le extraña nada que todos cuando lo miraban a la cara saliesen huyendo despavoridos y su padre lo mirase con esa preocupación.
Con el espejo en su mano contempló de nuevo su reflejo incapaz de asimilar del todo lo que veía.
Sus ojos,.. ya no eran de un color plateado, herencia de su madre, si no que eran? eran?
? ¡Demonios del infierno! ¡Hugh Forrester, cómo es posible que mis ojos sean rojos como la sangre recién vertida! ¡¡Explícate, inglés!!


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Aubree en Julio 21, 2010, 17:27:59
Ains... Yo he leido el prologo y unos cuantos parrafos del primer cap y tengo que decir que... no puedo seguir. No hasta que este completa emo 104 Se puso la piel de gallina y to!!!!

Tengo especial atraccion por los Highlanders... y poca paciencia tambien. Y se que empiezo y no paro. Cuatro caps de este tipo sn pocos para mi emo 105 Esperare a que haya dos o tres mas para leerlos y... me aguantare hasta que vengan mas..


Que no sea mucho tiempo!!! emo 098


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 28, 2010, 14:54:44
Aprovecho que tengo conexión para colgar unos capis más

espero que os guste y si no, pos enviadme un mensaje indicándome fallos

un beso


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 28, 2010, 14:55:28
CAPÍTULO 5



? ¡Hugh! Responde, ¿por qué diablos ha sucedido esto?
El inglés se le quedó mirando con una cara de no saber que contestarle, pues lo único que tenía claro era que posiblemente fuese una consecuencia de la invocación, pero de ahí a saber el por que?un gran paso?
Al final acabó admitiendo entre dientes.
? Estoy en blanco, hermano. En los pergaminos no se habla de cambios físicos.
Gaerth tiró la taza al suelo, rompiéndola y esparciendo el líquido dorado que contenía.
? ¡Maldición! No os dije que nada de sorpresas. ? Su hermano asintió con la cabeza ? Y bien, como definirías entonces lo que me ha pasado, Hugh.
Tras unos segundos de silencio el joven, contestó.
? Un cambio muy favorecedor, hermano. Esos ojos rojos van a juego de tu funesto sentido de humor.
? Mi funesto?? barbotó Gaerth al tiempo en que se levantaba y se acercaba a la mesa, quedando apoyado en ella. ? No estoy para bromas estúpidas, inglés. Se suponía que debíais revisar a fondo los pergaminos, hasta el último de los párrafos, en busca de posibles trampas para no encontrarnos con sorpresas desagradables,.. pero no? Os tenía que quedar algo por revisar.
Hugh se removió incómodo bajo el escrutinio de Gaerth.
? Juro que revisamos a fondo los cuatro pergaminos. Los leímos a conciencia, y en ninguno de ellos aparecía nada de posibles cambios físicos, a no ser que?
Se calló de golpe desviando la mirada, visiblemente nervioso.
Gaerth contó hasta tres antes de gritarle a su hermano, sospechando que lo que le ocultaba era muy importante en todo lo que le estaba ocurriendo, la pieza clave del enigma.
? A no ser que, Hugh. Continúa, ¡maldición!
El joven nervioso se pasó una mano por la frente, y a pesar de que en la cabaña no hacía demasiado calor, no paraba de sudar acalorado. Miraba a todos lados como si buscase una vía de salida para escapar de esta extraña situación en la que se veía envuelto por no contener su lengua. No debía de haberle insinuado nada a Gaerth, era el último que se debía de haber enterado de todos los entresijos de la invocación.
? Soy hombre muerto. ? acabó murmurando para sí mismo en inglés.
Con una cadencia en la voz que no presagiaba nada bueno, Gaerth le contestó.
? Aún no, Hugh... aún no,? pero si saborearás el filo de mi espada si no me cuentas en este preciso instante lo que con tanto empeño parece que deseas ocultar.
Hugh cerró los ojos y cruzó los brazos sobre su pecho. Su hermano mayor lo había arrinconado. Estaba perdido, cuando a Gaerth se le metía algo en la cabeza no había nadie ni nada que le sacase las ganas de saber la verdad. Si no le contaba nada ahora, le perseguiría durante días hasta alcanzar el objetivo, saber toda la verdad.
Después de suspirar derrotado, Hugh abrió los ojos y alzó la cabeza mirando  directamente a los ojos al impaciente montañés que no dejaba de mirarlo con fijeza.
? Está bien. ? Repuso con voz cansada Hugh ? Romperé el pacto de silencio. ? alzó una mano para acallar las preguntas de su hermano, había detalles que solo los Guardianes de los pergaminos debían saber, nadie más, y a pesar de que le insistiera había detalles que no le iba a revelar bajo ningún concepto ya que Gaerth no era ni sería nunca un Guardián. ? Entre los cuatro pergaminos encontramos un extraño papel de un color blanquecino y que no parecía muy antiguo. Las palabras que tú recitaste ayer a la noche, provenían de ese quinto pergamino. Y?? dudó en continuar, pero la mirada enfurecida de su hermano le amenazaba que si no seguía le lanzaría algo a la cabeza ? Por desgracia, no leímos todo lo que estaba escrito en ese nuevo pergamino, no dispusimos del tiempo necesario, además que algunas palabras  y símbolos eran muy extraños y no los entendimos del todo.
Gaerth lo miró con la boca abierta, mudo de asombro. No podía dar crédito a lo que había oído, era imposible que se hubiesen arriesgado tanto,.. y lo peor de todo era que no le dijeron una palabra. Cuando consiguió hablar de nuevo le gritó al joven, enfurecido.
? En nombre del cielo, si no sabías que contenía ese pergamino, por que lo acabé recitando. ¿Es que acaso era esencial para la invocación?,.. No sabías el peligro que nos podría haber traído y?
Un carraspeó intencionado interrumpió la cháchara de Gaerth, haciéndole mirar hacia donde provenía ese ruido. Encontrándose con la mirada enfurruñada y sarcástica de la joven vanior, que seguía cruzada de brazos y sentada en el suelo cerca de la chimenea. La joven no tardó mucho en sorprenderlo con sus audaces palabras.
? Ejem,.. Ustedes disculpen, pero de invocación nada de nada, lo que hicisteis más bien fue un secuestro en toda regla.
¡Secuestro! ¿Pero esta mujer de que habla? Pensó Gaerth.
El pasar de un mundo a otro la debía de haber provocado delirios a la joven si se atrevía a acusarlos de ?secuestro?. Un highlander nunca secuestra, tan solo toma aquello que desea, aunque fuera a la fuerza. Ella no fue sustraída de su mundo a malicia, ella apareció por el círculo de piedras, que se aclarase ella con los de su especie por haberla elegido como guerrera.
Ahora ella era suya, y así se lo quiso hacer saber Gaerth al decirle.
? Muchacha, no te hagas la víctima en esta historia. Nosotros realizamos una invocación siguiendo las instrucciones de unos antiguos pergaminos y por el círculo debía aparecer un guerrero vanior, y al final y para consternación de todos, solo apareciste tú. ¡Maldita sea! En todo esto los únicos perjudicados fuimos nosotros, no tú.
Bridgit quedó muda de asombro al escuchar aquellas palabras. Y el caso es que parecía que aquel salvaje estaba convencido de llevar la razón. Estúpido. No sabía si reír o llorar, estaba confundida, confusa, anonadada delante de un salvaje montañés que se enfurruñaba como un niño pequeño si se le discutía.
Lo que le estaba pasando era digno de convertirse en un buen guión para una película de ciencia ficción de bajo presupuesto.
 A pesar de que conocía la existencia de otras razas, y de que sabía a ciencia cierta que la magia si existía de verdad y no solo eran trucos para entretener a la gente, Bridgit seguí estando perdida, sin saber como salir de aquella situación en las que se vio envuelta sin desearlo.
Lo último que recordaba era que se había acostado después de ducharse, hubo un terremoto mientras estaba tumbada en su blandita cama y luego,.. ¡plaf!, estaba en otro siglo y a cargo de unos bárbaros  testarudos y prepotentes.
Admitía al menos, que tenía una ventaja sobre las demás mujeres que pudieron ser víctimas de estos secuestradores de pacotilla, su mente estaba más abierta y gozaba de conocimientos de magia y de historia de razas y culturas no humanas que les sería muy útil para hallar respuestas a todos sus problemas. No quería ni pensar lo que le habría sucedido si en lugar de ser ella, fuese su amiga Sylvia la que apareciese por el círculo, la que habría armado con sus gritos, golpes y exigencias.
Al pensar en su amiga recordó algo que la dejó momentáneamente preocupada, revolviéndose en el sitio y dejando la taza de madera en el suelo a un palmo de ella.
¡Ostias! Sylvia.  Murmuró en su mente. Había quedado con ella, para recogerla a las siete de la mañana, y si no me equivoco deben ser las tres de la tarde. ¿Estará bien? ¿Se habrá librado del vampiro? ¡Demonios! Si le sucede algo será culpa mía. Debo encontrar pronto la manera de regresar a casa.
Bridgit se decidió a actuar.
Si luchando no conseguía lo que pretendía, optó por seguir otra táctica para conseguir regresar a su siglo. Así que, tragándose parte de su orgullo combativo, que le gritaba que le saltase al cuello a ese hombre y le demostrara que ella no era una mujer que siguiese las órdenes ciegamente, decidió quitarle hierro al asunto de su secuestro para mantenerlo contento. Aunque le molestaba reconocerlo necesitaba que el montañés estuviera de su lado, que estuviera de acuerdo con enviarla de vuelta a su casa.
? Llama como desees al modo en que me trajisteis a este siglo. ? Secuestrador de pacotilla, maldito testarudo. Pensó la joven para sus adentros, sonriendo mientras con una sonrisa falsa ?  Ahora bien, al menos debes decirme que debo hacer. ¿Qué motivo os llevó a secuest? Ejem? ?carraspeó nerviosa, continuando una vez calmada ?? a convocarme?
Durante los segundos que ella habló, Gaerth no atendió ni media palabra de lo que ella dijo.
 Al mirarla a los ojos su mente se le nublaba y sólo podía pensar en pasar sus dedos por sus largos cabellos y saborear con sus labios el rostro de terciopelo de la mujer.
A pesar de sus esfuerzos por combatir el creciente deseo que le invadía cada vez que estaba cerca de la joven, no conseguía disminuir los pensamientos lujuriosos que le provocaba. Estaba a su merced, navegando por un mar de pasión sin rumbo fijo.
Estremeciéndose involuntariamente, pensó consternado.
¿Qué me sucede? Aleja de tu mente toda tentación. Es una simple mujer. Su voz no sonó muy convencida en el silencio de su mente.
Eso no es del todo correcto, hermano. Ella es diferente, cualquier tonto lo puede ver. Es completamente única. Recuerda que proviene de otro  mundo y además es  de otra raza.
¡¡Hugh!!¿Cómo es que estás en mi mente?
Por que te sorprendes tanto Gaerth, ésta no es la primera vez que invado tus pensamientos, y seguro que no será la última.  Comentó el joven inglés muy seguro de sí mismo. Aunque tengo que reconocer hermano, que esta vez traspasar tus barreras mentales ha sido más fácil que de costumbre. ¿Estás bien?
¿Qué si estaba bien? Nunca estuvo mejor.
Gaerth se giró y quedó de espaldas a los demás miembros de la cabaña puesto que no deseaba que lo viesen confundido, perplejo.
Apoyó las palmas de las manos en la mesa y bajó la cabeza.
Era irónico que hasta ese momento en que su hermano le preguntó si estaba bien no se hubiera dado cuenta de lo que le sucedía o más bien lo que no le pasaba. Como si aquel silencio que sentía por dentro fuese algo habitual en su vida, cuando no había un solo día en que no necesitase alejarse de todos para hallar paz en su mente.
Hoy era la primera vez que se levantaba y no escuchaba nada, ningún murmullo resonando en su mente. Ni imágenes, ni recuerdos. Nada que luchara con sus propios sentimientos y pensamientos para hacerse un hueco en su cabeza. No escuchaba nada, tan  solo, silencio. 
Rió de gusto, sorprendiendo a los demás que lo observaban en silencio.
Por primera vez en su vida se podía escuchar con claridad sin necesidad de escapar de todo. ¿Qué si estaba bien? Estaba mejor que nunca, completamente solo en su cabeza y eso si que era una delicia.
Hermano que te sucede, no estás solo, sabes. Ahora casi no se te escucha? pero a pesar de  que no entiendo el por qué te alegras con esos pensamientos tan funestos. Quiero que sepas que nunca estarás solo, siempre estaremos a tu lado, somos tus Guardianes. 
Gaerth miró a su hermano gratamente sorprendido, no esperaba que el joven se preocupase tanto por su salud mental y anímica.
Con una sonrisa en los labios le contestó.
? ¡Ahhh! Hugh, a veces dan ganas de abrazarte. No te preocupes tanto, hermano, que desfiguras tu rostro por la preocupación y luego tendrás a decenas de mujeres suspirando angustiadas por ti.
? No cambies de tema, Gaerth. Te sucede algo y quiero que me lo cuentes. ? siguió insistiendo Hugh, preocupándose por momentos al ver la extraña actitud que estaba tomando su jefe.
Gaerth se rió exultante, orgulloso de la determinación que mostraba el joven en esos momentos.
? Aprendes rápido, muchacho.
Hugh se movió unos pasos acercándose hacia donde estaba él, y sin dejar de mantener el contacto visual insistió nuevamente, elevando la voz impaciente.
? Dime que te sucede, no es normal como te estás comportando.
? Y yo que pensaba que ya estaba loco de por sí, y ahora resulta que son por momentos. ? dijo la joven con sarcasmo, iniciando así una discusión con el Guardián que no iba a permitir que se insultase de esa manera a Gaerth y menos delante de él.
Gaerth los observaba a ambos.
Ni siquiera las palabras hirientes y malintencionados  de la joven le iban a estropear el buen humor que gozaba en esos instantes.
Pasados unos minutos y al ver que esos dos no se iban a callar si no se les daba un pequeño empujoncito, Gaerth los interrumpió alzando la voz. 
? ¡Silencio! ? Cuando consiguió que se callasen, continuó ?  Contestando a tú pregunta Hugh, estoy tranquilo al no escuchar nada. ? Al ver la expresión extrañada de su hermano, se señaló la cabeza con un dedo y continuó diciéndole. ? Aquí,? en mi cabeza estoy solo, me escucho sin problemas. Ningún murmullo ajeno hace mella en mis pensamientos.
Pena que no existiese nada que consiguiese guardar para la posteridad la cara que puso en esos momentos su hermano, pues era digna para un buen retrato  a todo color.
El joven cuando consiguió asimilar lo que había escuchado cerró la boca y enarcó las cejas preguntándole curioso.
? ¿Pero cómo es posible, Gaerth? Esto es?
? Una de las sorpresas que aparecen cuando no se ha leído el pergamino nuevo, y para suerte tuya, el principal motivo por el que no retuerce tu cuello inglés.
Después de soltar unas exclamaciones de alegría Hugh se le acercó sonriente palmeándole la espalda.
? Alegra esa cara, Gaerth. Hoy es un día para celebrar.
Gaerth lo fulminó con la mirada, haciéndole retroceder un paso y le contestó con voz sarcástica.
? Sí para celebrar que hoy el Consejo conocerá a nuestra?? desvió la vista y la fijó en la joven que lo miraba a su vez con una sonrisa forzada en sus labios pareciendo que lo desafiaba a que se atreviese a calificarle de ?invitada? o algo parecido en todo este asunto??ummm?? dudó unos segundos y al final dijo ? Le presentaremos a nuestra visitante especial.
Gaerth se arrepintió al momento en que recapituló a favor de la joven. Ella era suya, el instrumento para llevar a cabo su venganza, sólo debería importarle el sacar el mayor provecho del poder que veía bullir en el interior de la mujer.
Pero, ¡qué demonios!, cuando la joven le sonrió con un aire de triunfo al pensar que había ganado esta primera batalla verbal, sintió que la garganta se le secaba y el corazón le comenzó a latir desbocado.
Si que era hermosa, con esa mirada pícara y muy segura de sí misma, daba ganas de echársela al hombro y llevársela a su cuarto para jugar un rato con ella.
¡Maldita fuese!
El deseo que sentía debía ser otra consecuencia no deseada de la invocación pues nunca antes se había descontrolado tanto por culpa de una mujer. Nunca había estado así de distraído, con la pasión rugiéndole en los oídos.
Esa mujer era peligrosa, muy peligrosa.
Antes de que pensara más en su suerte, hicieron acto de presencia los otros tres Guardianes. ¡Y de qué manera!
Duncan se había levantado tarde. Después del ritual disfrutó largo y tendido de su mujer, hasta ver el amanecer, solo entonces con los primeros rayos del sol se durmió agotado. Le había costado mucho levantar a Meagan y cuando por fin lo consiguió la convenció de ir a visitar a Hugh. Quería hablar con él de unos pequeños detalles de la invocación, pero cuando se encontró con  Magnus escuchando detrás de la puerta de entrada del inglés  se dio de cuenta que no era el único que deseaba hablar con Hugh.
Cuando quiso preguntarle a Magnus por qué estaba espiando de esa manera a su amigo, este le hizo unas señas con las manos para que se callara.
Movido por la curiosidad se acercó también a la puerta de madera y pegó el oído en ella. Se escucharon gritos enfurecidos, palabras malsonantes, luego expresiones de alegría y sarcasmo. ¿Qué estaba pasando ahí dentro?
Pasado unos minutos la curiosidad salpicó a los tres que se revolvieron incómodos en el sitio cada vez que pasaba alguien cerca de la cabaña y los miraba con sorpresa al verles espiar detrás de la puerta. A esas horas, la mitad del clan pensaría que estaban locos al espiarse entre ellos.
Avergonzados del espectáculo que estaban montando entraron en la cabaña sin llamar.
Lo que vieron lo dejaron con la boca abierta.
La vanior estaba sentada en el suelo, Hugh paseaba nervioso por su cabaña y Gaerth, bueno?. su jefe era tema  aparte.
Duncan fue el primero que se repuso de la impresión y preguntó sin rodeos a Gaerth.
? Señor. ? Dudó unos segundos? ¿Qué le ha pasado en los ojos?
Tras reírse unos segundos, Gaerth le contestó.
? Eso mismo os debería preguntar yo, Guardián. Según parece no todo estaba previsto en el ritual.
? Pe...pero es imposible, revisamos todos los párrafos de los cuatro pergaminos y?
Gaerth lo interrumpió con un movimiento de su mano derecha y después de mirar los rostros sorprendidos de sus amigos, les preguntó.
? ¿También el quinto pergamino? ? Al ver que tenía completa atención de los tres recién llegados, continuó ? ¿Lo revisasteis a fondo?
Los tres Guardianes fulminaron con la mirada a Hugh, parecían que estaban a punto de saltarle al cuello por haber roto el pacto que hicieron.
Hugh en cambio, cuando sintió las duras miradas de sus amigos se encogió de hombros.
? Él me obligó a  contárselo. Ya sabéis como se pone cuando le interesa algo.
?   No digas estupideces, inglés. ? repuso enfurecido Duncan.
?   Se iba a enterar de todo tarde o temprano, Duncan.
? En eso te equivocas inglés, él no sabría nada si tú?
? ¡Basta! ? les interrumpió Gaerth alzando la voz. ? Ahora ya no importa como me enteré de todo, o porque deseabais ocultármelo. Lo único que me importa en estos momentos es llevar a cabo nuestros planes.
Todos se callaron al escuchar las palabras del hombre.
Los guardianes bajaron sus cabezas, avergonzados. No se atrevían a mirar a la cara a su jefe, hasta que la voz clara  del futuro laird retumbó en sus mentes.
Escuchadme atentamente, esto es lo que vamos a hacer...

Bridgit los miró con curiosidad.
Parecía que estaba presenciando una película antigua, tan solo le faltaban las palomitas saladas y un buen sofá en el que tumbarse.
Al menos ahora no gritaban enloquecidos los unos a los otros, se miraban en silencio y??.
La miraron a la vez.
Bridgit sintió un escalofrío.
Algo iba mal.
¿Por qué la miraban de aquella manera?
Las sonrisas que mostraban eran tan?? falsas.
¿Qué planeaban hacer con ella?


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 28, 2010, 14:56:00
CAPÍTULO 6




¿Por qué habría preguntado?
Era como si al preguntar se atrajese a la mala suerte.
¿Qué por que pensaba así Bridgit? Muy simple. La llevaban colgada al hombro como un saco de patatas a la vista de los campesinos que salían de sus cabañas al escucharla gritar.
? Suéltame, energúmeno. ¡Imbécil! ? gritó Bridgit golpeando la espalda del hombre con las palmas de sus manos.
Gaerth curvó los labios sonriendo al escucharla gritar. Caminaba con seguridad sin importarle el espectáculo que estaban dando y que habían atraído a decenas de hombres y mujeres que dejaron los campos para acercarse a ver que sucedía.
? Salvaje, déjame en el suelo.
Gaerth rió con fuerza palmeando con suavidad las nalgas de ella.
? Pronto mujer, en cuanto lleguemos al castillo.
Bridgit dio un grito ahogado y rechinó los dientes reprimiendo las ganas de morderle el hombro. Miró a los acompañantes que rodeaban al hombre y que no hacían nada por detener aquella humillación pública a la que estaba siendo sometida. Esos cuatro intentaban mantener una apariencia de seriedad pero el brillo de sus ojos y el temblor en sus labios revelaban que hacían un esfuerzo inhumano para aguantarse las ganas de echarse a reír.
Bridgit se vengaría de todos ellos, les haría pagar con creces el bochorno que estaba sintiendo. Nunca en su vida pasó tanta vergüenza, ni cuando quedó sin la parte de arriba del biquini al ser engullida por una ola y tuvo que recorrer media playa hasta su toalla con los pechos al aire, pasó tanta vergüenza. Mira que había leído en alguna novela escenas parecidas a la que estaba viviendo, en ese momento con el libro en su regazo y una buena tarrina de helado de chocolate cerca de ella le había parecido muy romántico el que el hombre llevase a la mujer sobre sus fuertes y poderosos hombros hasta depositarla en la suavidad de una gran cama de matrimonio.
Bridgit miró a su alrededor.
La realidad daba asco.
No había nada de romántico, el ser transportada como si fuese una mochila de viaje. Los pechos le dolían al estar aplastados contra los duros hombros de ese salvaje, los cabellos del hombre le rozaban la cara haciéndola estornudar y las manos le escocían después de golpear varias veces su espalda para ver si conseguía que la soltase.
Un último intento. Pensó con renovadas energías.
Bridgit se revolvió con fuerza consiguiendo quedar medio sentada sobre los hombros del hombre.
Gaerth se sorprendió cuando la joven se levantó apoyando las palmas en su espalda y haciendo palanca consiguió quedar sentada sobre sus hombros. La soltó para no dañarla.
Bridgit gritó al ver que se caía hacia atrás. El hombre la había soltado y ya no tenía apoyo que la sujetase.
Cuando ya se veía estampada contra el suelo consiguió agarrarse y recuperar el equilibrio.
? Por poco. ? murmuró Bridgit exhalando un suspiro de alivio.
? Demonios mujer, has debido arrancarme un mechón de pelo.
Sobresaltada Bridgit dirigió su atención a donde se había sujetado, sonriendo con sarcasmo al ver que el largo cabello del salvaje era el que le había librado de una buena caída.
? No te quejes tanto machoman, acaso quieres que me suceda algo malo.
Gaerth rechinó los dientes, rumiando para sus adentros lo que le deseaba contestar a esa descarada mujer. Una azotaina es lo que mereces, pequeña.
? Wuaaaa. ¡Qué pedazo de castillo!
Gaerth fijó su mirada al frente, sonriendo con orgullo al divisar en lo alto de la colina el castillo McLeod Oscuro. Intentó imaginar como sería para un forastero la primera impresión al ver a lo lejos el castillo. Tenía que reconocer que el castillo imponía respeto con sus altas torres y sus oscuras fosas que protegían a los que moraban entre aquellas paredes de piedra.
Debía ser el único castillo en todas las highlands que sus piedras fuesen de un color como la noche.
Según las leyendas el fundador del clan había tardado nada más y nada menos que diez años en llevar a cabo su sueño. El castillo tenía que ser tal y como lo había soñado, una espléndida y magnífica construcción de piedra brillante y oscura como el emblema del clan. Y tras muchos años de esfuerzo, en el que muchos de sus vecinos lo tildaron de loco, Roderick McLeod alcanzó todas y cada una de sus metas, comenzando así la leyenda de los McLeods Oscuros, amantes de las fuerzas ocultas de la naturaleza y dueños de unos corazones fuertes y audaces.
La visión de unos pechos turgentes protegidos por una extraña tela de un color oscuro, devolvió a la realidad a Gaerth que quedó mudo de asombro sin despegar la mirada de aquellos pechos.
? ¿Ahí es donde vives?
Bridgit no obtuvo respuesta a su pregunta.
El salvaje que la sujetaba por las piernas para que no se escurriese no decía palabra alguna, permanecía silencioso mirando a un punto fijo. Algo irritada con ese hombre le golpeó con suavidad en la cabeza al tiempo en que le gritaba.
? Estás sordo o te lo haces. Contéstame, ¿ahí es donde vives? ? intrigada bajó más la cabeza quedando medio retorcida. ? ¡Qué miras! ? con una enigmática sonrisa el hombre le contestó.
? A ti, preciosa.
Bridgit perdió el habla.
No se esperaba esa contestación.
El tono de voz que utilizó el hombre fue muy dulce, totalmente diferente a como la había tratado hasta ese momento.
Intrigada miró hacia donde posaba los ojos el hombre, encontrándose con la vista de sus pechos que sobresalían por la capa que llevaba sobre sus hombros y que en lugar de cubrirla lo único que conseguía era que pareciese más sensual.
 Abochornada desvió la vista y se irguió.
Bridgit se sentía confusa. Cuando le había dicho que la miraba solo a ella casi había gritado de alegría ya que  hacía tiempo que no se sentía deseada. En su época los hombres no se paraban a mirarla dos veces y con el paso de los años se fue haciendo a la idea de que viviría sola sin nadie con el que compartir su vida. Y de golpe, ese pedazo de hombre la miraba con un brillo de anhelo en los ojos que le hizo temblar las piernas.
Era inaudito.
Debía mantener la calma, no precipitarse ni aunque se le pusiese a tiro. No podía permitirse enamorarse, ni siquiera podía entablar una relación puramente sexual con ese hombre ni con ningún otro de aquella época. Ella no pertenecía a aquel lugar, poco importaba que fuese el tipo de mujer que les gustaba a esos bárbaros, su destino estaba en el siglo veintiuno, no en el siglo??
¿En qué año estamos? Pensó Bridgit suspirando. Estoy perdida y ni siquiera sé en qué siglo. Esto es asombroso.
Pero su presencia en aquella época no era pura casualidad, ella no creía en las casualidades.
Estaba allí  por algún motivo.
Era imposible que esos humanos, aunque fuesen mestizos fuesen capaces de crear una brecha entre los tiempos. El poder que sentía Bridgit en los humanos que la rodeaban era muy tenue.
Debía averiguar como habían podido romper las barreras del tiempo. Descubriría sus secretos y los utilizaría para encontrar  el camino de vuelta a casa.
Carraspeando Bridgit cambió de tema de conversación preguntándole al hombre.
? ¿No crees que va siendo hora de que me dejes caminar por mi cuenta? ? Sin esperar que le contestase el hombre, continuó? ¡Bájame al suelo!
? Me voy a arrepentir. ? murmuró Gaerth para sí mismo agarrando a la joven por la cintura y depositándola a continuación en el suelo delante de él no sin antes detener el descenso cuando los pechos de la joven quedaron a un palmo de su vista. Sonriendo al ver el rubor que cubría las mejillas de la joven, le susurró al oído. ? Bonita vista, pequeña.
? ¡Serás bastardo!? gruñó en alto abochornada, cubriéndose con las manos el pecho.
 El camisón que llevaba puesto le hacía sentir que iba desnuda, ojala pudiese vestirse con uno de esos pantalones que había visto en el cuarto de Hugh, pero cuando le había pedido uno de ellos el joven inglés había puesto el grito en el cielo ya que era necesario cortar los bajos para que no los arrastrase y él no estaba dispuesto a estropear de aquella manera su vestuario.
Apretando contra su cuerpo la capa de piel, masculló entre dientes fulminando con la mirada al hombre que estaba delante de ella.
? Canalla. No eres quien para echarme en cara el modo en que visto.
? Muchacha, más bien el modo en que no vistes ese cuerpo tuyo. La visión de tanta piel sin cubrir puede provocar disputas entre los hombres.  ?respondió con autoridad Gaerth dejando ver el malestar que sentía ante la visión del cuerpo semidesnudo de la joven.
Esas curvas, lo tentaban.
Y él había caído en su magnética llamada.
Gaerth al mirarla se sentía arder. Le quemaba la piel molestándole hasta el plaid y el kilt que llevaba puesto. Lamentablemente estaba seguro  que solo el dulce néctar de la joven podría saciar su sed.
Pero, por desgracia no era el momento ni el lugar para dejarse llevar por los instintos primarios, debía concentrarse, contener a la fiera salvaje que llevaba dentro y que le exigía que lo liberase. 
Gaerth miró al castillo.
Llegó la hora de la verdad. El Consejo nos espera.
Pasó un brazo por los hombros de la mujer.
Gaerth sonrió al sentir como se sobresaltó.
Así que también se altera con mi presencia, me alegra comprobar que no soy el único.
Y que lo digas hermano, hasta un ciego vería las chispas que saltan cada vez que os enfrentáis. Es bastante gracioso.
Hugh Forrester, te ordeno que no vuelvas a entrar en mi mente sin mi permiso. Unos segundos después, preguntó muerto por la curiosidad. ¿Qué quieres decir con eso de las chispas, inglés?
Las carcajadas del joven se escucharon fuertes y claras en su mente.
Gaerth cabeceó varias veces, moviendo la cabeza hacia los lados.
Tardaría un tiempo en acostumbrarse a esa soledad, a ese silencio. Era extraño, siempre se había quejado de que las voces de los que le rodeaban lo volvían loco, que quería poder escucharse, estar solo en su mente. Y ahora, cuando lo había conseguido, las echaba de menos.
Al menos cuando le invadían todos esos pensamientos no se podía escuchar, no se concentraba en sus propios sentimientos, como si viviese ajeno al mundo sin que le importase nada de lo que sucediese a su alrededor. Pero ahora, ya no había excusa para pensar en sus problemas, para sentir aquello que no quería sentir.
Exasperado de no obtener la respuesta que esperaba, le exigió a su hermano elevando la voz en su mente.
Contéstame Hugh.
Pero lo que le contestó su joven hermano no fue lo que había esperado, sus extrañas palabras  lo dejó más confuso e irritado de lo que estaba.
Sois iguales, sonáis igual. Es como si fuese tu versión pero en mujer. Va a ser muy divertido ver como vais a luchar por ocultar vuestro corazón del otro.
¿Qué has bebido que te ha sentado mal? No tengo ningún interés, salvo lo que concierne a la próxima batalla contra los MacKenzies. Puntualizó.
Si te lo repites unas cuantas veces más, igual hasta llegas a creértelo.  Bromeó Hugh.
Dejémonos de bromas estúpidas, inglés.  Repuso Gaerth. Concentrémonos en lo que nos espera.
Lo que tú digas hermano, lo que tú digas.
Cortando la comunicación con Hugh, Gaerth avanzó hacia las puertas del castillo arrastrándola consigo.
Saludó con la mano libre a los vigías que los miraban con curiosidad desde las torres, estos sonrieron con picardía  haciendo gestos obscenos con las manos y las caderas.
?Buena moza has encontrado, señor. ? vociferó uno de los vigías que miraba ávidamente a Bridgit mientras se relamía los resecos labios con lascivia.
Poco a poco los demás miembros de la guardia se unieron a la conversación.
? Ya iba siendo hora que trajeses una moza que te calentase el lecho hasta que no consigas mujer. ? bromeó otro de los guardias dejando de lado su espada y a poyándose en la muralla de piedra desde donde miraba el horizonte en busca de enemigos.
En ese momento resonaron en el aire unas fuertes carcajadas provenientes de una de las alacenas que daban al norte.
? Buen consejo Reinneir, aunque para cuando se case no hace falta que deje a esta moza si le complace como a él le gusta. ? gritó otro de los guardias al dejar de reír con fuerza. Contemplando a la mujer que mantenía a su lado el futuro laird, remató después de silbar de admiración. ? Buen cuerpo, sí señor.
Bridgit escuchó los gritos de los hombres con los ojos desorbitados.
Comenzó a temblar de indignación, pero es que ¿acaso tenía pinta de prostituta?
Si no fuese por el leve apretón en el hombro que la atrajo más hacia él, y la suavidad de sus caricias con sus dedos, Bridgit habría saltado enfurecida, gritándoles a esos desgraciados todo lo que pensaba de ellos, de sus familias y hasta de sus antepasados. Pero la presencia de él, la tranquilizó.
En silencio avanzó, manteniendo el apresurado paso del salvaje, observando con curiosidad todo lo que la rodeaba, desde los pesados y espectaculares tapices que decoraban las paredes hasta los escudos de armas y las espadas que relucían con la luz de las llamas de las antorchas.
Aquello no se correspondía en nada a la idea que tenía ella de un castillo. En los libros de historia y en las novelas los describían de unas maneras que no se acercaba para nada a la realidad.
No había grandes ventanales y el aire que se respiraba era pesado, viciado. Las antorchas que pendían de las paredes eran las únicas encargadas de iluminar el vasto interior de aquel lugar. Hacía frío y estaba húmedo. No era para nada acogedor.
Durante un breve espacio de tiempo, Bridgit permitió volar su imaginación.
Al mirar los oscuros pasillos del castillo y al escuchar los murmullos y los ecos de las personas que allí moraban dio rienda suelta a su imaginación.
¡Cuantas batallas habrían ocurrido en aquel lugar! Todo el castillo en sí vibraba de nostalgia, de melancolía como si se quejase silenciosamente de que hubo unos tiempos mejores en la que la propiedad brilló en todo su esplendor.
Sumergida como estaba en sus pensamientos no se dio de cuenta del momento exacto en el que se pararon.
Fue cuando escuchó hablar al anciano.
? Joven Gaerth que es lo que te trae ante nosotros.
Bridgit miró hacia donde provenía esa rasposa voz, encontrándose con una suspicaz mirada de un enjuto anciano.
A pocos metros de donde se habían detenido se encontraban unos once ancianos que hasta hacía unos pocos minutos estaban hablando entre ellos, pero que al verlos entrar se callaron de golpe.
Sentados detrás de una mesa enorme de madera, imponían.
Se lo habían currado bien. Estaba muy planeada esa presentación, esos diez parecían un tribunal y el anciano que habló seguramente sería el juez.
En el interior del gran salón, todos permanecían callados a la espera de que Gaerth contestase a la pregunta de Angus. Escudriñaban con curiosidad a la joven que se revolvía incómoda al ser el centro de atención.
Los miembros del Consejo se temían lo peor, el rostro decidido de Gaerth era prueba más que suficiente para sospechar que algo había sucedido. Pero las sospechas que tenían no eran ni por asomo lo que escucharon decir  a Gaerth.

Minutos más tarde Bridgit estaba asistiendo a una batalla encarnizada, en la que los oponentes se gritaban a la cara todo lo que opinaban del contrario.  Quienquiera que se atreviese a interrumpir a los dos combatientes lo iba a tener claro el pobre desdichado.
¿Por qué me suceden estas cosas? Pensó la joven intentando alejarse un paso más del salvaje que en esos momentos vociferaba improperios contra uno de los ancianos que no dejaba de aporrear la mesa con un deteriorado bastón.
En este siglo todo el mundo está loco, ese viejo de ahí se debe creer  que es el batería de una banda de rock.
Suspirando con cansancio Bridgit cambió de postura cruzándose de brazos.
A su lado Gaerth la miró de reojo.
Reprimiendo las ganas de enseñarle la lengua en un gesto infantil, Bridgit miró hacia otro lado. Observó con atención el lugar en el que se encontraba, fue en ese momento en el que se dio de cuenta de que no estaban solos. Además de los amigos de su secuestrador y los ancianos debía de haber al menos una veintena de personas que miraban hacia donde estaban ellos con un brillo extraño en los ojos.
Dudó unos segundos.
Acaso. ¿La miraban a ella?
Comprobó hacia donde dirigían sus miradas los presentes.
No había duda, la miraban a ella con cara de terror.
Bravo buen comienzo. Toda esta tropa te teme, no sé si debo alegrarme o preocuparme. Tantos enemigos en mi contra. Involuntariamente tembló. Apretando más contra ella la rugosa capa de piel, buscando un consuelo que estaba segura que no iba a encontrar.
 El brazo del salvaje secuestrador la atrajo de nuevo hacia él dejándola semiacostada contra su pecho con la cabeza cerca de su corazón.
Bridgit soltó una exclamación de sorpresa.
No sabía explicar el porque pero se sentía relajada, segura. Era un poco  irónico que la persona que le transmitía esa seguridad fuese la misma que la había llevado a aquel mundo.   
Pero poco duró la tranquilidad.
Esta vez fue el propio salvaje quien estropeó el momento al decir en alto en un inglés extraño.
? Esta mujer es nuestra mejor baza en esta batalla. La utilizaremos para vencer.
Bridgit se revolvió.
Debía de haber escuchado mal.
¿Acaso se suponía que la habían secuestrado para utilizarla como arma en una batalla de la que nada sabía?
Ella pensaba que la habían llamado como maestra, para que les mostrase la manera de sacar el mayor potencial mágico, nunca se esperó que se atreviesen esos mortales a invocarla con el propósito de obligarla a luchar en una guerra que no era la suya.
Bridgit sonrió a su pesar.
Eran unos inútiles estos humanos.
Que poco informados estaban. Las reglas de su raza eran muy estrictas, los vaniors no se involucrarían en asuntos de otras razas. Ella no podría ayudarlos aunque quisiese. El que atacase a otros mortales sería como cometer un delito muy grave entre los suyos, en el que la pena podría llegar desde el exilio hasta la muerte.
Pobre chico, que disgusto se iba a llevar.
? Ja, ja, ja, ja. ?  Se rió la joven atrayendo la atención de los presentes, que callaron al escucharla reír con fuerza y sin  motivo aparente.
El viejo del bastón la acalló al gritar enrojecido.
? Nos has condenado Gaerth al invocar a  una poseída. Y se supone que esa?? la señaló con el bastón ?...muchacha va a salvarnos.
Bridgit rompió a reír de nuevo, doblándose en dos por las fuertes carcajadas que sacudían su cuerpo dejándolos a todos estupefactos.
Gaerth la dejó ir de su lado.
Fue cuestión de unos pocos minutos en que la aparente calma que había se rompió en miles de pedazos, en cuanto los presentes, desde Duncan hasta Angus comenzaron a hablar al mismo tiempo.
Bridgit no dejaba de reír.
Deseaba ver la cara que iba a poner ese hombre cuando se enterase que no tenía intención de mover un dedo por ellos.
No iba a estar tan mal después de todo su estancia en ese lugar.


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Julio 28, 2010, 14:56:52
CAPÍTULO 7


Se acercaron a él antes de que llegase desmontar del caballo.
Malcom McLeod no se esperaba ese recibimiento.
 Estaba cansado y sudoroso. El viaje hasta el viejo molino situado al otro lado de la isla le había llevado más tiempo de lo que en un principio esperó. Solo deseaba dejar su caballo en las caballerizas e ir a su despacho para disfrutar de la soledad que le confería esas cuatro paredes.   
El sonido de griterío llegaba hasta el patio. Algo malo sucedía en el interior del castillo.
Desmontó del caballo de un salto y se acercó hasta su viejo amigo Angus que le esperaba inquieto moviéndose de un lado para otro a unos pocos pasos de donde estaba él.
Había esperado que esa semana no hubiese más incidentes en el clan pero se había echo ilusiones en vano.
¿Es qué acaso los McLeods Oscuros estaban destinados a guerrear entre ellos?
? Respira amigo. ? Le aconsejó Malcom ? Cuéntame lo que ha sucedido.
Entre jadeos Angus balbuceó palabras incoherentes.
? Tú?tú hijo? ha? bruj?bruja?.
? ¿Mí qué?? exclamó confuso Malcom sin saber muy bien de lo que hablaba su amigo. ? No comprendo que quieres decir, Angus.
El anciano golpeó con fuerza el suelo con su bastón manifestando su furia. Con voz más calmada, contestó.
? Tu hijo ha invocado a una bruja.
Gaerth,? ¿Qué has hecho? Pensó Malcom, tomando rumbo al interior del castillo.
Se le hicieron eternos los metros que separaban el patio del salón de reuniones. Malcom los recorrió como si su vida dependiese de ello.
Abrió las puertas del salón de un manotazo y paseó su mirada por el salón buscando a su hijo.
Cuando lo encontró cerca de la mesa donde se sentaban los Seanachaidh suspiró aliviado. Malcom se tambaleó inconscientemente  siendo sujetado por su compañero de armas que miraba silencioso a Gaerth sin darle importancia a la evidente muestra de debilidad de su laird.
No había rastro de brujas. El viejo Angus debía de haber exagerado.
Cuando se iba a adelantar para acercarse hasta Gaerth, se quedó quieto en el sitio al verle gritar.
No era el único sorprendido al verle tan nervioso, muchos eran los que miraban la escena con una sonrisa bailando en los labios y disfrutando del espectáculo.
Ser McLeod Oscuro era sinónimo de continuas sorpresas e imprevistos, al parecer.   
? Tú no me mandas estúpido.
Malcom miró con curiosidad a la mujer que en esos momentos le gritaba  a pleno pulmón a un enrojecido y alterado Gaerth. Esa joven tenía la altura de un muchacho y si no fuese por la extraña vestimenta que llevaba puesta bien podría hacerse pasar por un joven escudero.
Cambió de parecer cuando la vio mover los brazos gesticulando para darle énfasis a sus protestas, las curvas que se vio con claridad por unos instantes dejaban muy claro que era toda una mujer.
¡Y qué mujer!
Hacía frente a su hijo sin amedrentarse, sin dar un paso atrás a pesar de los gritos y los gestos que hacía Gaerth.
De haber un ser mágico entre ellos debía ser aquella mujer que no dudaba en contestar las acusaciones de Gaerth McLeod con las manos en las caderas, el cabello índigo suelto cayendo en cascada en su espalda y los ojos chispeantes.
? Silencio mujer. ? La cortó Gaerth alzando una mano para acallarla?  Eres mía? Afirmó con rotundidad sin atisbo de duda en su voz o en sus gestos  ? Harás lo que te ordene.
Mal hecho hijo. Pensó Malcom, cruzándose de brazos a la espera de la contestación de ella.
Su instinto que pocas veces le fallaba, le decía que aquella mujer podía llegar a ser peligrosa. Hasta un ciego vería que esa muchacha estaba acostumbrada a mandar, a vivir como a ella le gustaba sin tener que obedecer ciegamente las órdenes de nadie. Su hijo lo único que conseguía al gritarle de aquella manera era presionarla, y si seguía presionando la joven podría estallar cometiendo alguna estupidez.
La acalorada discusión de esos dos parecía no tener fin, así que lo mejor era dar por finalizada aquella reunión.
Con esa idea en mente, se interpuso entre los dos y les gritó con voz autoritaria.
? ¡Silencio! No sacareis nada en claro discutiendo de esta manera tan estúpida.
Gaerth apretó la mandíbula con fuerza haciendo rechinar los dientes. Se calló a regañadientes desviando la mirada de la mujer que tanto le alteraba para posarla en el risueño de su hermano.
¿De qué te ríes? Preguntó enfadado Gaerth a su hermano pequeño.
De ti. Le contestó el joven simplemente, sorprendiendo a Gaerth al reconocer sus propias palabras en esa sencilla frase.
El roce de una mano fuerte posada en su brazo devolvió a la realidad a Gaerth.
Cerró su mente a Hugh y se concentró en su progenitor. Se sorprendió al ver la chispa de alegría brillar en los ojos de su padre. Sin duda alguna ese hombre debió de haber presenciado la humillante discusión que mantuvo con la joven vanior. Gaerth estaba confuso, nunca antes había perdido el control de aquella manera y en esta semana había perdido los nervios varias veces.
Tenía que hacer algo para recuperar el control de su vida si no quería seguir haciendo el ridículo.
A su lado oyó suspirar a la mujer.
Al parecer no era el único en que se sorprendió al ser acallado de aquella manera.
Una vez conseguido el deseado silencio, Malcom se alejó de su hijo acercándose hasta la mesa de los Consejeros.
Se giró y apoyó la cadera en el borde de la mesa. Después de barrer a los presentes con su mirada, comenzó a hablar.
? Si no he entendido mal, Gaerth?   miró a los ojos a su hijo ? Os habéis atrevido a invocar a un guerrero vanior. ?  Se cruzó de brazos y observó a los compañeros de su hijo que en ningún momento se alejaron de Gaerth  ? A pesar de que os ordenamos que no hicieseis nada seguisteis con esa estúpida idea de utilizar a un ser mágico para vuestro beneficio. ?  Haciendo oídos sordos al resoplido poco femenino que soltó la nombrada mujer, continuó ? Debería expulsaros.
Gaerth sonrió con sorna.
? Nos necesitáis, laird. Somos los Guardianes del pacto.
Malcom cerró los ojos por unos segundos, pasando una mano por sus cabellos. Su hijo tenía razón, aunque quisiesen no podrían echarlos del clan, no había otros guerreros a los que confiar la protección de los sagrados pergaminos.
Entonces, se le ocurrió una idea. Malcom sonrió con antelación imaginándose la cara que iba a poner su querido hijo.
Así aprenderá a pensar con detenimiento antes de actuar.
? Malcom, cuál es tú decisión acerca de este lamentable asunto. ? inquirió Angus, respaldado por varios miembros de la mesa.
El laird sintió las miradas de los presentes sobre su persona.
Dejó pasar unos segundos de silencio y entonces dejó caer la ?buena? noticia.
? Viendo la situación que habéis provocado me temo que solo hay una posible solución?? segundos de silencio para crear tensión en el ambiente  Gaerth? tendrás que hacerte cargo de la vanior. ? puntualizando explicó ?  La mujer dormirá en vuestro cuarto, no le quitaréis la vista de encima, seréis su sombra?
? Mi señor, esa orden no es un castigo adecuado para?? protestó enérgicamente un miembro del Consejo llamado Ewan levantándose de la silla.
Malcom no esperó a que terminase de protestar el anciano. Con un gesto le interrumpió dando por finalizado su intervención. Al menos había esperado que le apoyasen pero según parecía nunca iba a estar de acuerdo el Consejo con las decisiones que tomase.
Clavó los ojos en la mirada preocupada de Ewan, contó hasta tres  y dijo.
? Cuando hablo no acepto interrupciones de ningún tipo, además el daño ya está hecho. Nada podemos hacer para remediar que los Guardianes trajesen a una vanior, solo podemos esperar que este hecho no se nos vaya de las manos.
? Les concedes demasiadas libertades. ? vociferó Angus apoyando el bastón en el suelo aliviando de esta manera la rigidez de sus piernas.
Malcom no pudo negar esa afirmación.
 De ser otro el laird esos jóvenes estarían fuera del clan, expulsados. Pero había que ser realista, Gaerth era su único hijo, al menos el único que iba a aceptar. A pesar de ser distante, testarudo y muy dado a saltarse las normas del clan, Malcom estaba seguro que Gaerth iba a ser un gran líder. Gaerth era un hombre que se preocupaba por su gente, que veía una injusticia y no dudaba en mancharse las manos para solucionarla, no como otros lairds que nunca cabalgaban delante de sus hombres en las batallas optando permanecer en un lugar seguro y ver desde lo lejos como morían sus hombres para proteger aquello que un laird juraba proteger el día en que toma el mano del clan.
Malcom tenía sus esperanzas puestas en su hijo.
La orden que tomó beneficiaba a todos. O eso creía al menos él.
La presencia de la vanior entre ellos les causaría muchos problemas con los otros clanes que podrían esperar que fuera un signo para comenzar una guerra de poder, pero al mismo tiempo ahuyentaría a los que quisiesen atacarlos. Esa mujer bien podía ser su salvación o su condena. El tiempo lo diría.
Pero a pesar de que él mismo dudase de la decisión tomada no iba a dejar ver sus dudas, por nada del mundo iba a admitir que se había equivocado al conceder el perdón a los hombres de Gaerth por haber desobedecido una orden directa.
? Amigo mío, no esperaba que aceptases de buena gana mi decisión? Si llegaba a ocurrir sería una señal de que se acerca el fin del mundo. El día en que todo el clan esté de acuerdo?.pensó con ironía Malcom para sus adentros?  Mas es una orden directa, nadie atacará a la mujer. Será nuestra invitada, Gaerth cuidará de que nada malo suceda... ? ?y que no se le ocurra desatar el infierno en la tierra por haberla traído a la fuerza a este mundo?  Desde hoy ?? miró directamente a su hijo ? Te harás cargo de la vanior. 
Malcom esperaba que su hijo gritase, pero nada sucedió. El joven miraba a un punto del salón detrás de la mesa de los seanachaidh. Parecía confuso, como si en su interior estuviese librando una batalla.
Sus sospechas no estaban mal encaminadas.


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Aubree en Agosto 10, 2010, 10:01:20
Quiero mas... emo 105

Yo no veo ningun fallo. Cada vez me gusta mas... emo 96 Gaerth emo 016 emo 016 Oh my lord... emo 016


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Aubree en Septiembre 17, 2010, 18:14:17
Más..... emo 105 Más...


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Septiembre 24, 2010, 23:15:30
CAPÍTULO 8


Gaerth permanecía en silencio mirando a uno de los tapices que estaban colgados detrás de la mesa. Nunca se habría esperado que el señor de los McLeods Oscuros fuese tan indulgente con ellos.
Cerró por unos momentos los ojos y se concentró en sus sentimientos.
Se sentía exultante, como si hubiese ganado una feroz batalla en lugar de recibir un ?perdón? a medias de su padre. Bien sabía el viejo que si llegaba a utilizar el poder que ostentaba con su cargo para expulsar o castigar severamente a uno de los Guardianes los demás miembros del Círculo seguirían por su propia voluntad el destino que le impusiesen al condenado y de ser necesario dejarían atrás las tierras que los vio nacer.
Pero eso no era lo que más le confundía, si no la extraña sensación que persistía en su pecho. Al escuchar que tendría que hacerse cargo de la mujer algo en su interior se rompió bullendo con fuerza.  Se vio en la necesidad de pensar en otras cosas para no perder el control sobre su cuerpo al invadirle su mente imágenes de la mujer casi desnuda y rogándole que la empalase?. Las noches junto a esa descarada iban a ser muy largas.
No ha salido tan mal como pensábamos, hermano.
Gaerth esgrimió una sonrisa que provocó más de un comentario malintencionado.
Razón no te falta Hugh, el viejo nos ha sorprendido a todos. Mira qué cara tienen los Consejeros. Se burló Gaerth riéndose para sus adentros.
Hugh suspiró, alzando los hombros para dejarlos caer a continuación.
Se van ablandando con los años. Comentó con ironía consiguiendo que los Guardianes que escuchaban atentos la conversación mental que estaban llevando a cabo sus amigos se echaran a reír en alto.
Después de unos segundos, el primero en romper la ?magia? del momento fue Magnus al decirles con la voz aguda por la burbujeante risa.
Siento interrumpir, pero juraría que llegamos tarde a una reunión.
Gaerth masculló una maldición sobresaltando a sus amigos.
? Diablos, debemos irnos.
No supo que había hablado en alto hasta que la voz de su padre le devolvió a la realidad.
? Acuérdate de llevar a la joven guerrera contigo, hijo.
Gaerth asintió con la cabeza.
? Id yendo chicos, llevaré a nuestra ?invitada? al cuarto. ? No permitiré que pasee vestida de esta manera, atraerá la atención de los guerreros. Rechinó los dientes al pensar en eso.
En silencio Gaerth  la agarró de la mano y comenzó a caminar a su cuarto. Dejó atrás a su padre y a los Consejeros. La mujer lo acompañó sin decir palabra, sumergida en sus pensamientos. Ni siquiera intentó ignorar los murmullos y los cotilleos de los criados al verlos pasar de la mano camino a su dormitorio, por él podían hablar todo lo que quisiesen, él tenía muy claro los objetivos que quería alcanzar.
Una vez en el dormitorio, Gaerth se puso a buscar una capa de tartán para dársela a la joven que lo esperaba con infinita paciencia en el marco de la puerta.
Abrió baúles, tiró ropa al suelo. Pero no encontró nada que fuese aceptable para ella.
? Demonios. ? Masculló Gaerth tirando al suelo con rabia unas pieles para la cama ? ¿Dónde estarán los plaids?
? Tan necesario es ahora cubrirme, escocés. ? Le dijo con burla Bridgit apoyándose en el marco de la puerta ? Me trajiste al castillo como un saco y no te importó que me viesen medio desnuda los guardias y los campesinos.
Si que me importó. Pensó Gaerth mirándola con detenimiento. Pero todos podían ver que eres mía. Te llevaba en mis brazos, dejaba claro que nadie te podría tener.
Se calló de golpe. Estaba sorprendido por el giro de sus pensamientos. Ya no lo podía negar, el deseo que le provocaba la sola visión de esa joven iba en aumento, conquistando poco a poco su razón.
Hace unas horas que te conozco y ya me traes problemas, mujer.
Y no era para menos, ya que todo su cuerpo respondía a la urgente necesidad de hacerla suya, de marcarla con su esencia, de sentirla bajo él sudorosa y temblorosa.
Un plaid con urgencia. Maldita sea, necesito un plaid con urgencia. Si no tapo el cuerpo de esta arpía me volverá loco.
Bridgit carraspeó varias veces intentando ganarse la atención del hombre, sin éxito alguno.
No te hagas el despistado conmigo, majo. De esta no te escapas.
Decidida a hacerse notar, caminó hasta quedar parada frente de él, y golpeándole con fuerza el hombro le repitió gritándole a la cara a un sorprendido escocés.
? No te hagas el sordo, grandullón. Me debes una disculpa por el mal trago que me hiciste pasar, o te crees que voy a olvidar las últimas horas.
Gaerth agarró la mano de la joven y la sostuvo entre las suyas. Con una leve sonrisa le prometió, jurando en alto más para convencerse a sí mismo que a ella.
? No volverán a dirigirse a ti de esa manera, te lo juro. ? Me encargaré personalmente de ello.
Bridgit quedó muda unos instantes, incapaz de decir una palabra. No sabía muy bien explicar como se sentía, estaba confusa.  A pesar de todo lo que había pasado, confiaba en él, algo le decía que podía llegar a confiar en ese hombre, que a su lado nada malo le iba a pasar y esa seguridad era reconfortante, maravillosa.
? Sí, ahora me vas a defender.  ? se cruzó de brazos protegiéndose inconscientemente  ? Después de soportar que me llamasen puta ahora tu quieres convertirte en mi caballero andante dispuesto a clavar tu lanza a quienes osen importunarme.
Gaerth tragó con fuerza. Al cruzar los brazos la joven había dejado al descubierto sus senos que se movían agitados con cada movimiento que hiciese. La tela que los cubría los realzaba, dejándolos expuestos a él. La boca se le secó y el impulsó de rozarla con sus dedos casi venció la batalla. Estaba tan cerca de él. Tan solo hacía falta alzar el brazo y la tocaría. Tragando varias veces con dificultad se controló y dio un paso hacia atrás alejándose de la tentación.
Bridgit no atendió a los signos que el hombre le mostraba, ella seguía despotricando contra él sin presenciar la lucha interna que estaba llevando a cabo. En uno de los movimientos bruscos que realizó la capa que la cubría cayó al suelo, fue en ese instante cuando escuchó el jadeo involuntario del hombre cuando se dio de cuenta de que Gaerth estaba visiblemente excitado y no la dejaba de mirar a los pechos.
La joven tembló cubriéndose con los brazos los pechos. Esos ojos rojos brillantes por el deseo la ponían muy nerviosa, le hacía sentir extraña.
Gaerth era la viva imagen del deseo descontrolado. Sus cabellos azabaches sobre sus hombros desnudos, el pecho subiendo y bajando rítmicamente realzando la fuerza que transmitía su atlético cuerpo.  Las fosas nasales se abrían y se cerraban con cada bocanada de aire. Sus brazos caían a ambos lados de su cuerpo y mantenía los puños cerrados con fuerza hasta que sus nudillos se pusieron de una tonalidad blanquecina.
Un salvaje gruñón que conseguía ruborizarla con sus sonrisas y dejarla húmeda y expectante con sus intensas miradas.
Durante unos segundos ninguno de los dos se movió, mirándose en silencio.
Con voz grave Gaerth le exigió.
? Ven aquí muchacha.
Bridgit no supo porqué, pero le obedeció.
Gaerth le sorprendió al desvestirse delante de ella y colocarle el tartán que momentos antes le cubría el pecho.
Bridgit no sintió como la cubría, no sintió el roce de sus dedos sobre su piel demorándose más de la cuenta en vestirla apropiadamente, la joven solo tenía ojos para él. Miraba con la boca seca el pecho del hombre, los músculos del escocés se marcaban producto de intensos entrenamientos, ni en sus mejores sueños eróticos se había encontrado cara a cara con unos pectorales tan bien formados. En ningún momento Bridgit  levantó la mirada, no vio como el hombre sonreía al verla ruborizada y encantada con sus ?atributos?.
Cuando hubo terminado se alejó un paso para mirarla vestida con sus colores. Le gustó verla con su tartán. Había intentado ocultar lo que su cuerpo le exigía a gritos, pero ya no más. El deseo por esa joven era demasiado fuerte, demasiado poderoso y él. Se había consumido por ella. Ya no había vuelta atrás, estaba perdido, caería de cabeza en la trampa. Gustoso se dejaría cazar por la pasión. Al verla con sus colores, su destino fue sentenciado.
Esa mujer iba a ser suya.
? Ya estás preparada, mujer.
Bridgit abrió los ojos al escuchar la voz ronca del hombre, encontrándose con una hambrienta mirada que parecía querer devorarla en ese mismo instante.
Y eso fue lo que ocurrió.
Gaerth no pudo reprimir más el deseo. En dos zancadas se puso cerca de ella y la sujetó con fuerza pegándola más a él. Entonces, la besó.
Seguramente estaba cometiendo un error, pero ya le llegaría la hora de arrepentirse, ahora solo deseaba dejarse llevar.
En medio del torbellino de sentimientos, Gaerth se sobresaltó al ser rodeado con los brazos. La mujer se apretó presionando sus pechos contra él, se contoneaba como una bailarina jadeando contra su boca. Eso le excitó todavía más.
Gimió con fuerza cuando la mujer succionó su lengua, sorprendiéndole gratamente. Movió las caderas contra ella rozándole con su excitado miembro. La rugosa tela que lo mantenía alejado se estaba volviendo un obstáculo molesto en su camino.
Quería tumbarse encima de ella, sumergirse en su interior y bombear con fuerza hasta alcanzar la cima
La necesitaba.
La elevó sujetándole las nalgas y la llevó hasta la mesa de madera que había cerca de la ventana. Apoyándola en ella la acarició con gusto deleitándose en sus curvas, en la suavidad de su piel. Aspiró su aroma. Olía a mujer, a excitación. Sin dejar de besarla le acarició los pechos abriéndose paso por el plaid, posando sus dedos sobre sus excitados pezones arrancando de un tirón la extraña tela que los cubría.
? Ahhh. ?  gimió Bridgit entreabriendo los labios enrojecidos por los besos.
? Me vuelves loco, mujer.  ?susurró con voz ronca Gaerth besándole el cuello con avidez, sin dejar de acariciarla.
Bridgit sonrió.
? Grandullón, espero que no caigas ante mí ahora, no me dejes así. ? se burló la joven lamiéndole el cuello y sonriendo al sentirlo gruñir por sus osadas caricias.
? Demonios. ? masculló Gaerth separándose de ella.
Bridgit saboreaba el saber que él estaba así por su culpa. Le invadieron las ganas de echarse a reír. Que un hombre como ese estuviese deseoso de hacerla suya era algo que no comprendía del todo, en su época ella no era mirada dos veces por los hombres que se cruzaban en su vida y en cambio en este siglo, en medio de bárbaros se sentía especial, hermosa.
Pestañeó varias veces y acarició con delicadeza las mandíbulas apretadas del hombre. Eres un sueño,?grandullón? mi salvaje escocés?.Me traerás problemas si sigues siendo tan dulce. Pensó.
Bridgit suspiró y le abrazó arañándole con suavidad sus anchas espaldas.
Si te hubiese conocido antes?de que?.
Antes de que pudiese recordar el pasado, Bridgit se sobresaltó separándose de golpe de Gaerth al ver a Hugh apoyado en el marco de la puerta  mostrando una mueca de burla en su rostro.
? Pe?pero? ¡Tú que miras, imbécil! ? le gritó Bridgit fulminando con la mirada al intruso.
? Ah? el amor... que bonito. ? se burló Hugh cruzándose brazos y acercándose a la parejita.
Gaerth cerró los ojos y aguantó las ganas de lanzar maldiciones contra cierto joven imprudente que se atrevía a aparecer en su vida cuando menos se le precisaba.
? Acaso deseas morir joven, inglés.
Hugh se carcajeó, negando con la cabeza.
? Sabes bien que no, hermano, pero verte en ese estado... fue inesperado.
? Maldito seas, Hugh. Ni se te ocurra difundir nada de lo que viste en este cuarto. ? le gritó separándose de la joven y dándole la cara a su hermano pequeño.
Hugh se revolvió inquieto ante la mirada impenetrable de su hermano. No se acostumbraba a ver esos ojos rojos sangre, tan brillantes,?tan peligrosos.
? Como si no me conocieses, hermano. ? suspiró pesadamente y le tiró a la cara el plaid que traía ? Vamos antes de que los demás vengan a ver que es lo que te tenía atrapado. ? se giró y le guiñó un ojo cómplice a la joven antes de salir del cuarto dejándoles a los dos solos.
Maldito entrometido, estoy seguro que me echará en cara esto cada vez que cometa él una locura. Pensó Gaerth acomodando el tartán que le lanzó su hermano, ocultando estratégicamente el extraño tatuaje.
Pero no lo hizo a tiempo, ya que Bridgit lo vio antes de que lo pudiese ocultar.
Bridgit se lo quedó mirando. Ese símbolo, le sonaba mucho, le era muy familiar. El dragón formaba parte de su herencia, de su pasado y el verlo tatuado en el pecho de Gaerth, la sobresaltó. La unión que había entablado el hombre con ella era más profunda de lo que en un principio sospechó.
Por todos los demonios del infierno, estaba perdida de ser verdad sus sospechas.
Le iba a ser difícil escapar. Al menos esperaba que él no supiera el significado de los tatuajes.
Cuando había visto al despertar el tatuaje que le cubría la espalda se había asustado un poco, pero al ver el tatuaje de Gaerth se asustó de veras.
El hecho de que los dos mostrasen tatuajes era preocupante, al menos para ella ya que él no parecía saber nada del ritual que había llevado a cabo.
¡Quien le iba a decir que su vida iba a cambiar tan drásticamente!
Malditos fuesen sus antepasados al dejar a los humanos los votos de compromiso de los vaniors, por culpa de esos incompetentes...
Estaba casada con ese bárbaro.
Solo esperaba que éste no se enterase, tenía que seguir ocultando el estrecho lazo que los unía, no podía permitir que el hombre consumase el matrimonio, si lo hacía ya no habría vuelta atrás, el matrimonio estaría sellado y ya no podría regresar a casa, a su época.
Tenía que hallar los pergaminos para realizar el ritual de separación.
Si no, estaría atrapada en ese siglo.
Y lo peor es que el quedarse al lado del salvaje no le resultaba tan mala idea.




Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: June en Septiembre 24, 2010, 23:45:28
 emo 103 emo 103 emo 103 emo 103


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Valnelia en Septiembre 25, 2010, 09:21:28
Me los paso al ebook. jijiji...   emo_94

Gracias wapa, Beth estará feliz.   emo 103


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Aubree en Septiembre 27, 2010, 06:50:19
A mi tampoco me pareceria tan mal quedarme en casa de ese hombre, eh!!! emo 067 Yo me cambio por ella, si, si, yo hago el esfuerzo....... emo 105

Ains..... emo95 Genial!!! emo 62 emo 62


Ya quiero saber que pasa con los hombres emo 017


Gracias, Shey!!!!! emo 103  emo 039

Gracias wapa, Beth estará feliz.   emo 103

Mucho emo95


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Valnelia en Septiembre 27, 2010, 19:03:51
 emo_94


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: shey en Enero 08, 2011, 00:40:31
aun no  me dijeron nada, me dijeron que ibana  a estudiar el manuscrito a fondo, pero no se cuanto tiempo tardan sniff este tiempo es el peor, porque si lo rechazan por lo menos que  me avisen

snifff

nah, seguire a la espera

ya os contare


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Valnelia en Enero 08, 2011, 21:07:13
Siiii, mantennos informadas, por fis.     emo95

Espero que tengas mucha suerte, wapa.     emo 103


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Skade en Enero 11, 2011, 20:25:46
Mucha suerte  emo 048


Título: Re: El guerrero de mi destino- Loralaine McInners
Publicado por: Aubree en Enero 12, 2011, 11:42:31
Esperemos que te lo acepten, Shey!!! Porque es muy bueno emo 102 Señores, que no hay nada que mirar!!!!! emo 102